Por Mercedes Pérez Bergliaffa
Clarín (Ar)
El artista y activista chino Ai Weiwei, actualmente uno de los creadores más destacados de la escena global, se encuentra en la Argentina, en visita de trabajo y paseo familiar. Invitado por la Fundación Proa, Ai realiza ésta, su primera exploración en América del Sur (con anterioridad sólo había estado en México) como un viaje para conocer tanto los espacios de Proa como diferentes locaciones en toda Buenos Aires, mientras proyecta y diseña las obras site-specific que expondrá en la gran muestra antológica que planea llevar a cabo en Proa en noviembre de este año. Será su primera exposición importante en América latina. Y tendrá carácter itinerante: luego de exponerse aquí viajará hacia otros países de la región. Asimismo, en un mes se estrenará Human flow (”Flujo humano”), su película, que debuta en el Festival Cinematográfico de Venecia y se podrá ver aquí.
En diálogo con Clarín, el artista se dijo fuertemente emocionado por lo que ve. Así lo testimonia su Instagram, que registra los rincones visitados. En la charla evocó a su padre, Ai Qing, gran poeta chino -ya fallecido- y líder comunista, lo que le permitió visitar a Pablo Neruda en su cumpleaños en Chile e invitarlo a visitar China varias veces. Años después caería en desgracia ante el gobierno de Mao Tsé Tung y sufriría un largo destierro interior. “Por eso este viaje es especial para mí”, lo evoca Weiwei, desde el auditorio de Proa, donde transcurre el diálogo. “Tiene que ver con la memoria y con mi pasado. Y por esa misma razón quise traer conmigo en este viaje a mi hijo, Ai Lao. Nunca antes había podido viajar con él, debido a que estuve preso y a la estricta vigilancia sobre mis movimientos del gobierno chino. Tampoco pude nunca viajar con mi padre, salvo cuando estuvimos toda la familia en el exilio, en el desierto de Gobi, al noroeste de China, o en un pueblo cercano a Corea del Norte”.
Reflexivo, es polémico también en la escena occidental: el año pasado cubrió con 14 mil salvavidas fluorescentes -de esos que se utilizan en el mar- el Konzerthaus de Berlín: intentaba así llamar la atención sobre la situación de los refugiados que, desesperados, tratan de llegar a Europa cruzando como pueden el mar abierto. “A Europa no le importan los refugiados”, dijo ayer en Buenos Aires. Ai también recreó, en 2016, la imagen del niño sirio Aylán Kurdi, quien con tan sólo tres años llegó ahogado a las costas turcas escapando de los bombardeos. Su cuerpo muerto apareció tirado sobre la playa. Ai imitó la pose del niño, en el mismo lugar.
El artista-activista siempre se opuso fuertemente al gobierno chino. Esto le trajo consecuencias graves y permanentes: mientras estuvo viviendo en China fue encarcelado; le sacaron el pasaporte; tuvo prohibido salir del país asiático hasta 2015. Desde hace dos años reside en Berlín y viaja a su patria apenas una vez por año, donde sigue viviendo su madre. “En mi casa de China llegamos a encontrar 20 cámaras que nos grababan todo el tiempo y micrófonos”, detalla. “Todo el tiempo éramos grabados y vigilados. Hasta llegué yo mismo a poner cuatro cámaras en mi casa: lo que filmaban lo publicaba a través de Instagram. Al gobierno chino no le gustó; ¡me prohibieron hacer lo que ellos mismos hacían en mi propia casa!”.
En la intensa conversación con Clarín, el artista -vestido de forma sencilla, de maneras suaves y un tono de voz contenido- contó acerca de sus obras, su familia, la libertad de expresión, el uso de Internet y su vida actual: “Vivo en Berlín pero no hablo alemán; en esa ciudad tengo un estudio en el que trabajan de 20 a 30 personas todos los días. Me ayudan a realizar mis obras. No tenemos fines de semana ni vacaciones. Para mí el trabajo ya es una vacación”, sostiene.
-Sus obras conjugan estética y activismo político. ¿Qué considera que es más importante para usted: la creación artística o la lucha?
-Para mí la expresión artística está siempre relacionada con la lucha política. No hay división entre ambas. Crecí en una sociedad muy politizada: mi padre y toda mi generación realizaron muchos sacrificios. Por eso creo que, como artistas, tenemos una responsabilidad mayor: debemos intentar hablar en público de forma exitosa, o de comunicarnos en forma efectiva con las personas.
-Algunos medios lo han señalado como el artista contemporáneo más poderoso. ¿Le interesa el poder?
-Si tengo algún tipo de poder, es el de mantener a las personas despiertas. Me expreso sobre la condición humana todo el tiempo, sobre los derechos humanos y la Humanidad. Y creo que estos son temas que necesitan ser vueltos a anunciar todo el tiempo, en los tiempos que corren. Entonces, si eso pudiera ser considerado una forma de poder, me pondría muy contento si pudiera extenderlo a toda la humanidad.
-El activismo digital fue crucial para usted. Todo comenzó cuando el mismo gobierno chino le encomendó, en 2005, crear un blog. Más tarde usted y su blog fueron prohibidos. ¿Piensa que Internet lo ayudó a obtener alguna forma de libertad, dentro de un régimen como el chino?
-El activismo digital y las redes sociales son como el agua o el aire. Entran en nuestras casas. Eso significa mucho para nuestras vidas. Si el agua estuviera estancada de una sola forma, nuestras vidas estarían en peligro. Por eso las redes sociales son fundamentales para alguien como yo, que no tuvo libertad personal ni de expresión. Se trata del ejercicio de nuestros derechos como seres humanos.
-Mientras realizaba el blog para el gobierno chino, ¿cómo era su vida?
-Uno se enamora de algo y empieza a expresar sus sentimientos. Vi que la gente, en el blog, discutía entre sí. Y pensé que nada podía ser mejor que generar ese diálogo en el contexto chino. Por seis años pasé el 90 por ciento del tiempo frente a la PC. Más tarde mi situación se volvió frágil, con el episodio Olimpíadas de Beijing y el terremoto de Sichuan (en 2008, hechos que el artista criticó fuertemente y por los que fue castigado). Perdí mi libertad, estuve preso cinco años. Me intervinieron la computadora, controlaron mis movimientos. Fui la persona más vigilada de China. Ahora, en los dos últimos años me dieron la visa para viajar.
-¿Cuáles son sus primeras impresiones de la Argentina?
-Es mi primer viaje aquí y estoy bastante impresionado por el nivel de educación que tienen. La escena cultural parece muy interesante, y todos se muestran tan cálidos. La historia parece muy rica; América latina es una sociedad mucho más abierta que la china, con una fuerte calidad democrática en relación a la libertad personal. China es diferente: la llamamos la “Corea del Este”.
-Además estuvo visitando espacios e instituciones. ¿Cuáles fueron?
-Conocí la Fundación Proa, por supuesto, dado que voy a realizar allí mi exposición. Estuve visitando el Hotel de los Inmigrantes y el MUNTREF. Y visité el Parque de la Memoria. Me sorprendió mucho, que cosas así ocurrieran aquí (en referencia a las desapariciones y la dictadura).
-¿Cómo filmó Flujo humano?
-Cuando me dieron la visa y pude salir de China, en 2015, llegué a Alemania. Allí pude ver, una noche, cómo llegaban 20, 30 barcos a la costa de manera ilegal. Pensé entonces en hacer un documental. Formé 20 equipos con los que recorrimos Turquía, Jordania, Israel, Líbano, Gaza, Irak, Pakistán, Bangladesh, Kenia, Afganistán y más países, vistamos 20 campos de refugiados. Entrevistamos allí a cientos de personas. Intentaré mostrar el panorama completo de la complejidad y los problemas que tiene un refugiado. Y su futuro.
-¿Qué es el arte para usted?
-La vida le da definición a mi arte. Y la memoria, la historia. Seguir a mi padre, por lo que él había luchado. El único miedo que podría tener es perder la posibilidad de comunicarnos los unos con los otros.