Por Andrés Gómez Bravo
Especial para La Tercera (Ch)
Escuchó el anuncio por televisión. Estaba en Alemania, donde vive hace 30 años, cuando ETA declaró el fin de la lucha armada. Fernando Aramburu (1959) creció en los años más duros del terrorismo vasco, y la noticia tuvo una resonancia especial para él: “Sentí un inmediato alivio no exento de desconfianza. No habría sido la primera vez que una banda organizada para liquidar seres humanos se tomaba un receso para rearmarse o introducir cambios en su estrategia”, dice.
Una desconfianza similar es la que siente Bittori, protagonista de su novela Patria, quien perdió a su marido a manos del terrorismo. Cuando se entera de la noticia, decide ir a la tumba de aquel: “No creo que te alegres; pero, en fin, es la noticia del día y tienes derecho a conocerla”, dice ella.
Publicada el año pasado en España, Patria es una novela de 600 páginas que se convirtió en un inusitado fenómeno: uno de esos extraños casos de coincidencia en el gusto de la crítica y los lectores, como ocurrió con Soldados de Salamina de Javier Cercas (2001).
Si Cercas abordó la Guerra Civil, Aramburu se interna en los miedos, traiciones y heridas que provocó ETA en la sociedad vasca. Y lo hace a través de un relato coral, donde están la viuda de un empresario asesinado, su vecina y madre de un joven terrorista, y un conjunto de personajes que le da rostro humano al conflicto. La novela recibió el Premio de la Crítica, fue elegida Libro del Año y suma más de 200 mil copias vendidas.
Tal vez el corolario de estos elogios lo puso Mario Vargas Llosa en su columna El país de los callados: “Hace tiempo que no leía un libro tan persuasivo y conmovedor, tan inteligentemente concebido, una ficción que es a la vez un testimonio tan elocuente sobre una realidad histórica como lo fueron, en su momento, la novela de Joseph Conrad The Secret Agent, sobre los anarquistas londinenses del XIX, o La Condition humaine, de André Malraux, sobre la Revolución China”, escribió.
En la Feria del Libro de Madrid, donde fue uno de los autores más solicitados, Aramburu respondió preguntas por mail La Tercera.
¿Cómo nació la novela?
Nació de mi firme voluntad de escribirla. Hallé que mi memoria personal estaba abarrotada de materiales para un largo y pormenorizado relato novelesco. Finalmente intervinieron las circunstancias en forma de una anotación antigua en un cuaderno de apuntes y de una imagen repentina que me hizo ver de golpe la escena final de la novela.
Los personajes y situaciones que narra, ¿tienen base real?
Completamente y en un doble sentido. Por un lado, todos ellos están inspirados en gentes de la zona; por otro, yo no habría concebido sus vidas sin la historia colectiva que tuvimos previamente.
¿Investigó para escribir?
Investigué, pero sobre todo orienté mi vida durante varios años en función de la novela. Esto es, fui, vine, conversé, leí, anoté con la vista puesta en encontrar asuntos para mi libro.
¿Le ayudó escribir desde Alemania?
Alemania me ha proporcionado una perspectiva. En realidad, la única de que he dispuesto, por lo que no sabría decir qué cosas habría escrito yo en el caso de haber residido en otro lugar. La circunstancia de vivir en Alemania acaso me haya procurado sosiego para la reflexión y el análisis, así como una visión panorámica de los sucesos de mi país originario.
¿Cómo recuerda los años de violencia durante su juventud?
Fue durante la adolescencia cuando fui consciente de la violencia que procedía de la dictadura de Franco y la que desplegaban las distintas ramas de ETA. Hoy todo aquello me recuerda esos cuadros de El Bosco, con cientos de figuras humanas en continuo movimiento, agitadas por diferentes pulsiones y utopías. Aquella experiencia y el conocimiento adquirido con la lectura de los libros me alejaron para siempre de la tentación totalitaria.
De la Guerra Civil española hay muchas novela; en cambio, del terrorismo vasco menos, ¿por qué?
Quizá porque es más reciente y los escritores están afinando el instrumento.
¿Qué siente que aporta su novela para comprender el problema?
Mi novela se limita a cumplir los requisitos que le son propios a la ficción. Cuenta, por consiguiente, historias privadas, abre un espacio narrativo a la intimidad, muestra a su manera cómo repercute la historia colectiva en un puñado de personajes.
¿Cómo puede resonar esta novela en otras latitudes?
Al principio pensé que Patria podría parecer excesivamente localista fuera de España. En enero pasado la presenté en Colombia. Me complació constatar que mis temores eran infundados. Asimismo me lo corroboró mi editor alemán. Patria es mucho más universal de lo que yo pensaba al principio. ¿En qué sociedad no ha habido o hay violencia? ¿Cuánta gente no ha perdido a un padre, a una hija, a un hermano, en un conflicto de algún tipo? ¿Quién está libre de la experiencia de la pérdida de un familiar? ¿Quién no está expuesto a la depresión, al fanatismo, al remordimiento de culpa, al odio?
¿Qué piensa del nacionalismo hoy en Europa?
El nacionalismo sigue vigente en Europa. En los países nórdicos está aposentado en la extrema derecha; en los mediterráneos, en el ala opuesta. A diferencia de los nacionalismos del siglo XX, que eran expansivos y racistas, estos de ahora son claramente de repliegue. Quieren ponerle límite a la globalización, establecer cotos pequeños, salvaguardar pequeñas tradiciones, construir el jardín social de los selectos.
¿Cómo se explica la respuesta de lectores a su novela?
No me lo explico. Esa es la verdad. Como un niño travieso, pulsé una tecla del órgano y un bufido descomunal resonó en el templo. Esta misma pregunta se la formulé al editor. Al cabo de un tiempo, comprobamos él y yo que su respuesta tampoco alcanzaba para explicar el fenómeno Patria. Yo nunca he sido un escritor que urde el best-seller. Ni siquiera conozco la receta. Quienquiera que lea mi novela, advertirá que rebosa de licencias literarias y lingüísticas. No hay día en que un intelectual, periodista, opinante, no se aventure a explicar lo que está pasando con mi libro o quizá, más exactamente, a partir de mi libro. Yo me quedo con lo de la tecla del órgano.