Revista Pijao
Del feliz dolor de las distancias...
Del feliz dolor de las distancias...

Por Jorge F. Hernández

El País (ES)

Lichi vivía la distancia constante que lo unía-separaba entre su infancia y sus canas... era a un mismo tiempo intacto el niño de Arroyo Naranjo y el papá-mamá de su hija María José y ese mismo sortilegio explica que vivía el exilio-arraigo entre México y La Habana, cantando los Himnos Nacionales de cada país entreverados (“Mexicanos al grito de guerra/ que la Patria os convoca orgullosa...”) y lloraba por un Fufú de plátano cuando estaba en Mixcoac y por los tacos al pastor cuando visitaba el Vedado...

Por lo mismo, creo que Lichi es de los pocos escritores que realmente vivían todas las horas de sus días entreverando la ficción con la realidad; era periodista de sueños inverosímiles, cronista de lo inverificable y ensayista que gustaba añadirle un poco de lluvia a los párrafos aunque no constara en el informe meteorológico...

La novela de mi padre apareció increíblemente en el fondo de un cajón y eso consta porque le consta a su jimagua Fefé, pero también consta porque así lo reinventó Lichi al intentar cerrar esa la única novela que intentó el gran poeta Papá Eliseo... Intento que abandonó al azar en la última página donde trazó el contorno de su propia mano, abiertos los dedos como saludo o despedida (imagen que decía Rapi que era dibujo y no sólo trazo como stencil)... y en esa página Papá Eliseo declara que se rinde, que no intenta cerrar la novela y se dirige a un Tú que le pide que la termine por Él, ese Tú que podría haber sido Cintio Vitier, su poeta, hermano y cuñado casado con Tía Fina, hermana de Bella y todo parece un cuento de hadas que cuenta un niño en una Navidad en Arroyo Naranjo, cuando los tres hijos del Poeta confundieron con la llegada de los Reyes Magos a unos barbudos vestidos de verde olivo que bajaron de un jeep y salvaron a Bella de su primer ataque de hipoglucemia y, decía Lichi ya adulto sin dejar de ser niño, que el azúcar que subía Papá Eliseo en grandes cucharadas por la escalera de Arroyo Naranjo caía sobre cada escalón como nieve de invierno en pleno Sol de Cuba...


Más notas de Actualidad