Por Xavier Fontdeglória Foto Chandan Kanna AFP
Mundo Global El País (Es)
La noche del 29 de noviembre de 1995, la policía de la localidad de Huzhou, situada en la provincia oriental de Zhejiang, recibió una llamada telefónica que alertaba del asesinato de varias personas en una pequeña pensión de la localidad. El señor Min y su esposa Qian, que regentaban el local, su nieto de 13 años y uno de los huéspedes fueron golpeados en la cabeza hasta la muerte. Las fuerzas de seguridad no pudieron entonces identificar al culpable, hasta que la perseverancia y la suerte les llevaron hace unos días hasta Liu Yongbiao, un reconocido escritor oriundo de la provincia de Anhui que hace unos años anunció su intención de escribir una novela negra sobre un caso que recuerda enormemente al suyo.
Las pesquisas realizadas durante los meses siguientes determinaron que el móvil del crimen múltiple fue el robo. Los agentes, según el periódico China Daily, determinaron que los ladrones fueron pillados in fraganti, con lo que mataron a golpes al cliente. Después, y con el fin de ocultar el crimen y que no hubiera testimonios, fueron a por el resto de personas que en ese momento había en la fonda: los dueños y el nieto.
Los familiares y conocidos de los fallecidos se descartaron rápidamente como sospechosos, así que la búsqueda se centró en los huéspedes y transeúntes. Pero todas las pistas se quedaban en punto muerto. No era fácil: por aquel entonces, alojarse en un establecimiento en China no requería presentar identificación, no había cámaras de seguridad ni en el edificio ni en su entorno y algunas de las pruebas encontradas en el lugar del crimen, como huellas dactilares o unas colillas, eran difíciles de analizar porque la tecnología no estaba lo suficientemente avanzada.
Una de las camareras del establecimiento aseguró entonces, sin embargo, que el día anterior habían llegado dos hombres procedentes de Anhui a pasar la noche. Lo sabía, dice, por el acento y sus gustos culinarios. Los investigadores los consideraron como principales sospechosos y peinaron esta provincia vecina para localizarlos, pero tras interrogar a más de 2.000 personas tampoco hubo suerte. El caso quedó estancado, pero no se cerró. Y de vez en cuando la policía seguía intentando encontrar una coincidencia, un nombre, procedente de la saliva de las colillas con una base de datos que se iba actualizando.
Liu Yongbiao, entretanto, se labró una nada despreciable trayectoria como escritor en su provincia. Una de sus novelas ganó el galardón literario más prestigioso de la región en el año 2005, otra fue adaptada a serie de televisión y logró ser admitido como miembro de la Asociación de Escritores de China. En 2010 publicó El secreto culpable, un libro que relata la vida y perspectivas de varios agricultores pobres, como fue su caso. Lo inquietante —visto después— era el mensaje que dejó en el prólogo, en el que expresaba sus deseos de escribir una novela "sobre una hermosa escritora que ha matado a muchas personas, pero los casos siguen sin resolverse".
Este verano la policía volvió a intentarlo. La base de datos había incorporado hasta 3.000 nuevos perfiles a raíz de otro asesinato reciente ocurrido en el condado de Nanling, donde vive Liu, y otras pistas del caso de Huzhou que les llevaban hasta la zona. Esta vez sí hubo coincidencia.
"He estado esperando este día durante mucho tiempo", dijo Liu a los agentes cuando irrumpieron en su casa el pasado viernes 11 para detenerle. No ofreció resistencia alguna. El escritor confesó los asesinatos de hace 22 años y aseguró que lo hizo junto a un amigo, de apellido Wang, que fue detenido días después en Shanghái. Según los agentes, Liu había hasta preparado una carta para su mujer en la que resolvía ciertos asuntos familiares: "Ahora puedo liberarme del tormento espiritual que he sufrido durante todos estos años", le escribió.