Por Jesús Ruíz Mantilla Foto Walter Reuter (Fondo Zúñiga)
El País (Es)
Contaba Josefina Manresa, su viuda, que a Miguel Hernández le gustaba imitar el canto de los ruiseñores y justo después soltar un chiste verde. “Lo primero, a ella, le encantaba; lo segundo, no tanto”, recuerda Lucía Izquierdo, nuera del poeta y encargada de su legado. Acompañó ayer al catedrático Jesucristo Riquelme en la presentación de una nueva edición de las Obras completas del autor (1910-1942), que ha publicado Edaf y que supone una recopilación definitiva, corregida a fondo y ampliada de lo que dejó en vida. El compendio recoge cerca de 3.000 modificaciones en sus escritos, 30 piezas inéditas de diferentes géneros y 50 textos, “notoriamente alterados sobre lo conocido anteriormente”, asegura Riquelme.
Más de ocho años ha tardado este catedrático de Lengua y Literatura de la Universidad Miguel Hernández de Elche en realizar el trabajo junto al editor Carlos R. Talamás. Ha examinado el legado del poeta, rastreado varios archivos donde queda su huella, analizado manuscritos, correspondencia, testimonios...
Lo estudiado queda en este volumen de casi 2.000 páginas, donde brilla la poesía intensamente lavada, junto a crónicas de guerra, artículos de prensa, piezas dramáticas, cuentos, imágenes y rastros de una biografía feliz, desolada, combativa, hambrienta. “Se trata del escritor que con más repercusión popular ha convertido la palabra poética en ética”, comenta el responsable de este exhaustivo trabajo literario.
Ambición y pasión
Desde la tradición gongorina a la vanguardia de Perito en lunas, el brillante viaje de Miguel Hernández al tuétano de la literatura se extendió una década. Su vitalidad, su ambición, la pasión que puso, le llevaron a lo más alto en los estertores de la Generación del 27 y como cabeza visible de sus sucesores en el 36. Fue alentado y apadrinado principalmente por Vicente Aleixandre y recibido con reservas por Lorca. Se remozó en el barro de las trincheras, jaleó a los milicianos, jamás renunció a sus orígenes campesinos, horas de letargo entre rebaños como pastor, y murió suspirando por los hijos, en su viacrucis de prisiones, con apenas un inventario en el que sus carceleros contaron estas pertenencias: un mono, dos camisetas, un jersey, una camisa, un calzoncillo, dos fundas de almohada, una correa, una toalla, una servilleta, dos pañuelos, un par de calcetines, una manta, una cazuela y un bote.
Eso es todo lo que poseía en su celda de la cárcel de Alicante cuando murió el 28 de marzo de 1942, hace 75 años. Más valiosas fueron sus cuartillas, enmarañadas entre los constantes tachones de su pluma y que Riquelme ha reconstruido cuidadosamente. Poemas que ofrecen el retrato de un hombre cabal y entregado a la vorágine de una vida apasionada y combativa. Su figura deslumbró a Neruda. “Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela”, dijo el autor de Residencia en la tierra. “La áspera belleza tremenda de su corazón arraigado” cautivó a Juan Ramón Jiménez.
Pero fue Aleixandre quien lo cuidó, guió y se encargó de hacerlo grande tras su muerte, ayudando a sobrevivir a su viuda en los años crudos de la posguerra. Josefina Manresa fue musa constante para el poeta, tanto en su remilgo casto como en su pena de madre doliente. Pero tampoco hay que olvidar la pasión que vivió, tras una ruptura, con la pintora surrealista Maruja Mallo, referente del 27. “Junto a ella descubrió a fondo un amor carnal, una experiencia casi orgiástica, que le marcó tremendamente”, relata Riquelme.
Frente al “te me mueres de casta y de sencilla” para Josefina, presa de la beatería imperante en la Orihuela de los años veinte y treinta, queda la enjundia sexual de El rayo que no cesa, dedicado a Mallo. “Una relación carnal y gozosa que da lugar a esa pena por la pérdida de la sexualidad en lo que es una nueva interpretación de dicha obra en esta nueva edición”, asegura el especialista.
Lo mismo que aportan las nuevas transcripciones de poemas. “En muchos de ellos, el cambio de alguna palabra trastoca completamente su significado. Hemos verificado errores que implicaban revisiones de calado: tronco por trono o venoso por venenoso”, añade. Riquelme ha dispuesto de tiempo y acceso, pero faltan algunos aspectos, como el epistolario: “Aún es pronto. Recibimos constantemente cartas inéditas de diferentes archivos. Mientras hemos realizado este trabajo, nos habrán llegado alrededor de 100 cartas nuevas. El epistolario está en marcha, pero debe acometerse con cuidado”.
Queda por ahora este nuevo compendio que deja atrás las otras dos ediciones de obras completas antes publicadas por Losada en Argentina (1960) y Espasa Calpe (1992). Este nuevo volumen incluye además un variado archivo de imágenes con fotografías, documentos y originales. “Son claves para seguir el libro, tan importantes como muchos de los textos”, remata Riquelme.
Aleixandre, hermano y mentor
“¿Vas a dejar que me muera sin conocer a los nietos de mi hermano?”, le dijo Vicente Aleixandre a Josefina Manresa cuando ya al final de la vida de ambos, el poeta le rogó que le dejara conocer a los descendientes del poeta. Fue una amistad que marcó la vida de ambos. Él lo dio a conocer y se ocupó de difundir su obra tras su muerte. Pero no sólo de eso, enviaba regularmente dinero a su viuda o se encargó que recaudar entre otros escritores y conocidos cantidades para que les ayudaran a subsistir. Hubo un recuerdo este martes en la presentación de las Obras completas para la generosidad y la labor del Nobel. “Josefina ya estaba muy enferma cuando le pidió conocer a sus nietos, así que tuve que venir yo a Madrid con mis hijos para presentárselos”, recuerda Lucía Izquierdo. Tres meses después murió. “Vicente fue fundamental para Miguel, sin él, su difusión no hubiera sido la misma”.