Revista Pijao
Los sueños caídos
Los sueños caídos

Por Mariana Enríquez

Página 12 (Ar)

Stephen King lo reconoce: los cuentos le resultan mucho más difíciles que las novelas. En la introducción a su décima colección de narrativa breve, lo explica: “Si dijera que siempre me ha gustado la rigurosa disciplina impuesta por la obras narrativas más breves, mentiría. Los cuentos exigen una destreza acrobática para la que se requiere una práctica agotadora. Nunca percibo tan vivamente las limitaciones de mi talento como cuando escribo narrativa breve”. Si se recorren los más de doscientos cuentos que Stephen King ha publicado, es posible llegar a dos conclusiones. La primera: cuando escribe un buen cuento, es insuperable. Un recorrido breve es suficiente: el clásico “Los chicos del maíz”, el aún escalofriante “Basta S.A.” de 1978 (sobre ese hombre que quiere dejar de fumar y es extorsionado por su grupo de ayuda), el hawthorniano “El hombre del traje negro”, publicado en The New Yorker y ganador del O’ Henry, o el menos conocido pero fantástico “1922”, una brutalidad de terror rural publicada en 2010. La segunda conclusión: no está siendo falsamente modesto cuando afirma que es novelista por naturaleza y que, sobre todo en los cuentos, “desde el punto de vista creativo sigo siendo un aficionado”. Es muy grato y emocionante que, cerca de los 70 años, cómodo en su condición de leyenda y sin necesidad de probarle nada a nadie, Stephen King aún se “exponga” con una colección despareja de cuentos. Y que además lo haga en un momento profesional extraordinario (otro más): en un mes se estrenará la serie basada en Mr. Mercedes (con el enorme Brendan Gleeson como protagonista, producción de David E. Kelley y dirección de Jack Bender: un dream team) y casi al mismo tiempo llegarán al cine la adaptación de La Torre Oscura con Idris Elba y Matthew McConaughey y la nueva versión de It, esta vez en manos del argentino Andrés Muschietti.

El bazar de los malos sueños cae en medio de este furor y presenta veinte relatos con modestia y cuidado. King es un escritor orgullosamente comercial y en general sus colecciones de cuentos son recopilaciones, por lo tanto, libros sin mayor coherencia interna. Éste también es una compilación: salvo excepciones, los cuentos fueron publicados en Granta, The New Yorker, Harper’s Magazine, Playboy, The Atlantic, Esquire o como e-books. Pero hubo un editor amoroso, quizá el propio King, que sin embargo les buscó un aire de familia, una comunicación que los pone a dialogar. Los cuentos de El bazar de los malos sueños no son, en su mayoría, cuentos de terror. Exploran con recurrencia la vejez, el dolor y la muerte; suelen estar ubicados en los Estados Unidos de la crisis, con protagonistas endeudados, alcohólicos, pobres y agobiados que recorren las rutas del país a bordo del último refugio del sueño americano: el auto. El motor. El libro abre con un cuento de terror puro, “Area 81”, sobre un auto maligno y voraz, y cierra con “Trueno en verano”, un hermoso relato posapocalíptico sobre un hombre, su perro y su moto que podría tener música de Bruce Springsteen. Entre ambos hay experiencias variadas. Desde el western “Una muerte”, seco y hard boiled, que no escatima ni violencia ni escatología hasta “Ur”, un cuento a pedido de Amazon para el lanzamiento de Kindle, donde King se divierte con un protagonista que es profesor universitario y lee 2666 de Roberto Bolaño (una nada sutil manera de decir: “estoy actualizado”). También se incluye la novela corta “Billy Bloqueo” que tiene un problema de “traducción”: se  trata de un relato de baseball. Y si bien King es un escritor ideal para contar el deporte –lo tiene todo: el ritmo, la noción de competencia, la pasión, la inteligencia–  “Billy Bloqueo” es muy complicado de comprender si se desconocen las reglas porque el protagonista es especialista en una acción específica del juego. Un poco como un cuento sobre un genio del off-side para lectores norteamericanos.

Lo mejor, sin embargo, está en lo menos vistoso. “Batman y Robin tienen un altercado” es un relato muy sencillo y sin ambiciones sobre un padre y un hijo que van a almorzar siempre al mismo lugar. El padre, que fue un comerciante pícaro y exitoso, tiene Alzheimer. La empatía de King con el anciano confuso, con el hijo cansado y con el vínculo sostenido en pura voluntad es ejemplar. La superpoblación de viejos en El bazar de los malos sueños resulta sorprendente y revela lo poco que se publica sobre el fin de la vida en la ficción popular. King pone viejos de todo tipo por todos lados: el juez que tiene un secreto macabro de “La duna”; el publicista que niega la muerte de su esposa en “No anda fina” o el cruel reverendo Winston de “La moral”, que le ofrece dinero a su fisioterapeuta para cometer un acto de violencia gratuita sólo porque quiere saber qué se siente; ella, claro, necesita el dinero, están por desalojarla y acepta corromperse. “La moral” es uno de los mejores cuentos de este libro junto al único inédito, “Pimpollo” (“Mister Yummy”), sobre un grupo de ancianos en un elegante geriátrico. El protagonista, Ollie, es gay y recuerda sus años de noches y sexo en Nueva York durante la epidemia del sida. En la introducción del cuento, una costumbre cada vez más bienvenida de King que cuenta como nadie su proceso de escritura, se desmarca de toda la policía de la corrección política y dice: “Cuando esbocé la idea a grandes rasgos a un amigo, me escuchó atentamente y después movió la cabeza en un gesto de negación. ‘Dudo mucho que tengas algo nuevo que decir sobre el sida, Steve’. Guardó silencio por un momento y añadió: ‘Y sobre todo siendo heterosexual’. No. Y no. Y sobre todo: no. Detesto el supuesto de que uno no puede escribir sobre algo por el hecho de no haberlo experimentado, y no solo porque eso presupone un límite a la imaginación humana, que es en esencia ilimitada. Es que además da a entender que ciertos esfuerzos de identificación son imposibles”. “Pimpollo” no es, además, un cuento sobre la vida gay. Es un cuento sobre el deseo y sobre las furtivas visiones de una juventud inalcanzable y dorada: en sus últimos días, a Ollie se le presenta el fantasma amable de un chico que alguna vez vio en un bar, un chico inolvidable con el que no tuvo sexo y que viene a buscarlo. Como muchos de los mejores relatos de El bazar de los malos sueños es una elegía, un lamento por los muertos, una reflexión sobre la última frontera que Stephen King aborda con humildad e inquietante cercanía.

El bazar de los malos sueños Stephen King Plaza & Janés 601 páginas


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