Revista Pijao
‘Quiero contar la guerra como un hecho humano’
‘Quiero contar la guerra como un hecho humano’

Por Carlos Restrepo  Foto Claudia Rubio

El Tiempo

Aunque llegó a Cali a los 12 años con su familia, el escritor Julián Malatesta (Miranda, Cauca, 1955) cuenta que durante sus primeros años de crianza en Ibagué alcanzó a ser testigo directo de “la violencia más atroz. Salíamos a los balcones y mi padre nos mostraba en las noches el desplazamiento en las montañas de los grupos armados”, dice.

Agrega que su casa estaba muy cerca de la Brigada del Ejército y vio el día en el que llegó el cadáver de uno de los más reconocidos guerrilleros del país, ‘Sangre Negra’, en helicóptero. “A mí eso me quedó grabado de niño”.

Luego vino la militancia en la Unión Patriótica, desde donde el autor pudo conocer varias zonas guerrilleras y ser testigo de la primera tregua de paz de la guerrilla con el gobierno de Belisario Betancur.

Todas estas vivencias fueron la materia prima para que a los 62 años, Malatesta –quien ha dedicado toda la vida a la poesía– tejiera la historia ‘Este infierno mío’, con la que salta por primera vez a la novela.

Pero no es una novela más sobre la violencia. El autor tuvo muy claro su interés por darle una nueva vuelta de tuerca, para meterse en los sentimientos de sus protagonistas.

“Me interesa contar la guerra, no desde la doctrina ideológica ni desde las convicciones políticas, sino como acontecimiento humano de los personajes”, anota el también profesor de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle.

La historia sucede en una casa de inquilinato comandada por una mujer de nombre Raquel. Alrededor de ella orbitan tanto los protagonistas masculinos como los femeninos.

Raquel es la amante de Eladio, comandante guerrillero conocido como el ‘Gavilán’, quien la llama siempre que viene a la ciudad. “Sin embargo, cuando ella queda en embarazo le dice que no le da un hijo a la guerra y se le desaparece”, explica el autor. De allí que Eladio nunca tenga noticias de cómo crece Domingo, su hijo.

Malatesta explica que sus personajes se mueven entre “la nobleza, la bondad y el malevaje. Son articulados a unas dinámicas subversivas en el mundo urbano, pero también hay un mundo de barrio muy interesante”.

Así van apareciendo en escena Jazmín, prostituta y una de las inquilinas de Raquel, y Berta, la dueña de un cabaret.

“En mi novela, las mujeres son personajes fundamentales. Una voz muy poderosa. Y, aunque tienen una vida humilde, son dominantes”, anota el autor.

A lo largo de la trama, Malatesta plantea ese interés por mostrarle al lector que hasta en las relaciones más elementales, los seres humanos reflexionan todo el tiempo sobre la cotidianidad, desde lo existencial.

Al aludir al título, Malatesta juega con la metáfora del horror de la guerra, pero con un mensaje más profundo.

“Este infierno mío es porque el mundo sobrenatural y el natural están todo el tiempo acá. Y así viven los pueblos y las comunidades. La gente popular vive con los espantos y le tiene alcancías a las ánimas, que es un poco el infierno que plantearon los gnósticos del cristianismo: acá gozamos y acá sufrimos”, concluye.


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