Por Javier García
La Tercera (Ch)
Erudito y encantador. Amable y misterioso. También iluso y delirante. Fascista y ególatra. Miguel Serrano encarnó como pocos los polos del ser humano: la luz y las sombras.
Escritor, diplomático, explorador y líder. Creador de una obra basada en leyendas, vivencias, búsquedas espirituales, Miguel Serrano Fernández fue parte de la Generación literaria del 38. Su libro Ni por mar ni por tierra (1950), publicado por Nascimento, una de las editoriales más prestigiosas del país, fue recibido con elogios.
“Lo conocí mucho cuando comencé a escribir. Era muy cordial y simpático, amigo de todo el mundo y cercano también de Pablo Neruda”, recuerda el novelista Jorge Edwards. “Después se vio que era un nazi”, agrega sobre quien fue sobrino del poeta Vicente Huidobro y descendiente de la familia Fernández Concha. Un hombre cordial, de ojos claros, que aparece en fotografías con Neruda, Hermann Hesse, Indira Gandhi, el Dalái Lama, la reina Isabel II de Inglaterra, como también retratado en una expedición a la Antártica. Sucedió en 1947 con el propósito de buscar una base alemana: para Serrano Adolf Hitler no había muerto en un búnker en Berlín, en 1945. Para Serrano Hitler estaba vivo.
“Somos víctimas de nuestro destino profundo, impreso en las raíces de nuestros impulsos y de nuestra herencia”, escribe Serrano en Ni por mar ni por tierra. “Mi vida se ha desenvuelto casi tanto en mis sueños como en los acontecimientos externos. (…) He vivido envuelto en la fantasía”, agrega en el ejemplar donde registra las huellas de su generación, procesos de transformación personal, así como los orígenes de América, y que ahora es reeditado por EB Libros, a pocos días de que se cumplan 100 años de su nacimiento ocurrido el 10 de septiembre de 1917.
Ese día probablemente un grupo de sus seguidores elevará su brazo derecho para gritar al cielo: “¡Heil Hitler! ¡Heil Miguel Serrano! ¡Viva Chile!”, como se vio en su entierro el 28 de febrero de 2009, en el Cementerio General, tras sufrir un derrame cerebral, a los 91 años, en su departamento del sector del cerro Santa Lucía de la capital. Para los lectores de su narrativa, Serrano era el “maestro” y para quienes compartían la doctrina del nacionalsocialismo era el “camarada”.
Estrategias morales
Nunca fue a la universidad. Nació en calle Santo Domingo 661, de Santiago, a inicios del siglo XX. El sector era propiedad de sus bisabuelos. Cuando Miguel tenía 5 años murió su madre, Berta. Tres años después, su padre, Diego. Criado por su abuela Fresia Manterola Goyenechea, juntos vivieron en el Barrio Brasil y también en calle Lira. Tras estudiar algunos años en el Internado Nacional Barros Arana pasó al colegio Valentín Letelier.
Con nuevos amigos como Santiago del Campo Silva, conoció la bohemia santiaguina. En ese mundo de libros y diferencias, mientras se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial en Europa, conoció a los integrantes de la Generación del 38, que darían forma a la Antología del verdadero cuento en Chile.
Entre ellos estaban Juan Emar, Carlos Droguett, Braulio Arenas, Eduardo Anguita, Teófilo Cid y Héctor Barreto. Este último, a quien Serrano llamaba un “héroe griego”, fue asesinado con 19 años por un grupo de nazis a la salida del café Volga, en San Diego. Sin embargo, el hecho histórico que marcó su vida política fue la Matanza del Seguro Obrero, ocurrida el 5 de septiembre de 1938, que dejó 63 jóvenes nazis fallecidos.
Desilusionado del marxismo, Serrano se acercó al Movimiento Nacional Socialista de Chile. “Me encerré en mi casa por meses, con todo lo que pude encontrar sobre el marxismo. De allá salí convertido en un antimarxista convencido”, señaló, quien se interesó en el trasfondo esotérico del nazismo. Por entonces, por primera vez era tratado de “fascista” por el poeta Pablo de Rokha en un artículo publicado en la revista Multitud, en 1939.
“Su obra literaria es fundamental. Su legado es su obra y no lo que tiene que ver con el nacionalsocialismo”, dice al teléfono José Miguel Serrano, hijo del autor de La flor inexistente, quien vive en Puerto Montt y no se identifica con el pensamiento de Hitler. “Mi padre creó una leyenda, una mística del sur para elevar el espíritu de los chilenos por nuestra tierra”, señala, y cuenta que el escritor tenía terrenos en el sector de Melimoyu, zona sur donde supuestamente se encontraría la mítica Ciudad de los Césares.
A inicio de los años 40, mientras apoyaba a una Alemania en guerra, a través de la revista La Nueva Edad, Serrano comenzó una extensa labor como autor de artículos de opinión. Algunos se titulan Historia de la podredumbre en Chile, Más allá del nacismo y Los judíos invaden Chile. Un interés que se extendería a lo largo de su vida.
Hace un año EB Libros, editorial creada por su viuda, la historiadora española Sabela Quintela, editó La brújula del alma está marcando el Sur. Un volumen que reúne 13 títulos, donde Serrano expone su pensamiento ideológico: su defensa de la Patagonia, la “estrategia sionista” del plan Andinia, se refiere a los ovnis de Hitler creados para combatir el “Nuevo Orden Mundial”, y desconoce el Informe Valech, que registró la tortura y la prisión política durante el régimen militar en Chile.
“Así como no hay judíos sin parientes que no hayan muerto en una cámara de gas y deba ser recompensado con dinero de los arios, del mismo modo no habrá comunista o terrorista que no haya sido torturado por el Régimen Militar”, escribe Serrano, quien se acostumbró a visitar La Moneda en los años de Augusto Pinochet. Dos semanas después del Golpe de Estado de 1973, la Junta Militar lo llamó para que les diera una charla de política internacional. Serrano expuso sobre “Socialismo prusiano”.
En 1984 fue cuestionado por asistir al funeral en Santiago del oficial nazi Walter Rauff. Ex miembro de la SS, fue el creador de la cámara de gas ambulante y responsable de la muerte de medio millón de personas.
Más tarde, en septiembre de 1986, pocos días después del atentado a Pinochet por miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, fue convocado por el general. Este quería saber los significados ocultos en el hecho más allá de las obvias conclusiones. Además, por entonces era asiduo del valle de Colchagua, donde tenía propiedades el empresario Carlos Cardoen. Juntos reeditaron el libro Raza chilena, de Nicolás Palacios.
Entre sus fieles seguidores, en sus últimos años, estaban Erwin Robertson, director de la revista Ciudad de los Césares, y el ingeniero Fernando Saieh Alonso, quienes estuvieron a cargo de su despedida política en el Cementerio General.
Un Tolkien
“Es un autor interesante, por momentos muy distinto a la literatura chilena. Pero creo que es inseparable su nazismo de su obra. Creo que su postura es una enfermedad moral y no estética”, reflexiona el narrador Rafael Gumucio, quien ha escrito ensayos sobre Serrano. “Creer en los mitos y las montañas sagradas te aleja de los problemas humanos y el único ser humano que aparece en sus libros es él”, agrega.
En la década del 50 y 60, el narrador ejerce labores diplomáticas. Es destinado a la India, Yugoslavia y Austria, donde ahonda en sus intereses espirituales y esotéricos. Por esos años conoce a Hesse y Carl Jung. De ahí nace La serpiente del paraíso (1963) y El círculo hermético (1965), títulos traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, griego, japonés, persa y ruso.
“Serrano de alguna manera es un reverso de Oreste Plath, en cuanto este último recopiló nuestros mitos y folklore, mientras Serrano usó esa recopilación para escribir un Chile inventado, delirante, con ciudades perdidas y monstruos en los hielos”, dice el escritor Francisco Ortega, quien el año pasado cerró con el thriller Andinia su Trilogía de los Césares. “A la larga Serrano es lo más parecido a un Tolkien o a un Lovecraft que ha dado la narrativa chilena, aunque a los fans de Lovecraft y Tolkien les dé urticaria”, agrega el autor de Logia.
Sabela Quintela, la viuda del narrador, está sentada ahora en el café Mosqueto del barrio Bellas Artes, lugar al que solía ir Miguel Serrano en su última década de vida. “Sus libros dejaron de editarse cuando comenzó a escribir sobre temas de nacionalsocialismo”, recuerda. “El sabía que ese era el costo. Pero era consecuente, era leal a sus ideales superiores”, dice ella, quien conoció al escritor en España en 1989. Se vino a vivir a Chile en 1994. Años que también compartieron en la casa de Valparaíso ubicada en avenida Alemania 5558.
“Extravagante y generoso, Miguel Serrano y su obra pervivirán cuando el trabajo de los escritores ‘adecuados’, ‘correctos’ haya sido barrida por el viento”, opina el escritor Antonio Gil, quien también estuvo en el funeral de Serrano. En ese día caluroso de febrero, donde una gaita y un grupo de camaradas de camisas pardas entonaron el último adiós.