Revista Pijao
Sarcófago
Sarcófago

Por Francisco Calvo Serraller

El PAÍS (Es)

A la hora del crepúsculo, un pobre niño se encuentra perdido en un tupido bosque junto al mar en busca de su madre. Según anochece, la oscuridad del negro pinar que le rodea se hace tan espesa que ya solo percibe el cadencioso murmullo sonoro del oleaje. Cada vez más asustado, menos mal que viene en su ayuda el providencial farol de una luna llena, que, según remonta, proyecta un disperso sendero de haces luminiscentes de caprichosas formas, cuya belleza calma su ansiedad y orienta su marcha. Tras varias peripecias, al fin “aquel cuerpo plateado que resplandecía desnudo, enmarcado por un halo de brillo sedoso” le permite descubrir la silueta de una mujer que avanza en la lejanía. Apresura entonces el paso hasta casi alcanzarla, atisbando, primero, el resplandor de los inmaculados talones de sus hermosos pies; luego, según se aproxima cada vez más a ella, percibe cómo su propia sombra remonta progresivamente su menudo cuerpo hasta casi cubrirlo, pero sin que su acechante cercanía provoque la menor reacción de la perseguida, que prosigue, indiferente, su marcha. Incluso, cuando camina a su lado, no acierta a identificarla, porque, casi toda cubierta, apenas si aprecia su bello perfil. Trata sin resultado de que le preste atención llamándola “¡Señora!", “¡Hermana!”, pero solo cuando pronuncia la mágica palabra “¡Madre!”, la efigie gira su familiar rostro lloroso…

Este prodigioso relato onírico, titulado Nostalgia de mi madre, ahora incluido en la antología Siete cuentos japoneses (Atalanta), de Junichiro Tanizaki (1886-1965), es quizás uno de los autobiográficos de este autor poco dado a esconder su lado oscuro, pero no solo porque, casi al final del mismo, él se identifique como el niño perdido, sino también porque afirma en concreto estar transcribiendo un sueño que tuvo un par de años después de la desaparición de su madre. El sobrenatural encuentro soñado entre ambos cubrió sus respectivos rostros del rocío perlado de las lágrimas, que expresaban simultáneamente el dolor de la pérdida y la alegría del inesperado encuentro, las inseparables caras del don de la vida.

Por lo demás, esta antología de cuentos, seleccionada con buen tino didáctico por Ednodio Quintero, recoge en un sintético haz el complejo delta del caudaloso curso narrativo de Tanizaki, uno de los mejores escritores japoneses del mundo contemporáneo. Sin embargo, entre todos ellos, es particularmente sobrecogedor Nostalgia de mi madre, donde descubrimos, a través de la puerta secreta de nuestros sueños, cómo somos el precioso sarcófago donde se atesora la imprescindible memoria de nuestros amados seres desaparecidos, aquellos quienes han dado luz y sentido a nuestra existencia, formando una parte imperecedera de ella.


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