Revista Pijao
La casa de los veinte mil libros
La casa de los veinte mil libros

Por Claudia Rodríguez

Especial para la Revista Arcadia

Crónica de una historia familiar de afectos y bibliofilia, La casa de los veinte mil libros repasa la vida de Chimen Abramsky (1916-2010), tratante de libros y académico, pero sobre todo, judío converso que llegó a ser uno de los teóricos más prestantes del Partido Comunista en Gran Bretaña hasta 1958, cuando renunció al reconocer los desmanes del régimen de Stalin y se declaró un liberal humanista. Memorioso y erudito, pozo de ideas y de referencias del pasado y el presente, así lo recuerda Sasha Abramsky, su nieto y autor de este libro, en el que rinde homenaje al abuelo que lo divertía imitando a Chaplin con una torre de vasos en la cabeza, y al pensador, amigo de Isaiah Berlin y Eric Hobsbawm, que encontró en los libros un bastión contra el horror de la existencia diaria.

La casa londinense de Chimen, con sus 20.000 volúmenes y documentos acopiados a lo largo de 70 años, es el escenario que, como un diorama, se abre aquí para revelar la devoción de este hombre por la historia social y cultural del mundo, su pasión por Marx y Maimónides, la filosofía judía y el ajedrez, el debate y las rutas casi detectivescas de la compra-venta de incunables y raros ejemplares. Una casa en donde el olor de los libros se fundía con los aromas de las recetas antiguas que Mimí, su esposa, compartía en la mesa con el desfile de contertulios que ambos cultivaban. Si no hubiera sido por la sociabilidad de ella, dice Sasha, Chimen habría terminado como el protagonista de Canetti, en Auto de fe, aprisionado en su espiral de tomos.

Abramsky, sensible e incisivo, reconstruye aquí la arquitectura de una morada, casi atemporal, en la que se cruzaron sus inquietudes de infancia y adolescencia con el testimonio de una época de revoluciones, entreguerras y ensayos de transformación social. Historia íntima de un clan de inmigrantes ruso-judíos, puesta en el contexto de la gran historia. Al final, con la desaparición del abuelo, autor y lector constatan el significado del legado y la claridad de que la verdadera muerte acaso sea una casa sin libros.


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