Por Javiera Guajardo
La Tercera (Ch)
Ana tiene 33 años, es escritora y quiere tener un hijo. No, no quiere. Más bien lo necesita hasta un punto obsesivo y delirante. Ella sabe que su fertilidad irá disminuyendo y se llevará las posibilidades de ser madre. Esa idea, y los miedos que arraiga, se transforman en una sombra que la acosa.
Recuerda que desde niña su abuela le decía que tuviera un hijo, que daba lo mismo con quien. Con el deseo de la maternidad encendido viaja becada a una residencia para artistas en Bogliasco, Italia, con la falsa intención de escribir un libro durante los dos meses que dura su estadía. “Al parecer solo vine acá para tener un hijo… Este mes intentaré quedar embarazada. Solo quedan 42 días”, escribe cuando llega a la pequeña provincia de Génova. Día a día, en una cuenta regresiva, Ana apunta lo que siente, piensa, hace o no para lograr su meta.
Entre Ana, la protagonista de Diario de quedar embarazada (Ediciones B), y Claudia Apablaza (1978), su autora, hay varios puntos de encuentro. Ambas son escritoras con más de treinta años y fueron a una residencia en Bogliasco. Ahí donde Ana busca quedar embarazada, Claudia, fundadora de la editorial Los libros de la Mujer Rota, dio forma a la primera parte de esta novela de autoficción. Explica que fue durante su estadía en Italia donde se cuestionó la maternidad y apareció el delirio del personaje.
Cuatro años después, con ocho meses de embarazo, Ana se enfrenta a la locura temporal que la poseyó. “Voy a intentar leer todo de un tirón”, se propone. Lee y corrige entre desvelos, ansias y paranoias, y un nuevo diario comienza a gestarse. Donde las ideas pasadas y presentes se contraponen mientras Ana entra en la fase final de su embarazo.
“Di vueltas harto tiempo con el libro, sentía que le faltaba algo y lo dejé guardado. Después de que nació la Eloisa (2016) le puse esa segunda parte”, cuenta Aplazaba sentada en el comedor de su departamento en Ñuñoa, donde en la pieza del fondo funciona la editorial que gestiona junto a su esposo y padre de su hija, Jorge Núñez. Es en ese estudio donde ambos editaron o tradujeron los 13 libros que han publicado en los dos años que llevan funcionando, con obras de autores nacionales como Arelis Uribe (Quiltras) y Richard Sandoval (Tanto duele Chile), e internacionales como Megan Boyle (Cómo darle sentido a una vida que no tiene sentido) y Tao Lin (Nadie sabe por qué estamos aquí).
Para la escritora y editora el embarazo, y la preocupación en torno a él, fue un tema que optó por posponer hasta pasado los treinta años.
“Creo que después de los 35, las mujeres entran en un periodo donde el embarazo se vuelve un asunto delirante, de si lo van a lograr o no y se entiende ese miedo, debe ser un proceso doloroso”, reflexiona la autora de Goo y el amor (2012), quien tenía 33 cuando comenzó a escribir los diarios de Ana.
Además del contexto ¿Hay otras similitudes entre usted y Ana?
Yo a veces soy bien delirante o más que delirante muy intensa con las cosas que me pasan. Con los temas que me meto demasiado a fondo, llego a estados muy altos de locura, pero me gusta esa intensidad. Porque eso me permite escribir, sin ella no podría. Los libros que he escrito han sido con mucha intensidad amorosa o dolorosa. Eso lo tengo.
Fue una coincidencia que cuatro años después de hacer el primer borrador de Diarios de quedar embarazada, Claudia Apablaza se enamorara, casara y embarazara, dándole la idea de agregar la segunda parte. “No escribí una biografía para mamás, es una novela como cualquiera de mis otras novelas y que habla de la maternidad, es una etapa que calzó”, explica después de preparar la comida a su hija mientras que su pareja estudia.
La nueva obra estará disponible en librerías desde este martes y su presentación se realizará el jueves 19 en el Centro Cultural Casa O, ubicado en el barrio Lastarria. Apablaza estará acompañada del escritor Matías Correa y la diseñadora gráfica Eleonora Aldea.
Al igual que en sus libros anteriores la experiencia de la autora juega un rol principal en la narración. “Cada escritor es capaz de generar distintos ejercicios literarios. Hay unos que solo pueden trabajar desde la autoficción, yo me considero uno de esos: me gusta partir de mi y después generar mundos de ficción”, afirma. Considera que la ficción pura es un ejercicio complejo, pero que espera poder lograr a través de la obra en la que se encuentra trabajando rodeada de estantes donde sobresalen títulos de Roberto Bolaño, Julio Cortázar, Jack Kerouac y Ricardo Piglia.