Revista Pijao
El gran horror americano
El gran horror americano

Por Patricia Suárez

Clarín (Ar)

El horror no es territorio exclusivo de los hombres y cada vez hay más escritoras para demostrarlo. No sólo nuevas escrituras, sino la aparición o revalorización de textos abandonados en el arcón del sexismo. Uno de los casos es Shirley Jackson (1916-1965), a quien se editó en español muy recientemente con la novela La mansión de Hill House (2008) y un libro de cuentos La lotería (2015). Por fortuna para el lector argentino acaba de aparecer la novela El reloj de sol, originalmente publicada en 1958. Aunque nacida en San Francisco, lejos está la autora de retratar la vida citadina y cosmopolita, sino que su atmósfera es la América profunda de Flannery O’Connor o Edna Ferber.

Lo horrible sucede en ámbitos pueblerinos, rurales, donde, como escribe en El reloj de sol, “es posible sugerir y difícil refutar que siempre habrá algo, por exótico que sea, que será creído por alguien”. El pueblo, con su atmósfera asfixiante, será también el reino literario de Stephen King, que se considera discípulo de Shirley Jackson. Nunca mejor entendido el refrán “pueblo chico, infierno grande”, porque en verdad lo demoníaco toma posesión en la opresión y el tedio de estos sitios imaginarios.

Otro elemento frecuente en la composición de la escena terrorífica es la mansión señorial, heredera del castillo siniestro donde ocurrían las peores cosas en el género gótico, desde Horace Walpole a Mary Shelley. En El reloj de sol, Shirley Jackson se apropia de estos dos elementos, y el pueblo y la mansión y el cóctel resultan explosivos.

En la aristocrática familia Halloran, acaba de morir el hijo y único heredero, dejando a sus anchas a su malvada madre, su padre en silla de ruedas, su tía un poco trastornada, su joven esposa, su hijita insoportable, la institutriz y el mayordomo. Un día, la tía Fanny, mientras pasea por el jardín, es sorprendida por la aparición de su padre muerto quince años atrás, quien le advierte sobre el cercano fin del mundo, y del cual ellos deberán protegerse dentro de la casa: sólo en la casa Halloran estarán a salvo.

El terror es un género que necesita de mucha extensión, porque debe colarse sutilmente entre aquello que sucede todos los días y no llamar en exceso la atención de nadie. Y hacer verosímil lo inverosímil lleva su tiempo, aunque Jackson se lo toma con diversión y pasea al estupefacto lector por entre las rencillas de las concuñadas, los berrinches de la niña y las personas que se suman a la tabla de salvación que es la casa Halloran.

Hasta que llega al punto en que ya nadie puede dudar de que el fin del mundo es un hecho cierto que se aproxima. El estilo de Jackson es hipnótico y tiene al lector agarrado con dientes y uñas en la ansiedad por saber qué seguirá en la próxima página. Jackson no se proponía hacer alta literatura para deslumbrar intelectuales, sino con recursos sencillos despacharse sobre temas metafísicos que ni los intelectuales se animarían a tocar. “Lo único que significa la realidad (...) es dinero (…) y, por supuesto, un hombre en tu cama”. Una autora para leer y para esperar más traducciones y ediciones de sus libros.

El reloj de sol, Shirley Jackson. Traducc. A. M. Tato. Fiordo, 304 págs.


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