Por El País (Uy)
Ahora que se viene un nuevo Montevideo Rock, está bueno conocer la historia para no volver a repetirla. O algo así. En todo caso, la segunda edición (corregida y actualizada) de Errantes, historias del rock nacional 1977-1989 de Gustavo Aguilera (Ediciones de la Plaza, 690 pesos). Es un retrato a base de testimonios de primera mano sobre unos años del rock uruguayo en los que se recuperó una tradición cortada por la dictadura y se le aportó una nueva mirada.
Así por el libro pasan protagonistas como Victor Nattero, Gabriel Peluffo, Popo Romano, Aldo Silva (el conductor de Telemudo que alguna vez fue manager de Buitres), Roberto Musso y Gustavo Rey, entre otros. Además se incluyen fotos, afiches y en una buena idea, las cartas de los lectores del suplemento Día Pop “para sentir la voz de la gente”, le dice Aguilera a El País. Se nota que vivió esos tiempos y está contento de compartir su disfrute.
Sobre su amor al rock uruguayo, sus artistas favoritos y, claro, Errantes, su libro, Aguilera habló con El País.
—Errantes abarca de 1977 a 1989. Es como una etapa media rara.
—Mi idea era solo abarcar el tiempo que duró Estómagos, cinco o seis años. Pero a medida que se empecé con las entrevistas, todos me decían que no me olvidara de tal o cual cosa que había pasado antes. Y aportan un panorama de aquellos años durante la dictadura. Y como la idea de hacerlo nace de leer De las cuevas al Solís de Fernando Peláez que llega hasta 1975, no dejaba ningún bache.
—Ahora tenés que hacer de 1989 en adelante, por lo menos hasta 2001.
—Esa es la idea. Estoy hace un tiempo coordinando entrevistas, investigando y soportando la presión de algunos amigos.
— ¿Qué fue lo primero que viste de rock uruguayo?
—Estómagos en el Bohemios en 1986. Yo sacaba una revista dentro del liceo 26 y me fui metiendo en el tema de hacer periodismo y ahí me enganché con esa movida. Ahí entrevisté a Alfonso Carbone, a ADN y a Zero. Íbamos a todos los lados con un grabadorcito.
— ¿Cuál era tu banda favorita?
—Estómagos era como la que más me representaba y Cuarteto de Nos, sus recitales eran u#na aventura. Las letras de los Estómagos, era como que me calzaban justo. Nos hablaban de cómo nos sentíamos.
—Y muchas veces esas letras no eran del todo apreciadas.
—Está la frase de Macunaíma: “estas letras de rock no van a dar para nada”. Por eso hice hincapié en agregar letras y mostrar cómo representan estados de ánimo, ideas, situaciones. Y también se decía que los músicos no sabían ni tres notas, para mí no tenía nada que ver.
—La despedida de Estómagos en el cine Cordón, tiene toda la imagen de un cierre...
—Cuando se separan, para mí fue como pelearme con una novia. Eso me dijo Aldo Silva. Durante años no pude escuchar rock nacional. Y ahora cuando hice el libro, revaloricé y recontextualizarla y comparar con los cambios que vinieron después.
—Y sobre eso, ¿qué conclusión sacaste?
—Hasta No Te Va Gustar y La Vela Puerca el rock nuestro ha sido parricida: cada generación ha denostado a la anterior y salido a contrapelo de eso. Pero NTVG y La Vela son los primeros que reintegran todo y hacen una pacificación con el medio y amplían el público. El rock deja de ser periférico para hacerse masivo.
—En el libro, queda claro que hay como una ideología, una tradición que, vos decís, se cortó a comienzos de este siglo. ¿Quién mantiene viva aquella llama?
—La Trampa, más allá de que venían de entonces. Y la banda que marca los 90 son los Peyote. Ejemplifican esa cosa bien de su tiempo de mezclar a ver qué sale y seamos originales desde allí. Antes la cosa pasaba por cierta pureza rockera.