Revista Pijao
Antonio Sarabia, una voz única en la literatura de América Latina
Antonio Sarabia, una voz única en la literatura de América Latina

Por José Manuel Fajardo

Especial para El País (ES)

 

El pasado 3 de junio falleció en Lisboa el escritor mexicano Antonio Sarabia. Nacido en Ciudad de México el 10 de junio de 1944, residió durante años entre París y Guadalajara y llevaba más de una década en la capital portuguesa. Su trayectoria literaria es una de las más singulares dentro de la literatura en lengua española de nuestro tiempo. Publicó su primera obra tardíamente, en 1991, a los cuarenta y siete años, y lo hizo de manera magistral, con una novela, “Amarilis”, en la que entraba en el corazón de Lope de Vega y de su tiempo, el Siglo de Oro español.

En las siguientes novelas prosiguió su búsqueda narrativa en el espejo de la Historia, pero muy lejos de los estereotipos de la llamada novela histórica. Jugó con la vida reencarnada de Napoleón, evocada a través del humor y el delirio, en “Los avatares del piojo”. En “El retorno del paladín” hizo de la Granada nazarí el escenario de un relato que al mismo tiempo constituía una apasionada reflexión sobre el proceso de la escritura literaria (esta fue en realidad la primera novela que escribió, aunque la publicara en 1994). En “El cielo a dentelladas” imaginó el descubrimiento a la inversa de la Europa renacentista por el joven indígena taíno que Bartolomé de las Casas recibió como esclavo cuando era adolescente. Y se atrevió a regresar al mundo de Homero en “Troya al atardecer”, y a dar vida en él a dos nuevos héroes de su invención, Timalco y Lisandro, dos hermanos gemelos emplazados de ambos lados de las murallas de la ciudad sitiada, que han entrado por derecho propio en el panteón de los héroes legendarios.

Sarabia afirmó la mexicanidad de su literatura escapando a los tópicos. No quiso ser autor de exotismos para lectores europeos, sino una voz que dialogaba con la herencia múltiple de la cultura mexicana. Con la Europa de la que había venido la lengua en que escribía. Con el México telúrico cuya intensidad y crispaciones conocía tan bien y que está presente en otras de sus novelas. En “Los convidados del volcán”, la voz de la tierra se expresa a través de los sueños de la cofradía de soñadores que el volcán de Colima usa como intermediarios con el mundo de los humanos. Y la violencia de su tierra está presente en sus dos últimas novelas: “Los dos espejos”(2013), en la que regresa al universo onírico de Colima mediante la historia de un asesinato, y “No tienes perdón de Dios” (2017), donde humor, novela negra y poesía se dan la mano en un texto que acaba de ser acogido por la crítica en Francia con los mayores elogios. Y como resumen antológico de su sabiduría narrativa, un extraordinario libro de relatos titulado “Acuérdate de mis ojos”.

Independiente pero no solitario ni aislado, Sarabia supo tejer una red de complicidades creativas con otros autores, que di0 como fruto los libros “Primera noticias de Noela Duarte” y “El refugio del fuego”.

En un tiempo en que se habla más de lo que los escritores hacen o dicen, que de aquello que escriben, en la que pesan más las cifras de ventas que la calidad de la prosa y la literatura parece haber entrado en el vodevil de la sociedad del espectáculo, Antonio Sarabia lo apostó todo a su escritura. Dejó que fuera ella quien hablara por él. Se alejó del ruido, puso distancia con los círculos de poder culturales, se convirtió en una voz única e independiente dentro de las letras mexicanas y latinoamericanas. No cosechó más triunfos ni prestigio que los que su obra le reportó. Sin concesiones. Sin componendas. Sin adulaciones. Con su muerte desaparece una figura cuya talla y trascendencia sólo podrán ser verdaderamente valoradas como sucede siempre en la verdadera literatura: con el discernimiento del paso del tiempo y con la permanente seducción de sus palabras. Intuir, soñar, atreverse, no dejarse reducir a una categoría, darlo todo en el texto, cuidar la prosa, hacer de la exactitud una obsesión, nombrar las pasiones sin aspaviento para llegar al corazón, certero. Ese era el estilo de Antonio Sarabia. Eso es escribir. Quien lo leyó, lo sabe.


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