Revista Pijao
“Pensar en contra de uno mismo”
“Pensar en contra de uno mismo”

Por Isabel-Cristina Arenas

El Espectador

Polonia

“¿Ya vivimos después del fin del mundo?” Si se recuerda un poco la historia, algunas ciudades han sido destruidas durante las guerras —Alepo, Bagdad, Budapest, Colonia, Dresde, Guernica, Hiroshima, Kabul, Nagasaki, Varsovia—; en nuestro continente muchos países lograron salir de sus dictaduras y han resucitado, aunque hoy Venezuela agoniza. Y Colombia, que estuvo muriendo durante sesenta años seguidos, por fortuna acaba de renacer. Para las personas que viven o vivieron en estos lugares ese es su mundo, allí está toda su vida. ¿Cómo verlo con otros ojos?

Adam Zagajewski, poeta y ensayista polaco, dice que después del fin hay que vivir como si no hubiera pasado nada. Él sabe de lo que habla; su país cuenta con una larga lista de guerras, derrotas, fragmentación de territorios y regímenes políticos totalitarios. Al otro día del fin del mundo sale el sol y “la ropa se seca tendida en las cuerdas blancas y resuena la risa de un niño”. No hablamos de conformismos. “La poesía de Zagajewski –así como sus reflexiones sobre la creación y su intenso trabajo memorialístico– confirma el sentido ético de la literatura y hace que la tradición occidental se sienta una y diversa en su acento nativo polaco, a la vez que refleja los quebrantos del exilio”, dijo el jurado sobre este poeta al dar a conocer su nombre como Premio Princesa de Asturias de las Letras 2017, galardón que recogerá en la segunda quincena de octubre de este año.

Zagajewski nació en 1945 en Lvov, una ciudad polaca que fue invadida por la URSS en 1944 y anexada a su territorio. Cuando el poeta solo tenía cuatro meses de edad su familia emigró a Gliwice, ciudad alemana que Polonia se había anexado; estaba y no estaba en su país, era un desplazado, un inmigrante en su propio territorio. Hoy Lvov es de Ucrania. En Dos Ciudades (Acantilado, 2006) cuenta cómo fue su vida durante ese tiempo. Años más tarde estudió Filosofía y Psicología en Cracovia y en los años ochenta, con el régimen comunista instalado en su país, se exilió en Francia y Estados Unidos. En 2002 regresó a Polonia.

En su libro de ensayo Solidaridad y soledad (Acantilado, 2010), reflexiona sobre los regímenes totalitarios, la cultura, la razón, la humildad, la muerte, la memoria. En uno de los ensayos llamado “Una muralla alta”, él se transforma en un danés que visita Polonia e intenta verla con más distancia. Conversa y debate con él, con su personaje de ficción, está de acuerdo y al mismo tiempo no lo está, se contradice, pero al final el danés, que es él mismo, termina “polonizado”. Concluyen entre los dos que “hay que pensar en contra de uno mismo, si no, no somos libres”.

Polonia, patria de grandes poetas, escritores y músicos, como  Wisława Szymborska, Witold Gombrowicz, Stanisław Lem, Ryszard Kapuściński, Bruno Schulz, Artur Rubinstein y Frédéric Chopin, ha sido una triste protagonista de la historia, aunque Zagajewski dice que esto es precisamente lo que le han robado a su país: la historia, junto con la política y la economía, y por esto una parte activa de la sociedad se sometió a una sublimación forzada y se dedicó a la cultura. “¿Todo ha sido creado como respuesta al desafío mortal de los totalitarismos?”. Cuando él habla de Polonia, se refiere también a toda Europa Central y a la mirada de quienes habitan allí.

“La guerra en Polonia propició que la poesía fuera la única patria pura”, dice Zagajewski, uno de los poetas vivos más prestigiosos y respetados de Europa. “Entre el ordenador, el lápiz y la máquina de escribir / se me escapa medio día. Algún día sumará medio siglo. / Vivo en ciudades extranjeras y a veces con personas / extranjeras hablo sobre cosas que me son extrañas. / Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich. / En ella encuentro tres elementos, fuerza, debilidad y dolor. / El cuarto no tiene nombre”. Autorretrato (1997).

En Solidaridad y soledad también reflexiona acerca del fin del mundo y la actitud frente a este, sobre el flamenco y la pasión, la esclavitud, el sufrimiento pasivo y la verdad. De la esclavitud dice, por ejemplo, que solo hay una forma de serlo, pero infinitas de conservar la libertad, “puede ocurrir que caigas en la esclavitud, pero hay algo que debes evitar a todo precio: volverte esclavo” ¿Pensamientos como forma de esclavitud? Sobre la soledad dice: “Nadie desea ni elige una soledad terrible, una soledad solitaria. Es posible desear una soledad relativa, moderada” ¿Para leer, para escribir, dar paseos y pensar?

Sería interesante leer un ensayo o relato de ficción de un colombiano que se haga pasar por un danés, y que intente recorrer Colombia, reconocerla desde otro punto de vista. Al final terminaría “colombianizado”, pero al leerlo podríamos llegar a pensar en contra de nosotros mismos, ver lo que no vemos por estar dentro. ¿Quizás alguien como Antanas Mockus, Tomás González o Pablo Montoya? Nuestro país estuvo muriendo durante sesenta años seguidos y por fortuna acaba de renacer, podemos construirla de la mejor forma. Porque como dice Zagajewski: “Buscamos la verdad, pero las ilusiones nos provocan alivio, por no decir la salvación”.


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