Por Andrés Seoane Foto Lil Castagnet
El Cultural (Es)
Si bien fue una escritora asociada al boom latinoamericano, la obra de Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941) se asemeja más a otro tipo de literatura provista de una modernidad singular que atañe a la estructura y al género de sus artefactos literarios. Este rasgo se encuentra más que presente en su nueva novela, Todo lo que no te pude decir (MenosCuarto), un texto multiforme en el que las peripecias de los personajes se van imbricando de forma casi imperceptible hasta tal punto que casi puede leerse como un libro de relatos. A través de amplias derivaciones de tono y temática, la escritora uruguaya despliega una reflexión sobre el misterio de las relaciones personales, tema constante en su obra narrativa y poética, y sobre la mayor asimetría que se da en el mundo, la diferencia sexual y de género. Además, como asegura uno de los personajes, las historias cruzadas de la novela esconden secretos porque "siempre hay algo que no se dice. Nunca podemos saber sobre los demás, sólo lo que nos quieren decir".
Pregunta.- Entre el último año y éste ha publicado un libro de relatos, un poemario, una antología de versos y ahora esta novela, ¿a qué se debe este frenesí productivo?
Respuesta.- Mi escritura abarca todos los géneros, en este caso coincidieron en el tiempo diferentes obras. También la Universidad de Sevilla publicó un volumen monográfico escrito por 21 académicos de universidades de todo el mundo con el título Erotismo, transgresión y exilio: las voces de Cristina Peri Rossi, que abarca toda mi obra y en la que se incluye un capítulo autobiográfico inédito. No hay una razón, tú lo llamas frenesí que es del orden de las pasiones. Digamos entonces que mi pasión por la vida y la escritura fue más intensa todavía. Y agrego que siento que publiqué uno de mis mejores libros de relatos y una de mis mejores novelas. La poesía es más sutil: no admite comparaciones.
P.- Todo lo que no te pude decir va transformándose página tras página, mutando en una historia completamente diferente cada poco, ¿por qué?
R.- La vida es transformación, la novela no puede ser estática, lo único estático es la muerte. Los personajes de mi novela hacen cosas, tienen pasiones (etimológicamente la palabra viene de padecer) están vivos, gozan, sufren, interactúan, siempre son seres deseantes e ignoran su destino como cada uno de nosotros.
P.- Juega totalmente con la estructura, puede ser una novela o un libro de relatos, e incluso mezcla lenguajes narrativos, ¿por qué estas mixturas?
R.- Mi primera novela, El libro de mis primos, de 1971, mezclaba géneros, había incluso versos. En la más famosa, La nave de los locos, hay recortes de prensa, diarios personales, referencias bíblicas, pictóricas, literarias. La novela dejó de ser realista y decimonónica en casi todas las culturas. En España menos a causa del franquismo, pero en castellano, Rayuela, de Julio Cortázar, rompió con todas las tradiciones, como lo hicieron Foster Wallace, Lydia Davis, Clarice Lispector o Lobo Antunes. Una novela con inicio, nudo y desenlace me parecería arcaica. Creo que hay que escribir bien y no aceptar fórmulas ni convencionalismos, escribir como lo necesita el texto y no las reglas. Y en cualquier caso, ser moderno, como pedía Rimbaud.
P.- En el fondo de todas las tramas late la exploración del amor, de las relaciones personales, una constante en su obra, ¿por qué esa búsqueda?
R.- Somos seres gregarios, el otro (hombre o mujer) interactúa, nos seduce, nos irrita, somos su cómplice o su enemigo, colaboramos o nos desafiamos y competimos, una gran variedad de emociones y sentimientos que nos atrapa. "El infierno son los otros", dijo Sartre, pero él era el otro de Simone de Beauvoir. Para Mark Twain, en cambio, Eva era el paraíso. ¿Cómo no iba a ser ese el tema de la mayoría de las obras literarias o del arte en general?
P.- Asegura que "La mayor asimetría del mundo es la sexual, hombres y mujeres somos completamente diferentes", ¿en qué sentido lo dice? ¿Qué implicaciones tiene esta realidad?
R.- No lo aseguro yo, lo aseguran científicos que estudian el cuerpo de hombres y mujeres, lo dicen los psicólogos también. Esas diferencias son un abismo que hay que franquear con todos los conflictos, seducciones, frustraciones y malentendidos que implican. No es lo mismo menstruar que no menstruar, parir que no parir, no es lo mismo que un cerebro de mujer tenga miles de neuronas espejos y que el del hombre no. ¿Es posible amar las diferencias? Uno de los personajes de mi novela, Claudia, dice que amó a Suárez justamente por ser diferente, en cambio otra mujer, Silvia, fue víctima de esa diferencia, y Fonseca dice que si las mujeres supieran las fantasías masculinas serían todas homosexuales. Es lo que dicen mis personajes.
P.- Pueblan la novela, múltiples referentes culturales procedentes del cine, la pintura, la fotografía, el psicoanálisis y por supuesto la literatura, ¿por qué todas estas referencias?
R.- Me fascinan las relaciones entre ciertos mitos, leyendas que atraviesan todas las épocas desde los griegos hasta nosotros. El rapto de Proserpina por Plutón originó leyendas hasta el gran poema de Curtius La muerte y la doncella, que a su vez inspiró a Schubert una famosa balada, y poco después a Egon Schiele un cuadro terrible con el mismo nombre. Luego, Ariel Dorfman escribió la obra de teatro y Polanski la llevó al cine. Y ahora, la recojo yo. Hay en estos mitos modernizados la fascinación de lo simbólico, de las fuerzas más primitivas e instintivas del ser humano, como ocurre con la famosa película King Kong que también evoco. Esto permite varios estratos de lectura: el más superficial se quedará en lo anecdótico, en la trama, el lector curioso aprenderá, y el que ya sabe gozará con el reconocimiento.
P.- Como se desprende del título siempre hay algo que no se dice. ¿Nunca podemos saber todo sobre los demás, sólo lo que nos quieren decir? ¿Es necesario saberlo todo?
R.- Nunca sabremos todo acerca de nada, ni de nadie, por lo cual el interés, la intriga y la duda son permanentes, porque como dijo Mefistófeles en el Fausto de Goethe, los seres humanos somos insectos curiosos olisqueando el estiércol. Saber es una pulsión innata, insaciable tanto de los hombres como de los animales que sólo puede terminar con la muerte. Por supuesto que sólo sabemos lo que el otro o la otra nos quieren mostrar y además nuestras propias fantasías e ilusiones a veces convierten al otro en un maniquí de lo que soñamos. Y no siempre nuestros sueños son buenos, hay sueños de dominación, de sadismo, de posesión, de esclavitud. En mi novela algunos personajes quieren saber y otros prefieren callar. En todo caso yo soy de las que prefieren saber, aunque piense que casi todo saber es provisional e ilusorio.
P.- La trama da un giro hacia el final de la novela y aborda de refilón la dictadura uruguaya, ¿es un tema que tiene constantemente presente al escribir?
R.- No siempre. En este caso simplemente hay dos personajes cuyo vínculo de amor-odio nace en las catacumbas de la tiranía. La dictadura es un tema que ya desarrollé en mi novela La nave de los locos, de 1984, sin especificar de qué país, porque todas son iguales, totalitarias, represoras y brutales. Y yo nunca escribo el mismo libro.