Revista Pijao
El río invisible, de Cristina Siscar
El río invisible, de Cristina Siscar

Por Daniel Gigena

La Nación (Ar)

Jimena se reencuentra con su prima Teresa en una ciudad de provincias, "ajena, sin raíces". Pero el encuentro la empuja hacia el pasado, cuando sus tíos la llevaron a vivir con ellos en una casa alquilada frente al Río de la Plata en los años setenta. Allí la huérfana se convirtió en una espía: desde su cuarto, subida a un aromo, mientras lavaba los platos en la cocina, permanecía atenta a los comportamientos de los primos, de los tíos y de una familia vecina. De allí provenían los libros que Teresa leía a toda hora. También el deseo y el peligro. "Sólo desde el futuro podemos leer en hechos del pasado un anuncio velado de lo que vendría después", se sugiere en las primeras páginas de El río invisible, la nueva novela de Cristina Siscar. Varios años después, entonces, las primas conversan cara a cara. Jimena está casada y es madre de dos hijos; Teresa, emancipada de la familia, permanece distante y enigmática.

El río invisible cuenta, en cierto modo, una historia oculta en la superficie del relato. La historia de dos casas, la casa del pasado y la que sobrevive en la memoria; la historia de dos familias, aquella de la infancia y de la orfandad de Jimena y la que luego formó con Fredy, otra criatura ajena durante el encuentro nocturno. Mediante capítulos cortos -similares a estampas de un álbum que perdura en el recuerdo, similares a actos de conciencia con los que se intenta detener (o comprender) el paso del tiempo-, la narración fluye y acerca claves en las márgenes del relato. Siscar es una narradora concentrada, sin prisa, que envuelve de misterio el relato. Hay presagios que se cumplen, a veces de manera retrospectiva.

Teresa tiene en el rostro una cicatriz, rastro de una venganza secreta de Jimena. ¿Venganza contra quién? Esa cicatriz es un emblema de la estrategia narrativa que Siscar elige para remontar el pasado de los dos personajes femeninos, situados a la orilla de una historia mayor definida por la pérdida. No sólo de la juventud y de los ideales de cada una sino también del carácter simbólico de los lugares en el recuerdo. El río puede ser un espacio de iniciación y descubrimiento pero también una amenaza o una necrópolis.

Como la protagonista, los lectores deben espiar entre los pliegues de distintos episodios que avanzan, se podría decir, hacia una toma de distancia. "Este tiempo en el que me he sumergido con Teresa se parece al río quieto, sin orillas. ¿Cuántas turbulencias, cuántas cosas ocultas pueden surgir de sus aguas?", se pregunta Jimena en el cuarto de hotel, mientras aguarda las revelaciones que expliquen no tanto el desenlace como el sentido de aquella historia ambientada en los años de las primeras promesas de felicidad.

El río invisible

Por Cristina Siscar

Paradiso. 140 páginas.


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