Por Ana Alfageme
Especial El País (ES)
Una mujer rebusca en el sótano repleto de estanterías de un chalé modernista en Toulouse. Se vuelve con una pila de cuadernillos protegidos por fundas de plástico. Son libritos con títulos sorprendentes (La educación sexual de las mujeres, El problema de los sexos) y nombres venerados sobre sus cubiertas (Federica Montseny, Federico García Lorca). Estamos en la Biblioteca Manuel Azaña del Instituto Cervantes de la ciudad francesa. Estos opúsculos, publicados en los años 40, mientras al otro lado de la frontera caía el invierno franquista, son ejemplos de la ingente producción editorial de los exiliados españoles en la considerada capital europea de los desplazados tras la Guerra Civil.
La directora del Cervantes, María Jesús García, acaricia las portadas de los folletos con ilusión que se antoja infantil. “Es impresionante. El fondo específico, que da valor a esta biblioteca, refleja que fue tierra del exilio republicano. Los españoles que se instalaron aquí dejaron su huella y ediciones de libros marcadas por la experiencia de ese período histórico”, dice. El instituto español posee 1.200 documentos sobre el exilio y 120 libros con el último presidente republicano Manuel Azaña como protagonista.
Toulouse vive señalada por aquellos ciudadanos de costumbres austeras, generadores de educación y cultura. En la plaza del Capitolio aún se oyen los ecos de las manifestaciones contra Franco, y a dos pasos de allí una placa rememora las sedes del PSOE y UGT, encima de lo que ahora es la Cinemateca. En la plaza Wilson, los exiliados españoles se reunían a leer CNT, el periódico que dirigía la exministra de Sanidad republicana Federica Montseny. La llamada Ville rouge por sus incontables construcciones de ladrillo, acogió al final de la contienda a 20.000 refugiados republicanos, que transformaron la cara de la ciudad: uno de cada 10 habitantes hablaba español.
Javier Campillo se encarga de la biblioteca desde la apertura del centro tolosano, hace 21 años, y ha ido alimentando los estantes metálicos, adquiriendo títulos y procurando donaciones. “Lo que nos hace, a mi modo de ver, únicos es nuestra localización en Toulouse con toda su significación, donde nos dedicamos no solo a preservar un fondo histórico e interesante, sino que buscamos la recuperación y adquisición de producción del y sobre el exilio republicano en Francia”, continúa el bibliotecario, “con lo que hacemos una doble labor de recuperación y difusión de una parte de la historia que es común a los dos países. Y eso con unas partidas para adquisiciones bibliográficas muy modestas y con solo una persona a cargo de la biblioteca”. Precisamente el pasado martes, en la reunión anual de directores del Instituto Cervantes en Málaga, el responsable global, Juan Manuel Bonet, destacó este fondo específico de Toulouse y señaló que debía "colaborar y estar en contacto con otros centros que tienen fondos sobre el mismo tema. como el Ateneo español de México".
Una ministra con los zapatos rotos
Por las calles de Toulouse, a Federica Montseny se la veía pasear con los zapatos rotos. No se acordaba de sus necesidades, pero sí de las de sus compatriotas. Así la recuerda Aurora Tejerina, hija de un exiliado anarquista, en el documental Federica Montseny, la indomable (Jean Michel Rodrigo, Marmita Films, 2016). La exministra de Sanidad llenaba anfiteatros -“venían de toda Francia”, cuenta la mujer que la conoció- y participaba en las verbenas benéficas en las que se escuchaba tanto música como poesía. Nunca abandonó ni su grafomanía ni la capital occitana hasta su muerte en 1994. La recuerdan enérgica y justa, radical en su defensa de la igualdad y la cultura como instrumento de cambio. Allí escribió libros como El problema de los sexos, matrimonio, unión libre y amor sin conviviencia, que sigue sonando moderno 70 años después. Junto a la ginecóloga Amparo Poch, fundadora del movimiento anarquista y feminista Mujeres Libres, promovía la educación sexual dentro del legendario hospital Varsovia, fundado por exiliados.
“En Toulouse había una población de inmigrantes económicos que se habían asentado antes de la guerra”, dice la catedrática de Historia Contemporánea de la UNED Alicia Alted, estudiosa del exilio republicano, “era una ciudad importante que les ofrecía posibilidades de trabajo sobre todo en la industria aeronáutica y la construcción. Políticamente resultaba muy interesante para los refugiados, estaba más cerca de la frontera y era muy mediterránea”. Los partidos (PSOE, PCE) tenían sede en Paris y Toulouse, recuerda Alted, coordinadora del libro El exilio republicano en Toulouse 1939-1999 (UNED, 2003) y coautora de La cultura del exilio anarcosindicalista español en el sur de Francia (Cinca, 2013), y también la Librería de Estudios Españoles, auténtico motor de la expresión cultural de los exiliados, vio la luz en la capital occitana en 1947. Fue fundada por el impresor Josep Salvador y abriría otra sede en París. “Sus fondos han sido donados por los hijos de Salvador a nuestra institución”, señala con orgullo el bibliotecario.
“Entre 1939 y 1978 existió aquí una gran producción editorial, sobre todo anarquista y libertaria”, explica Campillo con tono didáctico. “Exportaron la convicción de concienciar y educar en el libre pensamiento, algo que entronca con la ilustración francesa”. Ejemplos son estos folletos como los que la directora muestra de las colecciones La novela española, mensual editado por la Librería de Ediciones Españolas o El mundo al día, de la mano de la editorial Universo, vinculada a CeNIt, obras de divulgación científica que tocaron temas como la energía nuclear, educación, salud… Son los libritos que "se publicaban con periodicidad mensual y se financiaban con suscripciones", señala Campillo. “Estas colecciones de folletos eran proferidas a los libros por motivos económicos y pedagógicos”, destaca la profesora Alted en El exilio republicano en Toulouse, donde también señala el mérito de esos trabajadores que duplicaban jornadas y habilidades para poder editar las obritas.
La biblioteca lleva el nombre del último presidente de la República, Manuel Azaña, muerto en 1940 y enterrado a pocos kilómetros de aquí, en la ciudad de Montauban. No es casualidad. La institución ha conseguido, tras un trabajo de investigación bibliográfica, reunir 120 obras relacionadas con el gran intelectual y político, tanto que glosan su figura o la integran en la ficción como escritas por él. “Yo creo que es el fondo más importante que existe después del de la Biblioteca Nacional”, prosigue Campillo. El documento más antiguo es un discurso que Azaña pronunció con 22 años en la Academia de Jurisprudencia sobre la libertad de asociación en España. Entre ellas hay una veintena de primeras ediciones, además de todas las que existen de La velada en Benicarló, cuya primera edición fue hallada en una librería de Mantua
García, filóloga y periodista, se sienta, orgullosa en una de las mesas. La rodean 17.000 libros, 4.000 películas y documentales y 1.300 cedes. "Es al mismo tiempo una biblioteca generalista, donde los alumnos y el público que asiste a las actividades puede encontrar una novela recién publicada o una película recién estrenada. Estamos al día, pero no cabe duda de que el interés bibliográfico por Azaña o Federica Montseny le dan su valor. Ha sido especialmente emocionante para mí, escuchar en el Día del libro, las lecturas de niños y adultos, del Quijote o Don Juan Tenorio. Con acento francés y con cariño y apego por lo español".
También los investigadores aprecian este trozo de cultura española en suelo francés. El profesor de español del Knox College (Galesburg, Illinois) Antonio Prado del Santo estudia como refleja en novelas o autobiografías la guerra civil, la retirada, y el exilio en Francia la segunda generación de exiliados. “En los últimos 20 años encontramos un surgimiento importante de este tipo de narrativa escrita en francés por esta primera generación de descendientes de los republicanos españoles en Francia”, cuenta Prado del Santo a través de correo electrónico, “sabía de esta narrativa, pero hasta mi visita al Instituto Cervantes de Toulouse no empecé a entender su importancia como un fenómeno histórico y literario. La biblioteca es consciente de la importancia de estos escritos, dispone de una veintena de títulos y al ser un fenómeno actual está al corriente de las novedades que siguen surgiendo”.
“Todos los directores y yo”, añade Campillo, “nos dimos cuenta de que dentro de nuestros objetivos de difusión de la cultura española en esta ciudad y en este país estaba el de recuperar el legado histórico, biográfico y cultural de la comunidad de compatriotas que abandonó España tras la Guerra Civil. Había muchas publicaciones políticas, pero también culturales (sobre todo por parte de la numerosa y prolífica comunidad libertaria) de cuya existencia no se tenía conocimiento o documentación en España.