Por Jorge Morla
El País (Es)
A La boliviano-venezolana Magela Baudoin (Caracas, 1973), sus padres le dieron un gran consejo vital que encerraba también “el peor consejo económico”: Haz lo que te gusta. Y lo que le gustaba era sentarse todos los días a escribir y desear todo el tiempo ser escritora. En 2015 ganó el prestigioso premio de cuento Gabriel García Márquez con La composición de la sal, que ahora Navona publica en España.
De pequeña quería ser…
Lo que más quería ser era adulta, grande, al contrario de Oskar en El tambor de hojalata. No sé por qué creía que crecer era ser libre. Fantaseaba con la idea de irme, de conocer el mundo.
¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?
Voy a ser estrictamente ochentera: con MacGyver, o su clon en el siglo XXI, para que me saque pronto de allí.
¿Algún sitio que le inspira?
Me gusta la gente, más que los sitios.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Anoche, cortando cebolla y hace dos días, despidiendo a mi hija. En realidad en ambos momentos lloraba por lo mismo.
¿Qué música le sirve para trabajar?
Erik Satie.
¿Cuál ha sido el mejor regalo que ha recibido?
No sé, pero me chifla que me regalen tonterías curiosas.
¿Para qué sirven los premios?
Para que te hagan entrevistas en EL PAÍS de Madrid, jajaja… Para viajar, conocer gente, para que tu obra viaje, para pagar cuentas, para seguir escribiendo.
¿Qué magia encierran los cuentos?
Me gustan los cuentos que golpean, que te dan un cachetón y te dicen: ¡Despierta, esto es!
¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?
No recuerdo muchos. Me vienen de inmediato y sin dudar: El libro de la risa y el olvido, pero lo leí hace muchos años. Los cuentos de Alberto Laiseca. Fernando Vallejo.
¿Y el libro o cuento que mataría por haber escrito?
Ay, muchísimas cosas: Frankenstein, y a la mismísima edad que la increíble Mary Shelley; todísimos los cuentos de Isak Dinesen, me encantaría componerlos a capela, como hacía ella; un cuento de Chéjov que se llama Tristeza; El Aleph, por siempre… También Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enriquez; Cachipum de Alejandra Costamagna; Subasta de María Fernanda Ampuero; Yucu, de Giovanna Rivero; La ola, de Liliana Colanzi; No soñarás flores, de Fernanda Trías; Árbol genealógico, de Andrea Jeftanovic, es bárbaro el cuento que las mujeres están contando en América Latina.
¿De qué cuento sería protagonista?
Leí hace poco un cuento o poema totalmente erótico y muy corto de Marosa Di Giorgio en el cual una mujer lleva una falda hecha de su propia piel, de su clítoris, no recuerdo el nombre. Y un hombre huye ante esa sensualidad tan impúdica. Me dieron ganas de ser ella. Lo juro.
¿Cuál ha sido su gran experiencia?
Sobrevivir a la muerte de alguien que amas. Sobrevivir a los tiempos difíciles. Sobrevivir a mí misma.
¿Qué le diría a Evo Morales si lo tuviera delante?
Que no se repostule, que no viole la Constitución para permanecer en el poder a como dé lugar. Que puede pasar a la historia como un demócrata o como un dictador, dependiendo de esa decisión.
¿Dónde no querría vivir?
En medio de la guerra.
¿Tiene un sueño recurrente?
Sí, es muy gracioso y ridículo. Sueño que me roban las joyas, como si tuviera joyas.
¿Qué personaje de la literatura o el cine se asemeja a usted?
M gusta mucho Genoveva, la díscola protagonista de 98 segundos sin sombra, la gran novela de Giovanna Rivero. Admiro mucho su apego a la vida, su raza genuina, la épica de su joven valor.
¿Qué le hace suspirar?
Me emocionan mis hijos.
¿Y un olor preferido?
Los que sobreviven al olvido.
¿Qué siente cuando ve su foto en los diarios?
No guardo ningún diario, no me escucho, no me gusta verme. Es horrible.
Respecto a su trabajo, ¿de qué está más orgullosa?
Que haberlo hecho, lo mejor que pude.
¿Cuál es la noticia que siempre ha esperado leer?
Que ya no hay mujeres asesinadas, quemadas, desaparecidas. Que el miedo es cosa de un pasado lejano.
¿Cómo ve el futuro de Bolivia?
Bolivia es un país en el que hay muchas cosas por hacer. Desde ese punto de vista, siempre me resulta desafiante. Aunque, como con todo, algunas veces la realidad te hace trizas la inocencia.