Por Mariana Perel Foto Gerardo Dell’ Oro
Clarín (Ar)
Las palabras aterrizan a su antojo en este encuentro hecho de papel, reflexiones y preguntas. La escritora Ana María Shua, dispuesta a develar el proceso creativo de la escritura (“Aunque lo creo imposible”). Sin embargo, aquí están ella y su manera de contar.
Escribe por las mañanas. Se acomoda frente a la computadora junto a una jarra eléctrica de agua caliente para los sucesivos cafés cortados; lo que sea necesario para no abandonar el espacio: “Armé una oficina en casa; es mi lugar. Cierro la puerta y estoy sola”. Los dedos funcionan como prolongaciones de su mente. “Gracias a mamá estudié, a los 12 años, en la Academia Pitman; escribo sin mirar el teclado”. Pinceladas de familia, costumbres y seres queridos generan climas entre renglones: “A las palabras hay que buscarlas siempre”. Autora de novelas, cuentos, poemas y microrrelatos, cada género le supone una gestación particular. Escribe novelas y cuentos largos en casa, trabajosamente. “A veces sale un párrafo; con suerte una página entera. El resto del día pienso cómo sigue la historia, sé dónde quiero llegar, pero no cómo; me sorprendo por la calle reproduciendo diálogos entre personajes”. En cambio a los microrrelatos los escribe en cualquier lado: “Ni siquiera los pienso, nacen con la forma puesta. El género me resulta natural”.
Aprendió que los personajes más interesantes y verosímiles son los reales. “Cuando empecé creía que los escritores inventaban todo, después descubrí que cuando a un personaje le sumás características de alguien conocido se potencia. La realidad no responde a ningún estereotipo, si uno es capaz de saltearse las convenciones que te explican cómo es el mundo y mirarlo de nuevo, entonces podés escribir algo interesante. Hasta se mejora la prosa”.
La existencia, o no, de la página en blanco tan temida le provoca una carcajada angustiosa “Claro que aparece, pero hay maneras de puentearla”. Durante 15 años se desempeñó como creativa en una agencia de publicidad, escribía a diario. “Trabajo en literatura de la misma manera, no espero estar inspirada. Hay épocas largas en que no se me ocurre nada. Es difícil, pero aprendí que, en algún momento, las palabras vuelven. Además, ya tengo obra en la que apoyarme”. El tiempo marcando el paso. “Produzco en contra de lo ya hecho. A medida que pasan los años es más difícil no repetirse. Los escritores buscamos lo inesperado en el estilo, los hechos que pasan, los personajes. Sólo cuando sorprende es buena literatura”.
Ahora trabaja en un libro de microrrelatos. “Por primera vez me resulta trabajoso. Quizá porque pretendo que sea diferente. En este momento hay una especie de magia que no estoy logrando. Vamos a ver si con sucesivas escrituras mejora”.
-¿Pesa que nadie lo pueda hacer por vos?
-Más de una vez pensé que el escultor va con su martillo y el escoplo al encuentro con la piedra. El escritor, más allá de las investigaciones y lecturas estimulantes, no tiene otro material que sí mismo, es angustioso.
Voz de hadas, brujas y amantes desencantados, cuando aparece la mujer que es, Ana María no especula: “El escritor es vanidoso. Si bien es cierto que escribe lo que le gusta leer, o sea, para sí mismo, siempre está buscando lectores. La literatura podría ser mental, si se escribe y publica es para ser leída. La realidad es que todo el tiempo se trabaja con el lector: le hacés trampa, generás suspenso. La escritura misma presupone una lectura”.
-¿La literatura te volvió atrevida?
-Sí. Cuando escribo no me importa nada. Hay cosas que, como ciudadana, no defendería, pero en los textos cumplen otra función. Mi límite es revelar intimidades que pudieran dañar a mi familia, jamás lo haría.
Y, como escapada de un cuento, una voz desobediente revela el mayor de los secretos: “A veces me visita una musa, como si me dictara al oído, son momentos lamentablemente breves”. Entonces sucede lo inexplicable: “Imposible decir lo que pasó, pero pasó. La poesía es lo único que se acerca a la naturaleza del proceso creativo; a la razón no le queda más remedio que abstenerse”.
Premiada trayectoria
Ana María Shua (Buenos Aires, 1951), ganó en 1980 el Premio Losada con su novela “Soy Paciente”. “Los amores de Laurita,” se llevó al cine. “El libro de los recuerdos” tuvo la Beca Guggenheim, y “La muerte como efecto secundario” ganó el Premio Municipal. Su última novela es “Hija” (2016).
La crítica considera sus microrrelatos como los mejores en lengua española. Su último libro en el género es “Fenómenos de circo”. Y acaba de salir “Todos los universos posibles” (Editorial Planeta), un compilado con todos sus microrrelatos. En 2014 obtuvo el premio Konex de Platino y el Premio Nacional de Cuento.