Revista Pijao
“La historia de los fugados del nazismo tenía un tono general de conciencia excedente”
“La historia de los fugados del nazismo tenía un tono general de conciencia excedente”

Por Ane Zugadi

Un carguero destartalado, el Capitaine Paul Lemerle, zarpó de Marsella rumbo a Martinica en marzo de 1941. El escritor y ensayista Jon Juaristi (Bilbao, 1951) ha escarbado en la travesía de un grupo de intelectuales que buscaron arraigo lejos de la Europa de los totalitarismos. Los árboles portátiles, editado por Taurus, es un minucioso reportaje que reconstruye la memoria del exilio cultural europeo de la segunda mitad del siglo XX.

Pregunta: ¿Qué le llevo a rebuscar en este viaje a bordo del Capitaine Paul Lemerle?

Respuesta: Me interesan mucho las historias de los barcos del exilio europeo. En 2010 escribí sobre el último viaje que llevó a los refugiados republicanos españoles y vascos a México. Ahora me interesaba el primero. Después de la ocupación alemana partió de Francia para atravesar el Atlántico. Cubría la ruta Marsella- Martinica para transportar azúcar, pero se adaptó para llevar a tres centenares de refugiados fugitivos del nazismo.

P: ¿Quiénes formaban ese grupo de intelectuales?

R: Básicamente son cuatro grupos los que van en el pasaje. Un pequeño grupo de intelectuales y artistas auspiciados por un comité de rescate americano para llevarles a un lugar seguro. Un grupo amplio de judíos alemanes de clase media alta y sin una especial significación política que simplemente escapan de Hitler. También hay medio centenar de comunistas antiestalinistas alemanes de tendencia trotskista y por último, un centenar de republicanos españoles.

P: Entre los que destaca el obrero eibarrés Toribio Echevarría. Pasó desapercibido entre la tripulación, pero para usted resultó revelador.

R: Era el hombre de Prieto en París, se encargaba de dirigir la organización de apoyo a los refugiados. Aprendió el oficio de armero pero luego fue un teórico del cooperativismo y un vascófilo total. Su destino final fue Caracas donde trabajó como agregado de prensa de la embajada británica. Su diario de viajes es excepcional porque él no era un intelectual, no tenía los prejuicios del resto, y cuenta las cosas con honradez y veracidad. Levi Strauss y André Breton se callan cosas e inventan otras. Toribio es un personaje honrado a carta cabal.

P: A bordo del barco, podría decirse que se fraguó Europa, tal y como la conocemos hoy en día.

R: Hubo una serie de encuentros que son fundamentales para la historia cultural de Occidente en la segunda mitad de siglo. Es el embrión de tres fenómenos. Por un lado, las nuevas vanguardias artísticas que, en la primera mitad del siglo, estuvieron vinculadas al folklore pero luego giraron hacia el cubismo, el expresionismo abstracto o el surrealismo. Por otro, aparece el estructuralismo durante una discusión casual sobre arte y filosofía entre Breton y Levi Strauss en una escala en Casablanca. Tiene su importancia porque fue la tentativa de dotar a las ciencias humanas de fundamento científico duro. Y por último, está la nueva izquierda representada por Serge que, después de tomar forma sobre todo en México, volverá a Europa en torno al movimiento de Mayo del 68 para configurar la cultura progresista europea de la segunda mitad del siglo.

P: El relato, sin embargo, deja al descubierto las grandes diferencias de los hombres de izquierdas. R: Además, en aquel entonces estaban más acusadas porque Stalin perseguía a sus rivales. Acababa de matar a Trotsky el año anterior a través de Ramón Mercader. Por tanto, existía el enfrentamiento dentro de los comunistas, al margen del cual permanecieron los socialistas.

P: Después del viaje, esa vanguardia intelectual y política europea, ¿cómo lo tuvo para buscar arraigo?

R: Breton lo pasó mal porque no consiguió tener el predicamento que consiguió en Francia. El expresionismo abstracto de Pollock y Rothko no consiguió cuajar con el surrealismo, que él practicaba. En general, existe un tono de conciencia excedente generalizado. Estaban perseguidos en Europa e intentaron arraigar, pero no fue sencillo.

P: ¿Ve similitudes entre aquel viaje desesperado y quienes hoy cruzan el Mediterráneo?

R: No lo creo. Aquello no fue una gran migración. Salieron unos pocos, los que podían, y los viajes eran regulares, no en pateras como ahora. Fue además durante un periodo muy corto entre el verano del 40 y el otoño del 42. Tras la invasión del norte de África por parte de los aliados y la ocupación de los alemanes de la Francia oriental se interrumpió esta vía. La mayoría fueron refugiados de ida y vuelta. La excepción son los cineastas, como Fritz Lang, que fue acogido con interés, algo impensable solo diez años después.

 

Con información del diario El País (ES)


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