Revista Pijao
Patricia Engel y la vocación de escribir
Patricia Engel y la vocación de escribir

Por Laura Angélica Ospina

El Espectador

Piel trigueña, algunos lunares en la cara, ojos grandes y expectantes. Habla español con acento estadounidense y, aunque nació en New Jersey, narra a Colombia a través de las historias de sus personajes. Son las 9:00 a.m. y Patricia Engel aún no sabe bien qué esperar. Mientras camina hacia el salón donde se hará la actividad, dos estudiantes la detienen, le sonríen y le piden un autógrafo. Una sonrisa de vuelta es la antesala de un primer encuentro entre los lectores de bachillerato y la autora de Vida, No es amor, solo París y  Las venas del mar.

Leer Vida los unió. Patricia, junto con su papá que hoy la acompaña, abre la puerta y también los ojos. Los estudiantes de noveno del colegio Barrio Santa Margarita la reciben, la miran y, a pesar de solo conocerla a través de sus letras, la aplauden con la calidez y extrañeza de quienes reciben una sorpresa esperada.

“Nacida de padres colombianos y criada en New Jersey, es editora literaria del Miami Rail”, dicen los presentadores de Entre letras y autores, el magazine televisivo que los adoptantes idearon para el encuentro. Enseguida, el primer acto:

“Por si acaso no regreso, yo me llevo tu bandera, lamentando que mis ojos, liberada no te quieran. Por qué tuve que marcharme, todos pueden comprender, pensé que en cualquier momento  a tu suelo iba a volver”, interpreta nerviosa, una alumna del grado sexto, la canción de Celia Cruz.

La entrevista empieza. Pregunta tras pregunta se intercambian palabras, sonrisas y aplausos en torno al oficio de escribir, a la migración, a la política, a la elección de ser escritora.

— ¿Cómo se relaciona el vínculo entre política y literatura en tu escritura?, le pregunta el joven presentador.

—Uso mi arte para descubrir y explorar obsesiones, temas que veo en la sociedad, pero no siempre tengo las respuestas. En mi caso, mi propia existencia ha sido un acto político. El hecho de ser hija de inmigrantes en los Estados Unidos, país que a veces es cálido con los inmigrantes y otras veces no tanto. El hecho de yo caminar por la calle es un acto político. Es mi identidad, es parte de mí, y todo lo que sale de mí corazón, de esta mente, estos ojos, esta vida”, dijo la autora, que mientras hablaba le hacía “caritas” a su papá para que grabara y tomara fotos, para que no dejara escapar el momento.

“Si quieres una aventura, lánzate a los libros”, dice una frase en una de las paredes del salón. Hoy esto cobra más sentido que nunca: ojos nerviosos observan a una escritora feliz por estar con ellos. Patricia los abraza en prosa, y ellos la abrazan en miradas.

En esta adopción, las letras no son las únicas protagonistas. Una presentación de break dance da apertura a un segundo momento: la música empieza y dos chicos se apropian de sus personajes, del piso y del movimiento. Patricia hace un video, su padre también lo hace.

—¿Con qué palabras representarías las emociones y sentimientos que nacen al escribir un libro?, pregunta la presentadora.

—Vocación. Para mí escribir es una cosa que nació desde muy pequeña. Al no escribir me siento enferma. Y no tiene nada que ver con publicar ni con las editoriales. Es algo que para mí es natural, es como respirar, lo necesito.

Contó que su color favorito es el azul, que también existe la migración accidental y que Vida, su libro, es un mapa impresionista de la memoria de Sabina, la protagonista. De forma muy sutil, repite que ella no es Sabina, que no habla de su vida a través de sus historias, más bien explora para crear. Ha dedicado, solo en el periodo de investigación, hasta cuatro años. Luego escribe. Y no descansa hasta finalizar un libro porque “para terminar una narración hay que tener intensidad y estar conectado con la historia, sino te aburres y lo dejas. Sentir que debo escribir este libro antes de morirme, eso me motiva”.

Un tercer acto es el espacio de cierre: las preguntas saltan una tras otra de la boca de unos cuantos. Patricia precisa que ella empezó a escribir porque no encontraba libros que hablaran de la vida que ella conocía. Y es justo en medio de todas las reflexiones, de todas las risas cómplices en este juego de entrevistar a una escritora, que ella dice: “les aconsejo que nunca dejen de leer y de escribir, porque el mundo necesita escuchar sus voces”. Y así les entregó un regalo: intuir lo vitales que pueden llegar a ser sus palabras, aunque aún no lo sepan.


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