Revista Pijao
Moebius monta una feria de aventuras
Moebius monta una feria de aventuras

Por Emilio Jurado Naón 

Clarín (Ar)

“Si hiciéramos cosas que sabemos cómo funcionan nada de lo que ocurre nos revelaría algo sobre nuestra existencia”. Los poemas y novelas –y otros artefactos– de Pablo Katchadjian parecen plantearse la pregunta acerca de cómo, ellos mismos, funcionan. Lo hacen al tiempo que avanzan. Y avanzan saltando hacia lugares poco claros, “confusos” diría uno de los personajes de En cualquier lado. Una novela que se pregunta cómo funciona, o sea cómo cuenta, o sea cómo, quién y desde qué lugar narra.

En cualquier lado hace transcurrir a sus personajes sobre un fondo que se mueve rápido y muta: una feria de carpas apiladas desemboca en una oficina y después en una cancha de fútbol, un campo de batalla medieval, un bosque, luego una casa habitada por el demonio que deviene en campus universitario en el extranjero y vuelve a formularse como feria de antigüedades. Si la pregunta es en dónde están los personajes, la respuesta puede ser “en cualquier lado”. Mientras que en Gracias, su primera novela de aventuras, cada capítulo partía de foja cero con el té y las tostadas junto a la cama del narrador, En cualquier lado sumerge un episodio en el siguiente para hacerlo aparecer más adelante y crear un cinturón de situaciones a la Moebius. Los personajes que transitan este fondo movedizo disponen, sufren o abrazan, con un poco de desconcierto pero también con un grado de aceptación y adaptación ante lo inesperado que resulta inquietante. Es una novela in-quieta.

Pero no. Tal vez la frase “en cualquier lado” no sea la respuesta a dónde suceden las acciones sino a dónde está el narrador. ¿Dónde está el que cuenta lo que nos cuentan? Un libro anterior, La libertad total, podía entenderse como “novela en diálogo” ya que, efectivamente, no hay narrador, sólo los parlamentos de sus personajes. O sí, hay narrador, pero está callado. ¿Qué significa ser narrador?

La primera persona que asume el relato de En cualquier lado sigue a una chica que le gusta, Diodora, entre las carpas de una feria de antigüedades; pronto conoce a unos cadetes de oficina que lo invitan a jugar al fútbol y ahí, en la cancha, se convierte en Gato, un crack, que pasa a ser protagonista narrado en tercera persona. Más adelante, Gato reúne un ejército de mercenarios para servir a su príncipe; en la batalla muere y la protagonista pasa a ser Teresa, nueva líder del ejército, que, una vez disuelto el grupo en peregrinaje, llega a una feria de antigüedades en donde conoce a Diodora. Juntas crían a un hijo, que se llama Jorge y que pasa a ser el protagonista, y así.

Los pasajes de un modo de narración a otro son sutiles, pases de mago experto. Pronto el relato en sí –nuestra inmersión como lectores en el encadenamiento de las transformaciones– licúa esa sensación extraña producida por los cambios (“Todo cambia para no cambiar”, dice uno que después se muere), plancha un poco el ambiente, vuelve familiar la aventura. Hasta que irrumpe el siguiente pase de manos. Entonces uno se pregunta si lo principal en la novela de Katchadjian es la aventura o el narrador, o el pase de manos, o cada oración por sí misma. Es posible que En cualquier lado sea la fabricación de un sustrato: el sustrato de lo narrativo. ¿Cuál es el mínimo común denominador de todo acto de narrar? Esta es una manera bien conceptual de encarar una novela –y algunos pasajes reflexivos al final de En cualquier lado abonan esa percepción; pensamientos sobre el oficio de narrar, sí, pero no ensayos, sino pensamientos ensayados, formulados en la praxis.

En alguna charla, el poeta neoyorquino David Antin define la narrativa, no como un encadenamiento de acciones relatadas por un narrador, sino como “la confrontación del sujeto deseante con la amenaza o promesa de transformación, o uno podría decir la amenaza y promesa de transformación”.

Las novelas de Pablo Katchadjian –un conjunto en proceso que, con cada nueva publicación, plantea el desafío de reactualizar la lectura de la obra– dan constantes empujoncitos al narrador cómodo para que baile o trastabille entre la amenaza y promesa de transformación.

En cualquier lado, Pablo Katchadjian. Blatt & Ríos, 104 págs.


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