Por Pedro Pablo Guerrero - El Mercurio – GDA
Especial para El Tiempo
El escritor español El escritor español Javier Cercas Mena es muy sonado en el mundo literario por toda su obra y, sin embargo, ‘Soldados de Salamina’ fue su libro insigne, pero desde entonces no había publicado una novela sobre la Guerra Civil española. Esta vez sí lo hizo, pero sobre un tío abuelo de quien le costó escribir, porque no sabía qué secretos familiares encontraría.
Un fantasma recorrió toda la vida de Cercas. Se llamaba Manuel Mena, el tío paterno de su madre. Murió a los 19 años en la batalla del Ebro luchando por el bando franquista. “Durante años fue el héroe oficial de mi familia”, confiesa uno de los dos narradores de ‘El monarca de las sombras’, que sigue las borrosas huellas del antepasado desde su pueblo natal de Ibahernando, en Extremadura, hasta Bot, en Cataluña. Una calle de la localidad extremeña aún lleva su nombre.
En la novela dice que no somos culpables de lo que hicieron nuestros antepasados, pero sí responsables; ¿podría explicar la diferencia?
La distinción la hace Hannah Arendt a propósito de la Alemania nazi, y yo la menciono en la novela a propósito de la España franquista, pero, por supuesto, se puede aplicar a cualquier país. Una buena manera de asumir esa responsabilidad es intentando arreglar lo que desarreglaron nuestros antepasados.
¿Qué implica esta sensación de pertenencia a un pueblo que se apaga?
No lo sé; yo también me apago, supongo. Sea como fuese, el único sentido de la venenosa palabra ‘patria’ que me gusta es el que le da Cervantes: el pequeño lugar en el que tienes tus afectos; un sentido personal y sentimental y no político. Eso significa que no tengo una sola patria, felizmente, pero sin duda ese minúsculo y menguante pueblo de Extremadura es una de ellas.
¿Es verdad que a usted y su madre les gusta el ‘reality’ ‘Gran hermano’, como dice en el libro?
Me encantaría decirle que me encanta ‘Gran hermano’ y que mi madre y yo disfrutamos de su lentitud y sus silencios como disfrutamos de la lentitud y los silencios de las películas de Antonioni. Pero no es verdad. Es una broma. También es una de las libertades que se toma uno de los dos narradores de la novela y que convierten a esta novela en ficción, a diferencia de lo que ocurría en ‘El impostor’.
Dice en el libro que le costó mucho decidirse a escribirlo. Consideró, incluso, darle la historia de Manuel Mena a otro escritor. ¿Pensó en alguien en particular?
No, aunque al final la historia de Manuel Mena la contamos dos escritores: un historiador o notario que intenta reconstruir el pasado con la máxima precisión, distancia y objetividad, sin inventar nada, y un escritor llamado Javier Cercas que cuenta en el presente el proceso de hacerse la historia y que se toma algunas libertades con la realidad (pocas). En cierto modo, en el libro dialogan y se contraponen el pasado y el presente, la historia y la leyenda; de ese doble diálogo debería surgir una verdad superior, que es la verdad de la literatura.
“La verdad no le interesa a nadie”, le dice el cineasta David Trueba a Cercas...
David se refiere en el libro a España, pero vale para todas partes, y es de lo que hablaba en ‘El impostor’: cuando se trata del pasado más duro y desagradable, individual o colectivo, nuestro impulso natural es ocultarlo, enmascararlo o edulcorarlo para volverlo digerible, cuando no para usarlo política o personalmente. Contra ese impulso están escritos muchos de mis libros, y en particular este.
Así como Bolaño hizo un cameo decisivo en ‘Soldados de Salamina’, ahora Trueba lo hace en ‘El monarca de las sombras’. ¿Necesita de amigos-creadores para el arranque de sus novelas?
En esta novela, como en muchas de las mías, hay muchísimos cameos, aunque no siempre quienes los hacen son tan conocidos como Trueba o Bolaño –bueno, Bolaño lo es ahora, no cuando escribí ‘Soldados...’–, y todos están ahí desempeñando una función. Es verdad, sin embargo, que tanto la de Bolaño como la de Trueba son bastante importantes: ambos son o eran amigos míos, ambos dialogan con un tipo que se llama como yo, y de ese diálogo surgen cosas importantes para la novela; ambos son más listos que yo y se ríen de mí, o por momentos y a veces sin saberlo, me guían como si ellos fuesen Virgilio y yo Dante. Cada uno a su manera, ese papel también lo hacen otras personas en otros libros míos, como el cineasta Santi Fillol en ‘El impostor’. La pregunta es: ¿hay conocimiento sin diálogo, sin contrastar tus dudas y perplejidades con otros? Platón pensaba que no, y no voy a ser yo quien lo contradiga.
***
El narrador dice que está harto de relatos reales y que no quiere repetirse, a lo que Trueba replica que piensa demasiado en lo que van a opinar de su próximo libro. No es el caso de Javier Cercas. “El día en que esté menos preocupado por lo que escribo que por lo que vayan a decir de lo que escribo estaré acabado como escritor. En ese momento espero tener la decencia de dejar de escribir. O por lo menos de publicar”, afirma.
Durante toda la novela, el historiador insiste en que “ni esto es una ficción ni soy un literato” y en que se debe atener a los hechos, no como los escritores, a los que se refiere despectivamente.
“El historiador no puede inventar ni fantasear, aunque sí, por cierto, imaginar, pero la imaginación del historiador es distinta a la del novelista”, precisa Javier Cercas. “De todos modos, la dosis de ficción que hay en esta novela es muy escasa, y siempre la pone el escritor, no el historiador. Pero, por pequeña que sea, esa dosis convierte toda la novela en ficción, igual que una gota de veneno convierte en veneno un vaso de agua. A diferencia de ‘Anatomía de un instante’ o de ‘El impostor’, ‘El monarca de las sombras’ no es una novela sin ficción. Es que cada novela mínimamente buena debe crear sus propias reglas”.
El narrador dice que está harto de relatos reales y que no quiere repetirse, a lo que Trueba replica que piensa demasiado en lo que van a opinar de su próximo libro. No es el caso de Javier Cercas. “El día en que esté menos preocupado por lo que escribo que por lo que vayan a decir de lo que escribo estaré acabado como escritor. En ese momento espero tener la decencia de dejar de escribir. O por lo menos de publicar”, afirma.
Durante toda la novela, el historiador insiste en que “ni esto es una ficción ni soy un literato” y en que se debe atener a los hechos, no como los escritores, a los que se refiere despectivamente.
“El historiador no puede inventar ni fantasear, aunque sí, por cierto, imaginar, pero la imaginación del historiador es distinta a la del novelista”, precisa Javier Cercas. “De todos modos, la dosis de ficción que hay en esta novela es muy escasa, y siempre la pone el escritor, no el historiador. Pero, por pequeña que sea, esa dosis convierte toda la novela en ficción, igual que una gota de veneno convierte en veneno un vaso de agua. A diferencia de ‘Anatomía de un instante’ o de ‘El impostor’, ‘El monarca de las sombras’ no es una novela sin ficción. Es que cada novela mínimamente buena debe crear sus propias reglas”.
¿Se siente más cerca del desapego y la distancia del historiador que del escritor?
En absoluto. Yo nunca he abandonado la ficción, ni siquiera cuando escribo novelas sin ficción, porque dialogo permanentemente con ella. Por lo demás, ¿quién ha dicho que la literatura en general y la novela en particular deban ser ficción? Quien lo dice se equivoca.
‘El monarca de las sombras’ es, como sus últimos libros, la historia de una historia. ¿Ya es imposible, a estas alturas, lisa y llanamente contar una historia?
No creo que sea imposible, pero lo cierto es que mis novelas son casi siempre novelas de aventuras sobre la aventura de escribir novelas, y en ellas el proceso de hacerse la novela es tan importante como la historia o historias que cuenta. No hace mucho leí que Italo Calvino decía que, al menos en algunas novelas, ese desnudamiento de sus mecanismos era una obligación moral del escritor. Puede que tenga razón.
¿La desconfianza en los documentos que manifiesta el escritor al descubrirles errores no le hace al mismo tiempo recelar de los hechos?
No desconfío de los documentos: algunos documentos relativos a la historia del protagonista de este libro están equivocados. Quien quiere reconstruir el pasado debe desconfiar de todo –de la memoria, de los documentos, de todo– y someterlo todo a la crítica; lo contrario es renunciar a la verdad. San Agustín decía que el pasado es incognoscible e irrecuperable, se ha ido; es verdad, pero eso no significa que debamos renunciar a reconstruirlo hasta donde sea posible. Es lo que hacen los historiadores y lo que forma en parte este libro con la historia minúscula de un hombre anónimo y la de su familia y su aldea. Pinta tu aldea y pintarás el mundo, dice Tolstói. Pinta tu familia y pintarás todas las familias, añado yo. Son dos de las cosas que he intentado en este libro.
No juzgar, sino entender; ¿a eso debe aspirar un escritor?
Entender no significa justificar, sino lo contrario: dotarse de los instrumentos necesarios para combatir lo que has entendido.
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De acuerdo con varios personajes, la distancia entre los siervos que tenían qué comer (clase media) y los que no era un abismo más grande que el que separaba a ambos de sus verdaderos enemigos: los señores que vivían en Madrid. “Creo que la Segunda República fracasó por muchos motivos, pero sobre todo porque desde el principio tuvo radicalmente en contra a dos fuerzas poderosísimas, que fueron las que acabaron con ella: la oligarquía y la Iglesia”, afirma Javier Cercas.
El escritor que lleva su nombre en la novela se considera un hombre de izquierda, pero reconoce que este sector tampoco estuvo a la altura de la Segunda República.
¿Cree que llegará el momento de una tercera?
En los años 30, el dilema en España era monarquía o república, porque equivalía a un dilema entre dictadura y democracia; ahora yo diría que el dilema más serio no es ese: el dilema es entre mejor o peor democracia. Sobra decir que no soy monárquico, pero prefiero mil veces una monarquía como la inglesa o la sueca, digamos, que una república como la siria.
‘La bella muerte es una estafa’
Según el narrador, la inmortalidad está en los descendientes. Pero si Manuel Mena no tuvo hijos, ¿qué pasa entonces con él? “Que vive en mí, porque la materia ni se crea ni se destruye, solo se transforma”, responde Cercas. “Mis antepasados viven en mí como yo viviré en mis descendientes”.
Considerando el desarrollo de ‘El monarca de las sombras’, ¿existe realmente algo como una bella muerte?
Es lo que creía la moral griega y lo que muchos han creído durante siglos: recuerde el celebérrimo “un bel morir tutta una vita onora”, de Petrarca. Si me pregunta a mí, la respuesta simple es que la bella muerte es una estafa, o más bien que la muerte misma lo es. La respuesta compleja está en el libro.
¿‘El monarca de las sombras’ cierra el ciclo de sus novelas acerca del franquismo’?
Este es el libro que quería escribir desde que quise ser escritor, o desde antes, y en este momento estoy vacío. Dudo que mis próximos libros hablen del presente sin hablar del pasado, porque el pasado es una dimensión del presente y sin él el presente está mutilado.