Por José Miguel Silva
El Comercio (Pe)
¿Hasta qué punto el humor puede ayudarnos a superar un momento difícil? La respuesta parece tenerla Alejandro Neyra, escritor y autor de “CIA Perú, 1990. El espía innoble”, tercera entrega de una divertida saga sobre espías, diplomáticos y políticos que surgió en el año 2012 bajo el sello Estruendomudo.
En aquella primera entrega (“Una novela de espías”) el lector conoció al espía austriaco de la DEA Malko Linge y a su fiel discípulo, un joven diplomático peruano dispuesto a seguirle los pasos. Luego vendría “Un espía sentimental”, en la que ambos personajes confrontaron las peripecias del primer gobierno de Alan García.
La trama de “El espía innoble” es algo más reciente y tiene como personaje omnipotente a Vladimiro Montesinos Torres. La mano derecha de Alberto Fujimori muestra su rostro ante un Malko bastante más maduro y reflexivo que antaño, y ante un diplomático con ansias de tragarse el mundo desde su humilde oficina de prensa en la Cancillería.
Conversamos con Alejandro Neyra, actual director de la Biblioteca Nacional del Perú, sobre esta tercera entrega de “CIA Perú”, la cual será presentada este miércoles 12 de julio a las 7 p.m. en la librería El Virrey.
-En tu novela hay varias referencias a grandes autores pero me generó curiosidad una sobre Luis Loayza, un autor peruano de culto. ¿Qué parte de su obra sientes que te ha influenciado en tu carrera de escritor?
Admiro mucho a Luis Loayza y pienso que su prosa es la mejor en la historia de la narrativa peruana, sobre todo si hablamos de sus maravillosos ensayos. Me parece que su obra y su figura están cada vez siendo más valoradas, lo cual me alegra bastante. No pretenderé jamás tener su estilo, pero sí me interesa para el área de investigación que trabajo en “Peruanos de ficción”, en el cual básicamente sigo el ejemplo de “Vagamente dos peruanos” (ensayo de su libro “El sol de Lima”). Pero en esta novela, como pasó en las dos anteriores, el lector encontrará muchas pistas sobre mi vida y también sobre diversos autores que me gustan, sobre lugares donde viví, como por ejemplo Ginebra. Son juegos o guiños a mi propia experiencia para ver si algún lector avisado los capta.
-¿Es imposible imaginarte como un narrador completamente alejado del humor?
Sí. Yo escribo para divertirme. Algunas personas creen que el humor le quita seriedad a las cosas, pero yo creo que cuando eres capaz de desdramatizar ciertos temas es cuando mejor llegas a entenderlos. El humor, la parodia, la sátira o la caricatura –dependiendo del narrador en cada ocasión—es parte de lo que he escrito y de lo que escribiré en el futuro.
-El diplomático que co-protagoniza tu novela pasa de servir en la dura Zimbabue a la cómoda Ginebra. Ya en la vida real, ¿de qué depende que a un diplomático manden a lugares tan distintos como estos? ¿Es un tema de castigos y/o premios?
Muchas veces es suerte, pero también depende de ti y de tu trayectoria. Hoy es un tema mucho más democrático y tú puedes sugerir tres lugares a los que te gustaría ir y la comisión encargada busca adecuarte. Ya no tenemos embajada en Zimbabue, pero te pueden mandar a lugares tan alejados como Tailandia, Vietnam, Malasia, o no sé, consulados en China o Japón. Una vez me contaron que estuve dentro de una terna para ir a Argelia. Quizás eso me habría cambiado radicalmente la vida y probablemente hubiera escrito otras cosas.
-¿Sería pecar de egocentrista si afirmamos que la realidad más tragicómica del planeta es la peruana?
Sí. Muchas veces pensamos que lo peor ocurre en el Perú. Si uno lee la prensa internacional, cada lugar del mundo es ‘el peor’ dependiendo de dónde te encuentres. Me parece que en nuestro país, más allá de que hemos mejorado en muchas cosas a lo largo de los últimos años, somos muy exagerados con respecto a los problemas que tenemos. Sin duda hay países que están peor que el Perú. Evidentemente no somos Suiza, pero si comparamos nuestra política con la de otros países –empezando quizás por la primera potencia del mundo– podrás ver que en todos lugares se cuecen habas.
-En esta tercera entrega es evidente un cambio en la personalidad de Malko Linge. Lo noto algo más replegado, tranquilo, no lo sé. ¿Cómo percibes tú al espía, también llamado Su Alteza Serenísima, en esta novela?
Es cierto, pero es que a Malko Linge le han pasado ya muchas cosas. Probablemente en esta saga se acerque a los 50 años y ya es una persona aburrida de trabajar para los gringos en cosas que si bien él siente le atraen, finalmente lo terminan cansando. Además, si bien el Perú es un país que quiere, no disfruta mucho lidiar con gente innoble, en toda la extensión de la palabra.
-Todo lo contrario pasa con el diplomático. Él más bien parece florecer, su vida toma mayor velocidad en esta entrega…
Claro. Lo que pasa es que la vida de un diplomático está marcada por sus cambios de destino, o sea, por sus viajes. Así gana experiencia. Pasa de ser un chiquillo que estando en Lima conoce y se deslumbra con un espía como Malko Linge pero luego viaja a Zimbabue y finalmente a Ginebra, donde aprende y gana mucha experiencia de vida. Ahí se da cuenta que no es una persona tan oscura comparada con otras. Suma personalidad y fortaleza mental para las cosas que luego deberá afrontar. Y sí, es interesante esto que mencionas, porque mis personajes llegaron al año 1990 y están bastante cambiados.
-Si algo tiene esta saga es no solo descripción de hechos históricos, sino también mucha alteración de los mismos. Pero lo segundo necesita de referencias basadas en lo primero. ¿Te quedan aún muchas referencias sobre nuestro país para posibles nuevas entregas de esta saga?
¡Sin duda! Como ha sucedido en ocasiones anteriores, sobre todo en las entrevistas me doy cuenta de cosas que faltan y que podría contar. Evidentemente, el diplomático tiene que seguir porque tiene una historia personal en los noventa. Se convierte en una especie de ‘jubilado’ y tiene muchas vivencias. En mi caso, yo era chico en los ochenta y si hay una década de la que recuerdo más nítidamente las cosas es la siguiente. Así que referencias tengo muchas. No sé si las escriba con los mismos personajes, pero quizás pueda surgir un spin off del diplomático. Porque sí, tal como dices, Malko Linge probablemente ya se siente como un personaje secundario de la novela cuando al principio (de la saga) no lo era. Veremos qué depara el futuro y también mi tiempo de escritura y trabajo narrativo.
-Cuando empezaste a publicar esta saga no había Netflix. ¿Eres seguidor de las series que transmite este servicio? Algunas como “Narcos” recurren a personajes siniestros y algunos creen que terminan banalizando temas delicados…
Sí veo Netflix, pero las series que más me gustan son más bien las de intriga política. Soy fanático de “House of Cards” y hace un tiempo veía mucho “Designated Survivor”. No podría decirte si series como las que mencionas banalizan la realidad. Pero sí me parecen valiosas como todo intento de traer del pasado algunas figuras icónicas –buenas o malas—que te permitan entender mejor por qué estamos como estamos.
-Es evidente, ¡esta es una saga sobre diplomáticos! Teniendo en cuenta esta premisa, ¿qué recepción tienen estas tres novelas en ese mundo del cual eres parte? ¿Hay molestias?
Para nada. Es más, creo que a muchos les divierte. Aunque tampoco creo que “CIA Perú” sea un best-seller en Torre Tagle (risas). Me parece que ellos sienten en mí una personalidad abierta, fresca, sin miedo de escribir sobre nosotros mismos, de nuestras cosas buenas o incluso de las más ridículas. Jamás he recibido una queja o molestia, y eso es por dos posibilidades: o que nadie me ha leído, o que piensan que más allá de los textos, hay detrás una carrera literaria que se puede mantener muy bien en paralelo a la vida diplomática.
-Hoy eres director de la Biblioteca Nacional del Perú y lo primero que se le ocurre a uno es que con dicho cargo tendrás mil historias más para escribir en el futuro. ¿Cómo lo ves?
Para cualquiera que ama los libros esta es una de las mejores oportunidades de su vida: tener acceso a ellos en una biblioteca. Me han contado ya muchas historias y seguramente me contarán otras más. Además, con la cantidad de personalidades que han pasado por aquí y la historia que guarda el local de la Biblioteca Pública de Lima, ya tienes mucho material para escribir. Y además del trabajo burocrático (en el buen sentido de la palabra), esta labor te permite conversar con gente que sabe mucho sobre el tema. Hace unos días hablé con Alberto Manguel, director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, y me regaló un libro sobre Borges, quien además fue un gran bibliotecario. Pero lo principal para mí es que cuando el ministro Salvador del Solar me propuso el cargo significó una oportunidad real de generar un cambio por mi país de la manera más directa posible. Así lo siento.