Cuando se habla de fulgor poético se hace referencia a la calidad literaria que uno encuentra a veces en algún libro de poesía. Fulgor significa resplandor. Así las cosas, uno como lector puede decir que, en ocasiones, llegan a nuestras manos libros donde resplandece la palabra. Cuando se descubre que hay sentido creativo en las metáforas, que el lenguaje alcanza dimensión artística, que los vocablos brillan por su fuerza expresiva y que las figuras literarias complementan la estética del poema se llega a la conclusión de que se está ante un poeta inmenso. Eso me ha ocurrido con la lectura de El fulgor, libro de poesía escrito por Iván Beltrán Castillo, publicado por Pijao Editores en su colección 50 años. El título del libro es motivación a su lectura.
¿Quién es este hombre que con el libro El Fulgor se revela como una voz poética importante en Colombia? Si uno busca en Internet referencias a su nombre no encuentra ningún análisis sobre su obra. Lo que si encuentra son poemas suyos en portales reconocidos por la calidad de lo que publican, los títulos de los libros que hasta ahora ha publicado, y la noticia de que fue en 1988 Premio Nacional de Poesía Bogotá 450 años y Premio Nacional de Periodismo en 1995. Esa información nos dice que nació en 1961 en Medellín, y que muy joven viajó a Bogotá, donde inició su carrera periodística y literaria. Que trabajó en El Tiempo, y que publicó los libros Consagración del espejismo, Antología de poetas colombianos 1958-2008, y Cuentistas Bogotanos, una antología de cuentos.
El libro El Fulgor llegó a mis manos en forma sorpresiva. Fue presentado en el Encuentro de Colombianistas realizado en Ibagué en el pasado mes de septiembre. Al presentarlo, el escritor Jorge Eliecer Pardo se deshizo en elogios sobre su poesía. Luego su hermano Carlos Orlando, al obsequiármelo, me dice: “Lea este libro. Se sorprenderá”. Entonces me presentó a su autor. Fue cuando recordé que había leído algunas crónicas suyas publicadas en la Revista Diners por la época en que era dirigida por German Santamaria, y en Credencial cuando la dirigía Roberto Posada García-Peña, D’Artagnan. Iván Beltrán Castillo dirige el portal literario Con-fabulación, que tiene un apreciable número de seguidores, y es tallerista de crónica en la Fundación Literaria Común Presencia.
¿Por qué digo que en el libro El fulgor se descubre un gran poeta? No es difícil explicarlo. La poesía de Iván Beltrán Castillo se nutre del estremecimiento interior del hombre frente a la vida. En este sentido, se puede decir que su gran maestro es Cesar Vallejo. Sin imitarlo, tiene del peruano un eco recóndito en el lenguaje, su preocupación por el destino del hombre, el asombro ante la realidad de un mundo que parece haber perdido el norte. En el poema “La memoria del aprendiz”, un texto con sabor a tierra y a cosecha, el poeta dice: “A veces la mirada y los pasos del hombre van en sentido contrario. Y aunque cante en la mañana el hombre es también un aprendiz de sombra”. Es que Beltrán Castillo logra, con su poesía, “explorar en la fragilidad de la condición humana”.
En una entrevista en Letralia, el autor de El Fulgor dice: “La poesía es el territorio posible de toda la libertad, de todo el deseo, un porvenir labrado desde la entraña de la memoria, donde el hombre encuentra y abraza una más grande y más vasta significación”. Leyendo su poesía, uno se da cuenta de que la preocupación de Iván Beltrán es el hombre con toda su carga de interrogantes, de dudas, de creencias. El poeta lo ratifica en un lenguaje que es expresión de una realidad cuando sostiene que el hombre “está atado a la tierra, a la cosecha, a los imperiosos alimentos terrestres”. Esa preocupación por el destino del hombre la reitera en el poema “Atavío de transparencias”. Aquí señala que al hombre “lo emboscan el amor y la belleza”, y lo acechan “el olvido, la distancia, los ejércitos, la peste, las fronteras”.
En el poema “Meditación del alba” aparece un autor que se cuestiona sobre su existencia y, al mismo tiempo, se pregunta sobre su futuro: “¿Quién seré mañana?/ ¿Una nueva ficción?/ ¿Un mito ancestral, una fábula?/ ¿Una gota de música que cae/ y sigue cayendo por la eternidad?”. Sin embargo, no da respuesta a sus interrogantes metafísicos. Pero en otro poema aclara que creció poblado de fantasmas y atiborrado de promesas. Amparo Inés Osorio dice en el prólogo a El fulgor que Iván Beltrán hace nuestros “los pliegues de este tiempo de ruinas con su indeleble sello de estigmas”. Yo agregaría que este poeta, que apenas ahora descubro, canta su asombro ante las tempestades del mundo. A veces su palabra quema el alma; en otras, abre ventanas para entender sus cogitaciones espirituales.
José Miguel Alzate
Tomado de eje21.com.co