Por Carlos Pardo
El País (Es)
En su ensayo Sobre el estilo tardío, Edward Said se fijaba en el trabajo contra corriente de algunos artistas al alcanzar su madurez. En vez de obras armoniosas, sosegadas y con los “secretos del oficio”, las entregaban problemáticas, descompensadas, más jóvenes que las de los jóvenes de edad. El paradigma sería el Beethoven de los últimos cuartetos. Los hispanohablantes tenemos la suerte de percibir el mismo proceso en la argentina Hebe Uhart (Moreno, 1936). Después de una magistral obra de ficción (los cuentos de Guiando la hiedra o la novela Camilo asciende), cuando apareció su primer libro de crónicas, Viajera crónica (2011), Uhart no se cansó de responder en las entrevistas: se me agotó la ficción y salí a mirar el mundo, no quería repetirme. Es una manera humilde de decirlo: la fortuna de que un estilo tan particular como el suyo pueda reinventarse en un género expansivo como la crónica es una alegría para el futuro de la literatura, como demuestra De aquí para allá, cuarto libro de crónicas de Uhart, y primero con una temática común. Uhart reúne 10 crónicas sobre comunidades indígenas de América del Sur, desde Carmen de Patagones, en la frontera de la Patagonia, hasta la costa que une Colombia y Venezuela, pasando por Tucumán, El Chaco Salteño, las comunidades de Otavalo en Ecuador o de Iquitos en Perú. Una pluralidad de formas de vida en movimiento, de comunidades mixtas y orígenes mapuches, guaraníes, toba, quom, wayuu, etcétera.
La fórmula de Uhart es similar en casi cada crónica: pertrechada de conocimientos precisos de la historia escrita y oral de la comunidad que visita, Uhart se sienta con mujeres y hombres y los observa y escucha, especialmente atenta a los detalles significativos y las modulaciones del habla (Visto y oído fue el título de otro de sus libros de crónicas). También le gusta que el azar modifique su plan previo de trabajo y la ayude a disimular cualquier voluntad sistemática: parece que ella ha llegado ahí casi de milagro, como excusa para que alguien hable. No obstante, el resultado es más ambicioso de lo que parece: la recuperación de relatos y resistencias silenciados por la historia oficial conforma casi una historia secreta del continente. Pero si algo desmonta De aquí para allá, además de los mitos del origen, es la propia estabilidad del concepto de historia, su “sentido”; y si hay algo común a estos pueblos indios es su distancia respecto a una concepción de la forma estática y fija: su “esencia” es la transformación.
Varios temas obsesionan tanto a la cronista como a los entrevistados: las fronteras y la relación con la tierra, el nomadismo forzoso, el desarraigo entre dos mundos, las relaciones traumáticas con el nombre propio (que a veces otorga la empresa poseedora de la tierra), la organización estratificada tanto fuera como dentro de la comunidad, las relaciones con la Iglesia (normalmente evangélica), la presencia nutricia del monte, los ritos de la primera menstruación y, por supuesto, la relación con la propia lengua y con la memoria. Para estas vidas “nudas”, a veces despojadas de papeles y atributos oficiales, el silencio es un patrimonio: “Nosotros nos callamos porque con eso nos defendemos, si no nos destruirían mucho más”.
La de Uhart es un prodigio de escritura lacónica, rápida, de un solo trazo pero flexible por su ironía. Uno se pregunta qué debería suceder para que una de las grandes de nuestro idioma sea más conocida internacionalmente o, por no pasarme de enfático, publicada íntegramente en España.
De aquí para allá. Hebe Uhart. Adriana Hidalgo, 2017 192 páginas.