Revista Pijao
Paul Pen: “No juzgo a mis personajes sino que trato de entender sus motivaciones, por terribles que sean”
Paul Pen: “No juzgo a mis personajes sino que trato de entender sus motivaciones, por terribles que sean”

Por Gorka Rojo   Foto E.P.V. Rubaudonadeu

zendalibros.com

“Rose salió del cuarto con un grito. Soltó la puerta con tanta fuerza que el pomo golpeó la pared. Sus pasos retumbaron en el pasillo, en la casa entera. Encendió la luz de la habitación de Melissa. Desde la estantería la observaron un montón de piedras con ojos.

La cama estaba vacía.

— ¡Melissa!

Revolvió la sábana. Miró debajo del somier. Giró sobre sí misma con las manos en la cabeza, mareada en aquel cuarto que parecía enorme.

—Se la han llevado —susurró.

Apretó las manos contra su vientre, retorciendo el camisón como si acabaran de arrebatarle a su hija después del parto. Elmer apareció en la puerta.

—Se la han llevado, Elm —le dijo—. Se han llevado a Melissa.”

Con este fragmento del primer capítulo de La casa entre los cactus (Plaza & Janés), nos hacemos una idea de lo que nos espera con la lectura del último libro de este madrileño de 37 años afincado en Alicante, y yo no puedo estar más contento. No abundan los escritores que se tomen un género como este como lo que realmente es: un género difícil. El misterio y el thriller son a la literatura como la Física Cuántica a la ciencia. Cualquiera puede intentarlo, pero solo unos pocos elegidos lo dominan. Y uno de esos elegidos es Paul Pen.

Este escritor, autor de El aviso (RBA) y El brillo de las luciérnagas (Plaza & Janés), ha conseguido reventar el mercado estadounidense con la traducción al inglés de su segunda obra, la cual se alzó a la tercera posición de los libros más vendidos en Amazon USA superando las cien mil copias vendidas. Ahora, La casa entre los cactus confirma a Paul Pen como uno de los mejores autores de suspense del panorama español.

La casa de los cactus es un libro en el que descubrimos que no hay lugar donde huir de uno mismo, de los asuntos pendientes, de los miedos y de las decisiones que tomamos. Dilemas morales y diferentes percepciones de la misma realidad. Una novela que invita a reflexionar acerca del puro egoísmo. Egoísmo entendido como bien común y como mal menor.  Una reflexión acerca de dónde colocar la frontera entre el bien y el mal en función de nuestras intenciones para con los seres queridos. ¿Hasta qué punto somos capaces de guardar un secreto? ¿Hasta qué punto es necesario revelarle la verdad a un ser querido si con ello vas a poner su vida patas arriba?

— ¿Con una trayectoria como la tuya, por qué tardas tanto en contar la historia que te ronda en la cabeza? Además, pronto la veremos en cines, si no me equivoco.

—Sí, de momento, mis dos primeras novelas están siendo adaptadas al cine. La primera, El aviso, se estrena el 23 de febrero de 2018, dirigida por Daniel Calparsoro. Estoy deseando verla. En cuanto a las novelas, mi ideal sería escribir una al año, pero la vida siempre acaba metiéndose por medio.

—A Paul Pen se le ha comparado con muchos escritores. ¿Con qué comparación te quedas?

—Las comparaciones como tal casi siempre son inexactas, porque puedes parecerte a un autor en la forma de escribir pero no en productividad, por ejemplo. Además, las comparaciones siempre parten del bagaje literario de quien hace la comparación. De alguna manera todas las comparaciones son válidas pero, a su vez, no tienen gran valor, por eso no sabría quedarme con ninguna.

—Tus novelas están dedicadas al gran público, ¿Cómo ves la situación del mercado editorial hoy en día?

Como yo llegué al mercado editorial en un momento crítico, en el año 2011, la evolución que yo estoy experimentando en el sector es hacia mejor, dentro de lo que cabe, porque la verdad es que las cifras aún dejan mucho que desear. Pero bueno, hay que ser optimistas y, si en 2017 estamos mejor que en 2011, quizá en 2024 estemos mucho mejor que ahora. Confiemos en que así sea.

—Después de 3 novelas llenas de tensión, ¿qué podemos deducir de Paul Pen viendo a sus personajes? La verdad es que todos y cada uno esconden alguna arista que te hace recelar…

—Creo que las personas somos muy complejas y todos somos capaces de lo mejor y de lo peor. No dibujo personajes absolutamente buenos ni absolutamente malos, sino que me interesa la gente que es capaz de ambas cosas, como llevar a cabo acciones horribles motivadas por el amor. No juzgo a mis personajes sino que trato de entender sus motivaciones, por terribles que sean.

—En general, aunque estoy casi convencido de que es por pura ignorancia o por albergar algún tipo de complejo, la crítica nunca ha tratado bien al thriller o al best seller. ¿Qué destacas o qué defiendes del thriller como técnica narrativa? ¿Por qué es tan literario, o más, ese género que cualquier otro?

—Para mí cualquier historia que te haga sentir emociones profundas es igual de válida que otra, ya sea el capítulo de una serie de dibujos animados como BoJack the Horseman o un clásico de la literatura universal. A mí el thriller me apasiona porque me hace sentir miedo, tensión, suspense y, los que me gustan a mí, además logran que llore y aprenda algo de la condición humana. Bastante es. Para mí, la calidad literaria es transmitir emociones con palabras impresas.

—Entremos en tu última novela. Háblanos del escenario de La casa entre los cactus. ¿Qué lo inspira?

—Lo inspira un viaje por carretera por la Península de Baja California, en México. Estuve once días atravesándola en coche y quedé tan fascinado con sus paisajes desérticos, cubiertos de enormes cactus, que supe que tenía que ubicar una de mis novelas en ese lugar. La historia fluyó con mucha facilidad una vez decidido el entorno.

—Toda historia tiene un origen, así que, ¿cuál es el origen de La casa entre los cactus?

—El origen es ese viaje, y la idea que quise trabajar es un clásico que me encanta: cosas en apariencia ideales que en realidad no lo son tanto. Como el idílico pueblo de Twin Peaks, o una familia perfecta con cinco hijas con nombres de flor pero que alberga un secreto terrible.

—Decía Michael Houellebecq que para ganarse la vida como escritor hay que tener cierto nivel de fama consolidado. ¿Crees que esto es cierto?

—Si la fama se entiende como un mayor número de lectores, claro. Para ganarse la vida como escritor yo creo que hay que llegar al máximo número de mercados posibles, y las traducciones son un buen sistema. Un libro vuelve a nacer cada vez que se traduce a otro idioma y puede llegar a otro montón de personas diferentes.

— ¿Cuáles son tus tres autores de referencia? ¿Y los tres libros que no dejarías de recomendar?

—Roald Dahl, Stephen King y Jeffrey Eugenides. Libros que recomendaría siempre: Boy’s Life, de Robert McCammon, Middlesex, de Jeffrey Eugenides, y Geek Love, de Katherine Dunn.

— ¿Qué te parece la autopublicación?

—Como con la publicación tradicional, hay historias de éxito pero también de fracaso, así que nunca se sabe. Yo he experimentado con ella publicando por mi cuenta Trece historias, relatos independientes que fueron apareciendo semanalmente durante el año 2015.

—Volvamos a La casa entre los cactus. Es innegable que, ya habiendo dejado claro en El aviso que Paul Pen utiliza el costumbrismo como herramienta para describir situaciones que se salen de la norma, en tu última novela te esfuerzas en crear una atmósfera que aun siendo tan abierta y luminosa, oprime y da sensación de claustrofobia. ¿Cómo de importante es el escenario para Paul Pen?, ¿podríamos decir que es un personaje más?

—Para mí, el escenario es importantísimo. En mis tres novelas la sensación de espacio es fundamental para mi historia y creo que los escenarios son uno de los elementos más importantes para generar atmósfera y dar sensación de realidad a una novela. Al fin y al cabo, todas las historias transcurren en un espacio determinado, así que hay que prestarle la atención que merece.

—Ya has alcanzado un nivel de presencia considerable en la literatura actual, así que: ¿cómo enfoca Paul Pen los días antes del lanzamiento del libro?

—Con muchas ganas de que salga. La parte que más larga se me hace de todo el proceso es todo ese tiempo que pasa desde que termino la novela hasta que llega a las tiendas. Es como tener un secreto guardado del que no puedes hablar a nadie durante mucho tiempo, y se hace eterno. Cuando llega el día de publicación, estoy feliz, cero nervios.

—Hablando del tipo de novela que haces, ¿está España empezando a destacar definitivamente con obras de calidad a un tipo de literatura hasta ahora casi exclusivo de autores extranjeros? Pienso en Dan Brown, en Ken Follet, Katherine Neville, Forsyth, Le Carré, etc.

—Creo que thrillers de calidad han existido siempre, aquí y allá. Quizá ahora el público está más receptivo a que un buen thriller pueda provenir de un autor español. También ha pasado en cine: la llegada de Amenábar o Bayona dejó claro que aquí se podían hacer películas de un género que nos parecía ajeno unas décadas antes (aunque en realidad ya se hacían también).

— ¿Literatura americana o europea?

—Yo consumo mucha literatura americana, pero no es más que un gusto personal. Quizá los géneros que más me gustan tienen mayor tradición norteamericana, pero no creo que pueda elegirse una sobre otra porque, al fin y al cabo, autores de un continente y otro se han ido retroalimentando desde hace siglos. Al final, las buenas obras trascienden todo tipo de fronteras y etiquetas.

—Y en un terreno más prosaico, ¿cómo es tu proceso creativo?; es decir, ¿surge esa chispa mágica que hace que veas la historia en tu cabeza?, ¿qué hay después?, ¿cuando empiezas a escribir está ya todo perfectamente planificado, cerrado y pensado o hay espacio para que los personajes fluyan? ¿Mapa o brújula?

—Todo empieza con una idea, sí, pero desarrollo mucho esa primera idea en la cabeza antes de ponerme a escribir. Hasta que no tengo claro un buen comienzo, mucho de lo que ocurrirá en medio, y el final, no empiezo. Así que soy de mapa. Me aterraría llegar a la mitad de una novela sin saber por dónde tirar. Curiosamente en la vida real los mapas no me gustan mucho y soy más de viajar a lo loco.

—Cuéntanos algo de la iniciativa de tus Trece historias.

—Tras publicar dos novelas quise publicar algunos relatos, una colección, porque es otro formato que me apasiona. Me parecía además la manera perfecta de ampliar mi universo, porque en trece relatos pude tocar muchos de los temas que me interesan sin tener que dedicarles novelas enteras. Pero ni mi editorial habitual ni ninguna otra quisieron publicarlos, porque no parece que el relato tenga mucha potencial comercial. Así que aproveché la situación para probar con la autopublicación en formato digital, que es algo muy del tiempo que me ha tocado vivir y que nunca está de más experimentar. Y ya que estaba haciendo cosas de mi tiempo, me metí a YouTuber improvisado durante las trece semanas que duró el lanzamiento, presentando cada relato con un vídeo, como si fuera el Guardián de la Cripta o Rod Serling en The Twilight Zone. Hecho el experimento, sí me encantaría que las trece historias aparecieran reunidas ahora en un tomo impreso, sobre todo porque me lo han pedido muchísimos lectores.

—Hay una característica de tus libros que me llama mucho la atención. Para ti, para el lector y para tus personajes, la realidad se ve desde diferentes ópticas. Es decir, es muy importante cómo perciben la realidad las diferentes personas implicadas en la lectura hasta el punto en el que algunas escenas albergan diferentes realidades. Esto me lleva a plantearme dónde pone Paul Pen el origen de la maldad. Es decir, ¿cometer un acto delictivo te convierte en mala persona? ¿Hasta dónde se puede llegar para hacer lo correcto o para impedir que ocurra algo como en el caso de El aviso? En definitiva, ¿tienen límites tus personajes?

—Es que la realidad humana tiene diferentes ópticas. Te aseguro que me resulta inexplicable la facilidad con la que tendemos a juzgar a los demás basándonos en los cuatro datos que nos cuentan de esa persona, o de algo que haya hecho. Es el mismo fenómeno por el cual condenamos muy rápidamente las acciones de los demás pero para nuestras propias acciones encontramos miles de justificaciones. Y literariamente, por la riqueza que aportan a la historia, me interesan esas zonas morales grises en las que alguien hace algo terrible movido por una causa que a su juicio es noble. Casi nadie es solo bueno o solo malo, y nuestra mente parece negarse a aceptarlo y solo se siente cómoda con los absolutos, lo que origina muchos de los problemas del mundo. Si ya juzgo muy poco a las personas, a mis personajes aún menos, porque quiero entenderlos.

—Paul, si no lo digo, reviento: está claro que todas las comparaciones son desafortunadas en algún sentido, pero ya desde El aviso hay similitudes o afinidad  narrativa con Stephen King. Desde la atmósfera hasta el punto costumbrista de la historia pero ha sido en La casa entre los cactus en la que la comparación con Misery ha venido a mi cabeza. Sin embargo me pasa contigo y la novela negra como con King y la novela de terror: que no encaja, pero compartís algo. La carga psicológica de vuestros personajes. En La casa entre los cactus esa carga va creciendo hasta el punto de ser la principal característica de la segunda mitad del libro. ¿Cómo consigues que los personajes  no se te vayan de las manos? ¿Cómo de importante es para ti perfilar los personajes de antemano?

—Si te crees a tus personajes, los entiendes y no los juzgas, ellos solos marcan su camino. Son ellos quienes se hacen coherentes consigo mismos y eso lo nota el lector. Aunque antes solía pensar que la trama era lo más importante de una novela, cada vez voy inclinando más la balanza en favor de los personajes. Es casi un milagro dar vida a personas que se hacen reales en la mente del lector con un número determinado de palabras. Pensar que haya podido conseguirlo en mis novelas es una de las cosas de las que más satisfecho puedo estar.

Se acaba el tiempo de visitas y Paul Pen debe abandonar la celda. Una vez hablado con el autor, no sé qué os puedo contar para recomendaros este libro. Quizá, cosa que no suele sucederme, debo reconocer que su autor me ha ganado  con el final. Un final sorprendente y desasosegante. ¿Por qué?, pues por una razón muy simple. Si analizo la novela y en qué punto nos deja su autor, tiemblo de miedo al saber que lo que ocurre es exactamente lo que hubiera hecho yo. Y eso es terrorífico. ¿Queréis saber qué es? Pues ya estáis tardando en ir a por el libro. Tenéis todo agosto por delante. Buen verano a todos.


Más notas de Entrevistas