Con esto de estar “conectados” permanentemente a las llamadas redes sociales, WhatsApp, Facebook, Twiter… etc. etc. desde un largo tiempo para acá estamos siendo invadidos por una serie de videos, stickers, emojis, tarjetas virtuales y demás, en los que se nos incita a ser felices, a disfrutar de la vida, abrazarnos, amarnos y saltar plenos de alborozo y contento con ánimo regocijado. Tomar del día lo mejor y sobre todo, ser felices. Deber maravilloso, la felicidad. No sé cuando apareció la CARITA FELIZ que al parecer es la antecesora de todo este cargamento de mensajes alusivos a la alegría, el júbilo y la felicidad, pero recuerdo que a mi pequeña hija en el Kinder, por los años 90s del siglo pasado, ya le calificaban sus ejercicios de aprendizaje con dichas caritas.
Varias noticias periodísticas han registrado el hecho de haber clasificado nuestro país como uno de los más felices del mundo. Nuestra música, nuestros bailes, nuestra racial propensión pareciera estar orientada hacia el ruido, la algazara, la fiesta, el desborde de celebraciones, ingesta de licor, sexo y jolgorio. Así reine la pobreza y no se cuente para el mercado del otro día, se gasta lo poco que se tiene para alguna celebración. Recuerdo a una joven empleada doméstica que servía en nuestra casa de veraneo por cortas temporadas, quien después de haber laborado una semana llegó al siguiente Lunes, luego de su descanso dominical alertándome acerca de no haber podido dormir la noche anterior. Al preguntarle la causa me dijo que su bebé de 8 meses no había parado de llorar. ¿Está enferma? le pregunté de inmediato. No, me respondió, fue de hambre, no teníamos que darle de comer. ¿Y el dinero que le pagamos por sus servicios el fin de semana? Me atreví a increparle. Nos los gastamos todo para celebrarle el bautizo el Domingo, fue su respuesta.
En el año 1998 con el Psicólogo estadounidense Martín Seligman surgió la llamada PSICOLOGÍA POSITIVA, lema que él eligió para liderar la APA (Asociación Americana de Psicología) de la cual fue nombrado presidente en dicho año. Seligman en su libro LA AUTÉNTICA FELICIDAD plantea que la Psicología Positiva se basa en tres pilares, a saber: 1-EMOCIONES POSITIVAS. 2-RASGOS POSITIVOS. 3- INTITUCIONES POSITIVAS.
En mi entender cobija lo biológico, lo psicológico y lo social. Me perturba en nuestro ámbito colombiano esta última dimensión; pues si bien es cierto que de algún modo nuestra condición biológica condicionada por lo ancestral podría estar signada por esa sana propensión hacia la alegría, las condiciones socioculturales que signan nuestra historia patria apuntan hacia carencias, injusticias y vejámenes que hacen del panorama institucional algo bastante sombrío.
Siguiendo el orden de ideas en relación con la PSICOLOGÍA POSITIVA y sus planteamientos, se define dicha importante escuela científica, como el estudio de las fortalezas y virtudes humanas las cuales permiten adoptar una perspectiva más abierta respecto al potencial de los individuos, sus motivaciones, talentos y capacidades. Al contrario de los anteriores sistemas psicológicos que investigan la posible existencia de núcleos patológicos que dinamizan en los individuos desajustes emocionales, malestar existencial y enfermedades psiquiátricas en general.
Esta visión reciente enfatiza pues en los aspectos positivos, en las fortalezas, en las dotes que acompañan a la persona.
AFIRMAN LOS REPRESENTANTES DE DICHA PSICOLOGÍA POSITIVA, QUE LA FELICIDAD ESTÁ EN FACTIBILIDAD DE SER APRENDIDA.
Cuenta la corriente de la Psicología Positiva con estudios serios para sustentar su cuerpo de doctrina, con concluyentes tesis con respecto a haber encontrado que las personas positivas, alegres, optimistas, quienes poseen planes de trabajo y creación, quienes se relacionan socialmente en forma funcional y quienes están en capacidad de gozar, amar y sonreír, se enferman físicamente menos que las negativas, pesimistas, poco sociables y con dificultades en su capacidad amatoria, quienes a su vez presentan un ciclo de vida más corto.
Incluso en esta época de pandemia estos psicólogos positivistas están brindando una serie de estrategias para afrontar la situación. Hasta experimentos con grupos de personas han llevado a cabo recurriendo a inocularles “un virus liviano”, encontrando que aquellos con una postura vital optimista son afectadas levemente, en tanto que en los pesimistas la enfermedad en más severa. Alertan en el sentido de saber manejar el estrés para aminorarlo y propenden por una aceptación de la realidad que vive el mundo pero sin pesimismos, angustia catastrófica, ni dramatismos. Cuidan de lo biológico con alimentación sana y ejercicio; de lo psicológico con promover aprendizajes, cultivo de diferentes hobbies: lectura, música, deporte, artes, naturaleza … etc. y, además, como ingrediente principal, la interacción social. Y de lo sociológico en el hecho de tener confianza en la ciencia y sus virtudes en los vertiginosos avances y aplicaciones, haciendo uso de los benéficos soportes médicos en conexión con las posibilidades brindadas por sus diferentes entornos comunitarios.
Todo esto muy interesante y de alguna manera lo constatamos en un porcentaje alto, no total, en nuestros diversos ámbitos familiares, académicos y sociales, pero nos plantea de igual forma múltiples interrogantes.
¿Se podrá aprender la FELICIDAD? ¿Cuáles serían las premisas para ello? Los Psicólogos positivistas están en factibilidad de responder estas preguntas y cuentan con estrategias concretas para guiar a sus seguidores.
Pertenezco a corrientes diferentes en mi campo de acción profesional, mas no así subestimo dichas teorías, pues veo en el panorama conformado por las llamadas Redes Sociales un fluir incesante afincado en ello, que si bien a veces me entusiasma, y lo califico de ser motivador de bienestar y alegría, pues hasta a la sonrisa y a la alegría invita; confieso, que en otras oportunidades, ante tanta saturación me perturba un poco, calificándolo en mi interior de “superficial” y proveniente de “mentes atolondradas”, empeñadas en NEGAR realidades crueles en nuestro devenir existencial: guerras, masacres, enfermedad y caos.
Califico como magnífico adoptar una sana y positiva disposición en el vivir. Disfrutar de un bello amanecer. De una agradable música, de una interesante lectura y una humeante taza de café. Saludar con amabilidad a nuestros empleados. Ser justos y éticos. Sonreír al vecino y ejercer la bondad con el anciano que viene a nuestra puerta a pedir ayuda. Ser agradecidos y ejercer adecuados controles siempre. Promediar nuestro tiempo entre el deber y el placer y ejercitarnos permanentemente en cuerpo y mente. Todo ello al parecer de fácil ejercicio cuando se cuenta con las indispensables comodidades y sustento psicológico e intelectual … pero, ¿cuando las necesidades básicas apremian? Me sacude el ánimo esta pregunta.
Sin embargo, en mi larga experiencia he encontrado personas alegres en medio de carencias y dramas personales. Mujeres positivas, trabajadoras y optimistas, con historias de maltrato desde la temprana infancia y en perenne cadena de ultrajes a su dignidad, quienes lucen “sanas” en su mente y corazón. Igualmente hombres trabajadores y alegres en su quehacer, en ínfimas condiciones sociales. En tanto que he tenido pacientes en condiciones de riqueza y bienestar material, con historias de tenerlo “todo”, pero completamente negativas y amargadas; deprimidas y sin ganas de vivir. Todo lo cual me reconfirma en mi postura biológica-naturista en el sentido de que cargamos un programa genético que nos condiciona psicológica y biológicamente en salud y enfermedad.
No es por tanto un tema fácil este de la FELICIDAD.
Desde tiempos inmemoriales los primeros Filósofos se ocuparon del tema. Igualmente en los tiempos que corren Psicólogos, Médicos y Sociólogos y hasta astrólogos y charlatanes. Desde el ángulo de lo científico en la actualidad, las Neurociencias están llevando a cabo serios estudios en los que los estados de ánimo se ven condicionados por nuestras estructuras neuronales y bioquímicas. Se destacan, entre otros, los resultados con respecto a las DEPRESIONES ESTACIONALES referidos a cómo hasta la luz solar influye en la activación de ciertos neurotransmisores (endorfinas, catecolaminas, norepinefrinas etc) en nuestro cerebro que modulan nuestra alegría o nuestra tristeza; nuestro sentimientos de placer o displacer. Pues bien, han encontrando que las estaciones del año en las cuales la luz solar es escasa y las oportunidades de recibir sus benéficos rayos casi ausente, en éstas estaciones se presenta aumento de dichas depresiones estacionales; en tanto que en estaciones con oportunidades de recibir directamente luz solar, estas tienden a “desaparecer”.
También por el lado del contacto directo con la naturaleza y la actividad física, se han reportado estudios que revelan los efectos maravillosos para la salud y el bienestar brindados por la costumbre, que debemos incrementar cada vez más, de visitar bosques, riachuelos y quebradas, escuchar la música del agua, estar a cielo abierto, sentarnos bajo los árboles para recibir los llamados “baños forestales” que energizan y “limpian” nuestra estructura bio-psíquica; sembrar planas aromáticas y cultivar flores con diversas aromas y colores, tener “contacto” directo con la tierra, cuidar un jardín; y a falta de ello, adquirir el hábito de caminar por senderos ecológicos, humedales, parques arborizados y alamedas que nos están esperando para prodigarnos esparcimiento y salud para el alma y para el cuerpo.
Por otro lado, como dato curioso, encontramos a lo largo del proceso histórico un hecho algo insólito, paradójicamente, los grandes imperios se han venido abajo cuando llegan a la cima de la opulencia y el poder; en tanto que en épocas históricas de gran escasez y drama, han aflorado inmortales obras en literatura, música y arte en general. Humanos demasiado humanos. Contradictorios. Complejos. Inabarcables. Perennes incógnitas sin completa resolución. Eros y Tanatos en indisoluble cohesión que hacen de nuestro ser ente fluctuante entre la vida y la muerte. La creación y la destrucción. La alegría y la tristeza. La Felicidad y la Desesperanza.
Encontraría, - si nuestro programa genético nos lo permite- como posible conclusión desde el ángulo que me compete como psicóloga clínica, que la prevalencia de Eros sobre Tanatos nos proporcionaría una positiva y constructiva postura en nuestro existir. Solo así podremos ser optimistas y desarrollar sanas defensas psicológicas ante la adversidad, para poder ejercer la necesaria resiliencia, esa capacidad maravillosa que nos lleva a superar circunstancias traumáticas y la cual es fuente indispensable para potenciar la felicidad.
Amor en su amplio espectro. A mí mismo, a los que me rodean, a nuestros sueños e ideales, al deber, al trabajo, a nuestro existir y a nuestro entorno todo. Vibrar amorosamente al unísono con nuestro planeta en un canto a la vida. AMOR Y PAZ.
RUTH AGUILAR QUIJANO
Especial Pijao Editores