Revista Pijao
“El éxito es una cosa, pero escribir y pensar es gozoso”: Jorge Aristizábal Gáfaro
“El éxito es una cosa, pero escribir y pensar es gozoso”: Jorge Aristizábal Gáfaro

Por Revista Semana

Jorge Aristizábal Gáfaro es un escritor de vieja data. Ha publicado, entre otros, los textos El espía de la lluvia, Grammatical psycho, Cuentos de escalofrío. Ha sido profesor en las áreas de comunicación, lingüística y, por supuesto, literatura. No se considera a sí mismo como un escritor prolífico, pues respeta el ritmo de creación de cada texto. Si a mitad del camino de un texto se da cuenta que debe ser una novela y no un cuento lo que está escribiendo, vuelve a comenzar.

En 2000 ganó con Grammatical psycho (un libro de cuentos) el Premio Nacional de Literatura del Instituto Distrital de Cultura y Turismo. Ya en esos relatos, Jorge afirma que surgió, sin darse cuenta, un humor negro que luego se repetiría en otros textos. No era para menos: el cuento que le da nombre a esa publicación trata de un gramático que comienza a asesinar a las personas que cometen errores al hablar.

El año pasado, Rey Naranjo publicó, gracias a un premio que otorgó el Idartes en 2015, el más reciente libro de relatos de Aristizábal: La gesta del caníbal. Son siete cuentos con altas dosis de humor, pero también con reflexiones sobre conexiones globales que comprometen el destino de algunos de los personajes, diálogos cortos e inteligentes, referencias literarias, históricas y políticas. Y sobre todo, un arduo trabajo detrás de cada línea, como si fueran textos decantados después de numerosas correcciones y reflexiones sobre el lenguaje. SEMANA precisamente conversó con Aristizábal sobre ese y otros temas.

SEMANA: ‘La gesta del caníbal’ está compuesto por siete cuentos. ¿Son relatos que escribió en un mismo periodo de creación, o algunos textos son considerablemente más viejos que otros?

Jorge Aristizábal Gáfaro: La mayoría de los textos tomaron un tiempo para su desarrollo. Gran parte de ellos los comencé a escribir en 2006 o 2008, pero hay excepciones. Óptica alemana, por ejemplo, es un relato que comencé en 2000, y solo cuando estuvo en conversación con los otros cuentos lo pude concretar. La mayoría de la gente piensa que escribir es sentarse unas horas en el computador y listo; pero no. En la vida real la escritura tiene fases, momentos, necesidades diferentes.

SEMANA: ¿Cómo es su proceso de escritura?

J.A.G.: Primero viene la idea, luego con el lenguaje se le da forma, y después comienza a emerger una voz, un tono en esa historia, que es único en cada relato. Cuando ya todo está ensamblado, viene todo el trabajo de reflexión de qué valores uno está agenciando en el relato. Políticos, ideológicos, culturales. Muchas veces los autores desconocen o ignoran esto. Hay una reflexión sobre el lenguaje, pero también sobre la sociedad y la cultura.

SEMANA: Muchos de estos cuentos (“La gesta del caníbal”, “Esto no es Ibiza”) tienen una alta dosis de humor. ¿Considera que es importante hacer reír a los lectores?

J.A.G.: Uno en la vida debe tener claro sus límites y capacidades y en función de esto uno establece un estilo. A mí se me da muy fácil lo cómico-trágico. Y no me lo propongo, pero de todas maneras termina aflorando. En Grammatical psycho (2000) hice dos reflexiones. Por un lado,  una reflexión muy seria sobre cómo la figura del asesino en serie no era una figura ajena a nuestro contexto colombiano. Por el otro, cómo la gramática (qué es hablar bien o mal) termina siendo un instrumento de violencia o exclusión.  Entonces mi sorpresa fue muy grande cuando los lectores comenzaron a reírse del relato, porque termina surgiendo una figura totalmente hilarante de un gramático que mata porque no aguanta que la gente “hable mal”.

Dentro de mi ars poética juego con eso también. Si se me da con esa facilidad el humor negro, las situaciones trágico-cómicas, pues lo trabajo. Pero también la sociedad colombiana está en el centro de mi trabajo. La tecnología, la conexión con lo global, las conspiraciones, también todo eso me interesa.

SEMANA: Muchos de los relatos giran en torno a lo local y lo global, ¿cómo logra retratar los aspectos que le interesan de la sociedad colombiana?

J.A.G.: Una frase de Nietzche que para mí es un evangelio: “De todo lo que se escribe yo amo solo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe con sangre y entenderás que la sangre es espíritu”.

En El único final el personaje del cuento intenta acercarse a la muerte desde un carácter renovador (en vez de cifras y negación, aceptar y visibilizar a la muerte y a los muertos).  Desde los griegos (con Antígona) sabemos que una sociedad que le niega a los muertos su derecho de ser muertos es una sociedad enferma.

Pero en el cuento, mi personaje se encuentra con la ignorancia de un periodista que agencia a una parte de la sociedad, lo que no está muy lejos de la realidad de algunos medios de comunicación en Colombia, sobre todo en televisión. Es lo que tenemos, y es con lo que trabajo en literatura.

SEMANA: Todos los relatos están acompañados de un epígrafe. Las frases son de escritores literarios como Borges o Bukowski, mientras otros son de filósofos o políticos, como Nietzche y Kissinger. En el proceso de escritura, ¿seleccionó los epígrafes antes o después de la escritura de los cuentos?

J.A.G.: Creo que mi estilo ya tiene esa marca. Los epígrafes juegan un papel muy importante y aparecen generalmente cuando el texto ya está armado. Son una especie de corifeo o de voz con el que el texto está dialogando, y así se da un juego de envíos y reenvíos que es muy interesante.

SEMANA: En el cuento que le da título al libro, el protagonista, que es un escritor, tiene que pasar toda una odisea para ser publicado y leído. ¿Qué tanto se identifica con ese personaje? ¿Es una odisea publicar un libro en Colombia?

J.A.G.: El panorama ha cambiado, pero esa realidad, en distintos niveles, siempre va a darse. Para los autores jóvenes, viene esa guerra: la escritura es difícil, pero la ventaja de comenzar temprano es que se tiene más resistencia para aguantar ciertas derrotas y disfrutar mucho las victorias.

Ahora, hay una ventaja para los jóvenes y es que las editoriales han visto un nicho de mercado en ellos. Probablemente ciertos editores van a tomar un autor joven para formarlo, y tienen así un sujeto productivo durante 40 años, que haga una novela cada año o dos años. Los escritores de mi generación sí tuvieron que enfrentarse con muchas barreras editoriales. No sé ahora, pero en mi época llegar con un manuscrito de 300 páginas a una editorial era inviable, el riesgo era muy alto para la editorial.

SEMANA: ¿Cómo se dieron las cosas para publicar con Rey  Naranjo?

J.A.G.: Quiero destacar la modalidad del estímulo que comenzó a implementar el Idartes: darle un premio monetario al autor, pero al mismo tiempo abrirle la posibilidad a que editoriales independientes o no editen los libros, que son ellos los que manejan el tema.

Hice un sondeo y definitivamente la mejor opción era con Rey Naranjo. John se interesó mucho en el texto y publicó un hermoso libro. Uno como autor se olvida de ese componente visual, donde el libro también entra por los ojos.

SEMANA: La portada y los cuentos están acompañados por las ilustraciones de Marcela Quiroz. ¿Tuvo contacto con ella antes de que hiciera las ilustraciones? ¿Qué opina de su trabajo?

J.A.G.: No, no tuve relación con ella, pero yo sé que nos amamos. Ella en algún momento publicó un comentario sobre las historias, y cómo le motivaron esas ilustraciones, y fue un comentario elogioso y valioso para mí. Amo su trabajo.

La literatura también se vale del dispositivo, del libro como código de comunicación. Está el componente editorial que hunde o catapulta el trabajo. Todo ese manejo gráfico y editorial exalta los textos. La gente de todas formas se queda con las historias, pero muchas veces llegó a ellas por el trabajo visual.

SEMANA: Hay escritores que no creen en la utilidad de darle un consejo a una persona que apenas comienza a escribir. En su recorrido como escritor, ¿hubo algún consejo que le ayudó en el camino?

J.A.G.: En mi caso, todos los comentarios que recibí apuntaban a que no escribiera. Es bien irónico, más en una sociedad como la nuestra, pues por las pocas oportunidades en el mundo literario las rivalidades son enormes. Y no solo acá en Colombia, en otras partes también. Nadie quiere deberle nada a un contemporáneo.

Esas tensiones existen, y en mi caso estuvieron presentes siempre. Yo derivo de ahí la opción de la obstinación. Que a uno le digan que no es posible, es esa resistencia lo que impulsa a que uno tenga fe en su propuesta.

Ese sería el consejo: enamorarse del oficio y escribir porque a uno le gusta.

Hay que tener valor y la certidumbre de que estamos escribiendo la arqueología del futuro. Ya el éxito es otra cosa. Es gozoso escribir, es gozoso pensar. Podemos construir sociedad y afectar sensibilidades, y eso a la vez, en el mejor de los casos,  multiplica la inspiración.


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