Revista Pijao
Darío Ortíz Vidales
Darío Ortíz Vidales

 

Hoy hace 16 años murió mi padre, el intelectual chaparraluno Darío Ortiz Vidales, quien fuera político, abogado, periodista, historiador, escritor, así como talentoso pintor aficionado de escasa producción.

Su generación pasó la infancia entre la segunda Guerra Mundial y el nueve de abril, creció durante la violencia, protestó contra la dictadura de Rojas Pinilla, celebró el triunfo de la revolución cubana, mayo del 68 y el Frente Nacional; nos legó la Constitución del 91 y el fin del bipartidismo. Y tristemente vio el surgimiento del narcotráfico, el paramilitarismo y la rampante corrupción política, hechos que en algunos casos vio venir y denunció en sus textos periodísticos.  

Abogado del Externado, especializado en derecho penal en Italia, fue de los primeros colombianos en tener carnet de periodista por sus años de director de El Cronista. Nombrado por el presidente Carlos Lleras llevó el Seguro Social al Tolima y a otros departamentos como su primer director, fue muy joven joven Secretario de Hacienda, Contralor Departamental y posteriormente Congresista por el partido Liberal. Hacía campaña a lomos de mula por las trochas intransitables del sur del Tolima, improvisando intensos discursos donde mostraba su prodigiosa memoria y sus enormes deseos de cambio, con un humor lúcido e inagotable. Cuando el dinero llegó a la política en borbotones, impecune perdió una elección tras otra dedicándose entonces al periodismo político, dirigiendo la revista Consigna, y al derecho penal, defendiendo insolventes. 

Fiel a su estirpe que estaba en la política por voluntad de servicio, y creía con Echandía que en ella se podía meter la pata pero nunca la mano, tuvo durante 20 años un Renault 4 y solo pudo comprar una modesta casa propia y cambiar de carro, por otro modelo de gama baja, cuando se pensionó. Algo impensable hoy en día cuando vemos enriquecerse a las personas al menor contacto con el poder. 

Creía fervorosamente en las salidas políticas y negociadas de los conflictos armados, y por esa razón se jugó su carrera y su pellejo por llegar a amnistías y acuerdos de paz con los alzados en armas. Fue uno de los redactores de un código penal, una reforma constitucional y vi en su oficina redactar artículos que hoy están casi exactos en la Constitución del 91.

Escribió varios libros dedicados principalmente al estudio de las revoluciones y los procesos sociales en Colombia y una novela con cierto prestigio en círculos literarios. Fue un columnista agudo, crítico y sarcástico que no pocas veces pudo prever con claridad lo que habría de venir, como el matrimonio de la política y la ilegalidad, el asenso al poder del paramilitarismo, las flaquezas de los gobernantes locales y la pérdida del liderazgo tolimense en la política nacional, así como vaticinó en muchos textos la irrefrenable sed de poder de Álvaro Uribe desde el momento en que lo entrevistó para la Casa Editorial de El Tiempo. 

Sin embargo, toda su parábola vital podría resumirse en que era un intelectual a carta cabal con miles de libros en la cabeza. Fue consejero de algunos de los políticos más notables de su tiempo, varios que afirmaban que había sido uno de los hombres más inteligentes que habían conocido y parte de una veta dorada de lúcidos tolimenses, veta que hoy no sabemos si esta extinta o simplemente cubierta por el imparable triunfo de los mediocres.

Tomado de Darío Ortíz

El Nuevo Día


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