Por Jorge Nájar
La voz del habitante de un planeta en estado degenerativo nos habla en “Asombros” (Caza de Libros Editores, 2017) de Jorge Torres Medina (Chiquinquirá, Colombia, 1956). Da cuenta así de que la especie depredadora se resiste a ver el lento suicidio del “edén que se seca poco a poco.” El eje de la reflexión que une las diferentes estancias es la historia del tiempo antes y después del hombre. En una primera lectura estamos ante la visión de alguien que ha recorrido desiertos, mares, montañas y nos pinta lo que esos ojos han visto, lo que su personalidad ha sentido y lo que sus neuronas han entretejido con esas múltiples visiones del planeta. No prima sin embargo la visión de un expedicionario. Es hegemónico, eso sí, el desencanto entonado con una voz muy singular.
A diferencia del emblemático “El barco ebrio” en el que un Rimbaud de apenas 17 años, en el verano de 1871, acomete la osadía de crear la metáfora de un barco que habla, que siente, que piensa y crea sinestesias en torno a su relación con los ríos y los mares (“el despertar amarillo y azul de los fósforos cantores”), la voz que entona los “Asombros” de Torres Medina no le canta al paisaje, ni se complace en la descripción de seres fabulosos; llora, eso sí, ruge, chilla por la extinción de ellos. Su ambición está lejos del encadenación de alejandrinos alrededor de las visiones delirantes de un bote epónimo perdido y hundido en el mar.
En la voz rugosa que nos habla en “Asombros” reside el testimonio del hombre que se embarcó, literalmente, en la aventura del mundo. Metafóricamente, ahí están los momentos álgidos de la observación del caos que denuncia. Intelectualmente, estamos ante el desasimiento del lenguaje tradicionalmente conocido como “poético” para así, con herramientas cientistas, hundirse en el develamiento de la hecatombe ante la cual el género humano está confrontado en nuestros días. Así consigue crear el testimonio de un hombre que regresa de las “trampas en las que se pudre en los juncos todo un Leviatán” como decía el mismo Rimbaud en aquel lejano verano de su adolescencia.
Acudiendo a un viejo modismo coloquial se podría decir que en “Asombros” estamos antes una poesía “comprometida” como si toda poesía, sea cual sea su timbre y entonación, a condición de que sea Poesía, no fuese comprometida. Poesía comprometida, poesía militante, viejos modismo que ahora ya no significan ante el peso y la consistencia, ante el ADN singular de la Poesía. Pero, para corregirnos, la apuesta de “Asombros” avanza sin embargo por esos linderos, ya no para denunciar las contradicciones sociales entre pobres y ricos, ya no para poner en evidencia los desajustes entre centralismos y periferias, ya no, en fin, para persistir en la propuesta de que identidad étnica se corresponde con identidad de clase. No. Nada de eso. Poesía universal a secas, comprometida, eso sí, por la intensa reflexión en torno a los estragos que ha constatado el hombre embarcado en el barco ebrio de la existencia. No nos habla el barco. No nos habla de su ebriedad. Nos habla de lo que el hombre ha hecho del planeta. Nos habla del “sapiens” y su obra devastadora a lo largo del tiempo. El grito. La denuncia. La chilla. Pero entonados desde un estricto posicionamiento ético que en sus caso termina por ser político: “Sentado en la dificultad / la vegetación es aliento // Avanzo medito me protejo / los depredadores asedian…”
En un nuevo ajuste de tuercas, saltando de una estancia a otra de estos “Asombros” se puede recordar en parte la historia de la retórica de la poesía. Se ha sostenido que con la emergencia de la crisis de los recursos poéticos a finales del siglo XIX surgió la conciencia de la brecha entre el nuevo sentido de la realidad psicológica y las antiguas modalidades del discurso poético. Desde Rimbaud, pasando por Lautréamont y Mallarmé, buena parte de la tradición poética ha estado marcada por la obra de una serie de poetas que rompieron con las reglas estructurales de la definición poética. Los techos cerebrales se vieron convulsionados por esfuerzos rupturistas en la materia verbal. Mientras por otro parte las búsquedas más sensatas buscaban devolver a la palabra el poder de encantamiento. Y en ese camino la poesía se renovó a tal punto que unos convirtieron las palabras en actos, no de comunicación sino de iniciación a un misterio privado. Este desembarco del misterio privado llegó vigente hasta la post modernidad, renovada en otros por causas del industrialismo, el existencialismo y. en ciertos casos, el vacío intelectual que tomará sus cartas en la poesía.
Pues bien, el matrimonio entre el júbilo renovador y la búsqueda en la poesía como expresión, no de lo que ven los ojos exteriores, sino de lo que ven los ojos del alma humana en su crisis por existir en cualquiera de los mundos, corre el riesgo de convertir los “Asombros” de Jorge Torres Medina en la materialización de un hombre profeta, en un ser que no necesita pasar por el desorden de los sentidos para hablar y llorar al mismo tiempo sobre el destino del planeta que ha engendrado los excesos del propio hombre.
Estamos, en suma, ante una propuesta poliédrica. A la vez heredera de las grandes expediciones por selvas, mares y volcanes, como de las reflexiones de algunos pensadores sobre el destino del hombre, sin dejar de lado los anhelos de una poesía comprometida con la idea de los cambios. Cambios dentro de nosotros mismos. La revolución de todos los días, pero sobre todo dentro de cada uno. He ahí su credo. He ahí su “Ecología del ser” y sus anhelos des “desmontar la guerra en el olvido.”
UNA PLAGA
¿ Qué avizora el sapiens
sentado en el lomo de la inmundicia
entre polvo ferroso y chatarra ?
Invadido de círculos de caucho
en el reflejo de su veneno
deshecho a la intemperie
en las laderas de la avaricia
¿ Qué avizora el sapiens
con ojos soñando en frondas
entre árboles desnudos ?
Mientras la savia se agota
brota una avalancha de vegetales cadáveres
Prevalece la amnesia
dormito en el tiempo
cabalgo en la ciencia y arrugando la morada
invado mi cerebro de conciencia haragana
La basura se acrecienta
para testimoniar mi inteligencia
y poco a poco acumulo
la sabia manera de condenarse a si mismo
Ungido de aceite y humo
Soy la plaga de todas las plagas
TOXINAS
Toxinas en el ser
Sus filos tajando la bondad
Un cuervo picotea las neuronas
para apaciguar el hambre
Una hiena muerde el aullido
para aletargar las circunvoluciones
Encerrado en la cárcel craneana
señalo el extraño sentir
mientras mi lucidez se pudre
Veo el renacuajo en desbandada
en las nervaduras del charco
en la polución del salto
El absurdo hierve en los poros
para fundir la conciencia
y perennizar la ceguera
Las toxinas del ser son cuchillos
cortando las dendritas
extraviadas en la impotencia
DESDE ESTE LUGAR
De la impaciencia
de la clara confusión
desde este lugar
de simas a cimas
mirando el instante
sintiendo el olor de la especie
amasando calcáreos y calcedonias
desde esta naranja destripada
de la que no se degusta su elixir
desde este lugar
de la fotosíntesis y el monóxido
desde este lugar
de las virulencias y las mutaciones
gira el ojo y su retina
y ve cortar el último árbol
entonces no sé si será tarde o justo
evitar esta respiración abstracta
desde este lugar de la impaciencia
desde este lugar de la clara confusión
desde este lugar…
ECOLOGÍA DEL SER
Bastaría entrar en los laberintos del ser
abrir los umbrales de la conciencia
atenuar el miedo y desnudar el depredador
Bastaría no ser sumiso al goce de si mismo
al ego que exacerba la vanidad radioactiva
entender que no soy único ni dueño
de la fuente que da vida y aroma
Bastaría saber que mi origen es el cosmos
la amalgama de primarios elementos
gestación de la química y la física
que en efusión hirviente dio la vida
Bastaría saber que soy agua y electrolito
aminoácido esencia que palpita
flujo para nutrir el citoplasma
que da energía y pensamiento
Bastaría saber que entonces soy conciencia
chispa de la materia
suspiro de sustancia animada y desanimada
tejido de palabra que se hace y se deshace
Bastaría saber de la piedra de la hoja de la carne
del equilibrio ondulando siempre
para apaciguar la soledad de especie
Bastaría proteger la morada donde existo
donde creo ser amo de mi entorno
ingeniando nanómetros para la inmortalidad
en la metamorfosis global
Bastaría remar en la cadencia
en la serenidad para vencer el vértigo
en la negación del aniquilamiento
en el lecho de la imaginación y la cordura
Bastaría saber qué queda
apreciar el caos en la cuerda
mirar la fronda del transgénico
o la savia hendida por la sierra
Bastaría apreciar la belleza que nos ronda
limpiar el piélago de la isla plástica
hibernar el ártico el antártico
desmoronar la guerra en el olvido
¡ Bastaría dejar vivir vivir ser vivido !