Por Ivanna Soto Foto Cortesía Editorial Norma
Clarín (Ar)
Los colores brillantes de los peces koi son el único medio de contacto que encuentra la protagonista de esta historia con su hermano autista, de cuya existencia se enteró luego de la muerte de su padre ausente. Sobre la dificultad para construir vínculos trata Koi, la primera novela para adolescentes de Ezequiel Dellutri, el autor argentino que acaba de ganar el Premio Norma 2018 en la categoría juvenil, dotado en 15 mil dólares y seleccionada por unanimidad por los escritores Sergio Andricáin (Cuba), Benito Taibo (México) y la editora Laura Leibiker (Argentina) entre un centenar de manuscritos de Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Ecuador, Cuba, México, Colombia, Puerto Rico, Guatemala, Nicaragua y Venezuela. “El premio significa cumplir un sueño, empezar una etapa distinta, pero, sobre todo, llegar a más lectores. Quiero compartir con otros las historias que se van tejiendo en mi cabeza”, cuenta.
-Ya escribiste ensayos para adolescentes, pero Koi es tu primera ficción juvenil. ¿Cómo surgió?
-En la novela quise contar la relación entre dos personas que tienen necesidad del otro y al mismo tiempo son incapaces de comunicarse. Tiene que ver con el encuentro con gente con la que cuesta establecer un vínculo. La historia surge de una necesidad mía real y concreta de acercarme a una persona a la que no podía hacerlo, y eso implicaba un trabajo desde otro lugar para derribar barreras.
-¿Podría tener una lectura política?
-Sí, podría ser, pero no lo pensé de ese modo. Soy una persona que tiende a un humanismo llano, es decir, que los seres humanos, al margen de su ideología política, necesitan establecer un vínculo con el otro, que tiene que ser un bastón, una ayuda para avanzar. La vida es un vacío absoluto, y la única posibilidad de esperanza radica en el otro.
-¿Siguen existiendo tabúes temáticos en la literatura juvenil?
-Sí los hubo, pero de a poco van cayendo. Están irrumpiendo otros temas en la literatura juvenil, se está trabajando con muchísima conciencia con respecto a eso y se están contando historias que se pueden leer a partir de la adolescencia, es decir, desde los 12 años en adelante, para toda la vida.
-¿El tratamiento es lo que determina la edad del lector?
-Claro, es más la labor literaria que el tema en sí. Sí hay otro manejo de la información, de cómo se presentan los personajes, pero fuera de eso he leído novelas juveniles que abordan todo tipo de temas: sexualidad, política...
-¿Qué te atrae de escribir para este público?
-En primer lugar, me retrotrae a mi adolescencia, que es un momento que uno vive en el límite de lo excesivo. Eso es lo que me gusta: poder hablarle a una persona que está viviendo con absoluta intensidad y profundidad. Y, al mismo tiempo, que está en proceso de formación; con una novela podés convertirla en lectora, podés acercarla a reflexionar sobre determinados temas. Leo textos de la literatura juvenil de hoy que me hubieran gustado leer en mi adolescencia, porque me hubieran ayudado a pensar sobre ciertos temas que pensé mucho tiempo después. Soy docente y amo trabajar con adolescentes. Es hermoso entrar en contacto con sus ideas y conceptos. Me gusta compartir con ellos, me transmite vida. Y, a veces, cuando nos ponemos viejos, se nos va un poco eso.