Por Francesco Manetto
El País (Es)
Hablar de Miguel Ángel Bastenier es un ejercicio de representación del periodismo, de memoria sobre lo que escribió, dijo o hizo, y de relación personal con él, su historia y con el oficio. Lo es para los que le conocieron y para quienes encarnó una figura mítica de la profesión. Y lo es ahora, cinco meses después de su fallecimiento a los 76 años, igual que lo fue cuando su voz retumbaba en una redacción de Madrid, Barcelona o Bogotá. Bastenier era en sí mismo una leyenda, ha recordado el periodista Jean-François Fogel en un homenaje que la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) le ha dedicado este jueves durante el Festival Gabo que se celebra en Medellín. El Baste dejó esa leyenda en EL PAÍS, donde empezó a trabajar en 1982 y publicó hasta el final, y en América, sobre todo en Colombia, en el diario El Espectador o en Cartagena de Indias, su segunda casa.
La precisión, la rapidez, el gusto por la provocación, la transición al entorno digital, sus conversaciones, su generosidad con los jóvenes reporteros, su capacidad para comunicar con humor. Todos tienen un recuerdo de Bastenier. La periodista María Teresa Ronderos rememora las lecciones de lengua impartidas a los camareros, cuando le preguntaban si quería vegetales para acompañar un plato. “¿Vegetales? Existen las verduras”. Eso era lo que trataba de transmitir a sus alumnos de la Escuela de EL PAÍS y de la FNPI y, ya en los últimos años, a sus decenas de miles de seguidores de Twitter: pasión por el español, por el lenguaje en general, del que solía desnudar el uso más perezoso y administrativo. Amaba la historia, la de España y la de América, y sus análisis sobre las relaciones culturales entre los dos lados del charco siempre tenían que ver con una especificidad que bautizó como el chip colonial.
El chip Bastenier, así se titulaba este encuentro de amigos y compañeros, fue y será su forma de entender la vida, esto es, el periodismo, y un modelo de honestidad intelectual. Una vez, relata Carlos Serrano, le preguntó cuántos libros aproximadamente tenía en su biblioteca. Antes de responder, apuntó que “un periodista nunca pregunta más o menos”. Rocío Montes, corresponsal de este periódico en Chile, le conoció y vio trabajar en Colombia y en España. “Cuando él murió sentí que se había muerto el más latinoamericano de los periodistas españoles”, explica.
“Gente como Bastenier son hacedores de frases”, dice Jorge Cardona, editor general del diario El Espectador, donde aterrizó en 1996 como asesor del diario, del que también fue columnista. Fabricaba frases, máximas lapidarias, microlecciones en forma de tuit, reflexiones mordaces, ingeniosas, contestatarias. Lo hacía trabajando, cruzando la redacción, haciendo parada en las distintas secciones, comentando la actualidad internacional, hablando de Gillo Pontecorvo, Palestina o de ciclismo. Le gustaba conversar, sobre todo con los más jóvenes, preguntar y emplear la palabra para llegar a la esencia. Lo recuerda Serrano: “Decía que el periodismo es escribir sobre lo que la gente hace, no sobre lo que la gente dice”.
P. S.: Conocí a Bastenier a principios de 2005. Me sacó de una clase de radio, sin haberme visto antes, para presentarme al actual director de La Repubblica, Mario Calabresi, que estaba de visita en Madrid. Comimos las pasadas Navidades. Me habló de Colombia, de sus idiosincrasias y de su futuro. En esos casi doce años, no dejó de llamarme Paco. “Tú ya eres español".