Revista Pijao
Paul Auster y los escritores contra Trump
Paul Auster y los escritores contra Trump

En un inicio, estuvo la poesía.

Antes de saltar al centro de la fama literaria estadounidense como novelista, Paul Auster fue poeta. Durante la década de los setenta e inicios de los ochenta, publicó cuatro poemarios (Unearth, Wall writing, Fragments from the cold y Facing the music). De este género, le llamaba la atención su música, su cadencia, la sinfonía de las imágenes, la elasticidad del ritmo que se contrae y expande a través de las palabras.

Y luego, la poesía siguió allí.

Porque el salto de un género a otro no significó para Auster un cambio de traje. No dejó de ser poeta para ser novelista, no reemplazó los versos por la prosa, ni le hizo gambeta a su pasado. “Nunca dejé de explorar los misterios del lenguaje en mi trabajo, jamás abandoné la música que va más allá de meramente escribir palabras en una página”, dice desde Nueva York, la ciudad que ha narrado con celo, mimo y detalle (la misma que sirvió de escenario para La trilogía de Nueva York, uno de sus trabajos más conocidos), la ciudad en la que vive con su esposa, la escritora Siri Hustvedt. La música de las palabras es su estrella guía a la hora de escribir. Sin ella, no puede sentarse a trabajar. Cada uno de sus libros ha nacido de una musicalidad particular. Antes de saber la estructura, el carácter de los personajes, los giros argumentales y los pormenores narrativos, Auster tiene que encontrar el ritmo. En su caso, la forma precede el fondo. Una vez ha escuchado dentro de sí la melodía adecuada, se sienta a escribir (a mano o a máquina, nunca en el computador) y va improvisando, impulsado por el oído. Así ha escrito más de una veintena de libros y creado un corpus que ha recibido distintos galardones, como el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Después, la poesía sirvió para el combate.

Desde que Donald Trump apareció en la arena política estadounidense, la rutina de Paul Auster cambió. Desde su aspiración a la candidatura republicana hasta su llegada y posterior salida de la Casa Blanca, Auster vio su fuerza destructiva. Intuyó en sus discursos el reavivamiento de viejos odios, la erosión de las bases de la democracia y el derrumbamiento del mito del ‘sueño americano’. Por eso, junto a Siri Hustvedt y otra decena de autores, ayudó a crear y a impulsar el movimiento Escritores contra Trump (Writers against Trump), que tiene hoy más de dos mil asociados en el mundo. Una iniciativa que buscó promover el voto demócrata y que hoy trata de ayudar a pegar los trozos de la maltrecha democracia estadounidense. “Este trabajo político es nuevo para mí”, dice, “no porque nunca haya tenido convicciones políticas: siempre han estado. Pero es la primera vez que me involucro de forma tan activa y pública”. Así, las palabras no solo le sirven para hilvanar historias, sino también para hablar de lo que pasa en su país. Para denunciar lo que el considera el “horror de la extrema derecha”.

Tras Trump, la poesía sigue allí, en el núcleo de Paul Auster.

En su opinión, ¿la pandemia del covid-19 tendrá algún tipo de impacto en la literatura y en las artes en general?
Es muy difícil predecir cuáles eventos históricos van a pervivir en la memoria colectiva y cuáles no. Si la historia nos sirve de algún tipo de precedente, podemos volver en el tiempo y mirar la pandemia de 1918. Lo extraño de esa experiencia de hace un siglo es que prácticamente desapareció de la conversación de quienes la vivieron. Se terminó la Primera Guerra Mundial y la gente hablaba de esa emoción. Luego, con el tiempo, pensamos en los años veinte y todas las cosas que sucedieron en esa década. Y de forma sorprendente, en muy pocos espacios se habla de esta pandemia que mató a muchísimas personas y enfermó a muchas más. Así que agradezco que el futuro sea un misterio para todos nosotros. Si supiéramos qué va a pasar en el instante siguiente, ni nos molestaríamos en salir de la cama, mucho menos en escribir libros o crear arte.

Hablando de escribir, ¿qué tanto ha cambiado la pandemia su rutina como escritor?
He sido uno de los pocos afortunados y es algo que tengo que decir, porque pienso en eso todos los días. En mi país hay millones de personas sufriendo. Que han perdido su trabajo. Que no tienen el suficiente dinero para vivir o comer. Personas a las que les está costando cada vez más pagar los arriendos o las hipotecas. Comparado con esas experiencias, soy muy afortunado. No tengo un trabajo, lo que quiere decir que no me quedé desempleado. Tengo suficiente dinero ahorrado como para poder pasar este periodo sin preocuparme por el mañana. Mi rutina de dedicarme a escribir no ha cambiado. Hubo una coincidencia en toda esta situación: estaba terminando un libro enorme, una biografía y estudio de la obra del poeta estadounidense Stephen Crane. Fue un proyecto que disfruté mucho. En este tiempo he estado editando el texto, leyendo pruebas editoriales, recolectando las fotografías necesarias. En fin, todas las cosas prácticas que rodean el proceso de escribir para publicar. Aunque si soy honesto, y no sé si es la pandemia o el clima político de Estados Unidos, sí me siento más perezoso de lo usual. Me falta inspiración, energía. También puede haber otra explicación: me estoy volviendo viejo.

Usted y su esposa, Siri Hustvedt, participaron en un grupo político llamado Escritores contra Trump, ¿de qué se trató esta iniciativa?
En esto hemos invertido mucho de nuestro tiempo y me alegra que lo estemos haciendo, porque hemos conectado con otros autores que sienten lo mismo que nosotros sobre lo que sucede en Estados Unidos. Además, ha sido una buena forma de combatir la falta de energía. De luchar contra esa sensación de estar sentado solo en tu casa, mordiéndote las uñas, a la espera de que el techo te caiga encima y te aplaste. Nosotros hemos hecho lo que está a nuestro alcance. Éramos unos cuantos cuando empezamos y ahora tenemos más de dos mil miembros. Luego de los resultados de las elecciones de noviembre, cuando ya sabíamos que Biden había ganado, decidimos que nos seguiríamos llamando Escritores contra Trump hasta el 20 de enero, aún sin saber muy bien qué podía pasar entre los resultados y la posesión presidencial. Tras esta fecha, decidimos continuar el grupo con un nuevo nombre: ‘Escritores por las acciones democráticas’. Nuestro foco principal, como grupo, era motivar a las personas a votar. De forma muy rápida nos dimos cuenta de que era inútil intentar convencer a los votantes de Trump de cambiar sus puntos de vista. Así que lo más efectivo que encontramos era motivar a quienes compartían nuestra visión para que votaran. Hicimos reuniones virtuales, encuentros digitales, espacios en los que hablamos de esto de forma continua. ¿Algo de esto ayudó a derrotar a Trump? No lo sé. Pero continuaremos promoviendo la democracia.

La toma del Capitolio por parte de los votantes de Trump fue una noticia que tomó al mundo por sorpresa…
Esto no fue un hecho aislado: este tipo de acciones, a menor escala, están ocurriendo cada vez más seguido. Solo que en esta ocasión fue una turba inmensa, motivada por la sed de destrucción. Tuvimos suerte de que no fuera peor. Es una situación muy compleja, sí, pero el mismo día que sucedió todo me dije a mí mismo: “es terrible que esté pasando, pero me alegra que al fin lo esté haciendo”. Esto le muestra a todo el mundo, sin tapujos, de un modo muy desnudo, la maldad de Trump y lo que él es capaz de hacer. Nunca había pasado esto en la historia de nuestro país. Mucha gente quiere compararlo con la guerra entre Estados Unidos y el Reino Unido, en 1812; sin embargo, no hay comparación: eso fue un conflicto bélico en contra de otra nación. En cambio, en este caso fueron nuestros propios ciudadanos atacando el núcleo de nuestra democracia. Estamos muy frágiles, inestables y con mucha incertidumbre. Y acá hay un punto neurálgico: el Gobierno estadounidense ha subvalorado siempre el alcance y el poder de la extrema derecha, de los nacionalistas blancos y de las milicias armadas que hay en el país. Estos no son fenómenos nuevos, sino situaciones que se vienen repitiendo desde hace años. Nos hemos enfocado demasiado en el terrorismo extranjero, pero obviamos que la amenaza más latente es el terrorismo interno, de ciudadanos estadounidenses. Personas que sienten que es su momento de “hacer y morir como héroes”.

Pareciera que en el centro de esa espiral siempre está el tema de los oprimidos. De forma más evidente, el tema del racismo, pero también el de otras colectividades como la comunidad LGBTIQ+ o los movimientos de las mujeres...
Estoy completamente de acuerdo. Y a esta ecuación hay que incluir inmigrantes, sobre todo aquellos que por su color de piel experimentan racismo. También hay oleadas de antisemitismo y de sentimientos antimusulmanes. La extrema derecha está haciendo de todo aquel que es diferente un enemigo. Por eso es importante ir a la raíz del asunto, hacer cambios estructurales.

¿Qué espera de la presidencia de Joe Biden?
Mi sospecha es que Biden entiende la gravedad del momento que estamos viviendo. Este no es un tiempo para las medias tintas. Hay muchas injusticias que tienen que ser reparadas en Estados Unidos. Cosas importantes como el acceso al sistema de salud, el incremento del salario mínimo, el fortalecimiento de los sindicatos, la reforma de la policía y un largo etcétera. La protección del medioambiente y combatir el cambio climático también son dos prioridades. Si actuamos rápido y ayudamos a quienes lo necesitan, si protegemos sus derechos, si nos ponemos del lado de la clase trabajadora, muchas de estas tensiones y ansiedades disminuirían y, por ende, este incendio político se apagaría un poco.

En los últimos meses, en Latinoamérica han sucedido cosas muy importantes en cuestiones políticas, como el referendo que se ganó para cambiar la Constitución chilena o la aprobación del aborto en Argentina. ¿Qué puede aprender Estados Unidos del sur global en estos momentos de incertidumbre?
Lo que pasa con Estados Unidos es que a las personas no les importan las cosas que suceden más allá. Los estadounidenses tenemos una arrogancia tremenda sobre nuestra propia importancia. Vivimos en una burbuja, que empieza y termina en nosotros. Hay ejemplos de cómo los países manejan cuestiones sociales mucho mejor. Pero no vemos eso. No creo que sucesos como estos que mencionas, importantes para el mundo, vayan a tener efecto en Estados Unidos. ¿Cómo hacer que la gente se interese por esto? He ahí el meollo. Las cosas han cambiado en este país. Hace décadas, había muchos más libros traducidos de otros idiomas y películas extranjeras que se proyectaban en los cines. Pero poco a poco nos hemos cerrado. Ya no sentimos esa curiosidad por el mundo. Quizá es porque somos un país muy grande y complicado, que nos autoabsorbemos. Puede que la gente ya no tenga el tiempo ni la energía para lidiar con la realidad exterior. Un error terrible.

Hace varios años no publica poesía. Sin embargo, me gustaría saber, ¿cuando escribe prosa piensa en sí mismo como un poeta?
Sí, lo hago. Todo aquello que aprendí sobre el lenguaje surge de forma natural cuando me siento a escribir prosa. Para mí es muy importante el cuidado del sonido y del ritmo. Creo firmemente que la literatura, sea un poema o una novela, tiene un significado mucho más profundo que simplemente una serie de palabras en una página. Más allá de lo evidente, todo tiene que ver con una música que subyace. Esta música también hace parte del cuerpo físico del lector. Es algo inconsciente, un proceso misterioso que va sucediendo al escribir y que resuena en el cerebro del lector al descubrir ese código musical. Así que sí, escribo novelas como si fuera todavía un poeta.

Cuando las personas hablan de su obra suelen fijarse en el azar y el papel que juega en su narración. Sin embargo, creo que hay algo más importante que el azar: el impacto que un suceso puede tener en la vida de alguien y cómo este puede cambiar una historia para siempre. ¿Qué opina?
No tengo un fetiche con esta idea del azar. Simplemente reconozco que esto hace parte de la vida. Otros autores no piensan como yo y ven todo desde un funcionamiento más mecánico del universo, una perspectiva más racional que anula la irracionalidad. El azar es real. Cosas inesperadas están sucediendo todo el tiempo. Sin embargo, esta no es la única cosa. Tenemos voluntad y la habilidad de tomar decisiones. En una encrucijada podemos ir a la derecha o a la izquierda. Y en cada camino nos pasarán cosas diferentes, pero finalmente la decisión fue nuestra. Podemos planear, tenemos metas, hay motivaciones. Yo soy escritor porque quería serlo. Fue mi decisión. Lo que sí me interesa más que todo es el concepto de ‘accidentes’. Este es un término filosófico que significa “aquello que no es necesario”. A diario nos están sucediendo cosas que no son necesarias. Por ejemplo, vas a cruzar la calle y resbalas con algo y te rompes la pierna: ese es un accidente. No necesitabas que pasara, pero pasó porque hace parte de la vida. La realidad es una combinación de todas estas cosas y cuando algo inesperado pasa, no deberíamos sorprendernos.

En su trabajo hay un constante interés sobre cómo alguien construye su identidad. Esto es algo que se puede ver desde obras como La invención de la soledad hasta 4321.¿Por qué este interés en la arquitectura de las vidas?
Yo no usaría la palabra identidad para describir eso. Para mí, la identidad es mi pasaporte, por ejemplo. Creo que mis personajes, en su mayoría, saben quiénes son. Lo que sucede es que las historias que escribo los toma en un momento de crisis. En otras palabras: alguien es sacado de su narrativa usual por un suceso y tiene que lidiar con eso. En este proceso de confrontación, él o ella descubre de qué está hecho. Nadie sabe quién es realmente hasta que tiene que pasar por algún punto de quiebre significativo. Si eso es identidad, bien. Pero prefiero pensar que tiene más que ver con alguien cayéndose y teniendo que levantarse de la mejor manera. Claro, toda persona es un misterio. Nosotros somos misterios para nosotros mismos. Incluso las personas a quienes conocemos y a quienes amamos. Siempre hay algo elusivo e inaccesible sobre la experiencia ajena. En La invención de la soledad era mi experiencia de tratar de cavar y descubrir quién era mi padre, de mirar todos los factores que hicieron parte de su presencia en el mundo. En esa búsqueda de su ‘identidad’ me quedó más claro que nunca el hecho de que nadie es una sola cosa, una sola dimensión. La personalidad humana es un espectro, con un rango muy grande. Podemos ir de la alegría a la tristeza o de la risa a la ira. Somos crueles y compasivos. Algunas veces no nos reconocemos y nos sorprendemos por como nos comportamos. O, por el contrario, somos magníficos y no teníamos idea.

En los últimos años, los personajes de sus libros han dejado de ser adultos. Hay niños y adolescentes, o personas en el filo de la veintena. ¿Por qué el interés por estas etapas de la vida?
Es algo que últimamente he notado, mirando hacia atrás. Al inicio, la mayoría de mis personajes eran jóvenes, pero no demasiado. Y mientras fui creciendo, mis personajes empezaron a envejecer. Mi editor británico en algún punto me dijo “estás escribiendo todos estos libros sobre hombres que se están envejeciendo y debilitando”. Y era verdad. Personajes que de una u otra forma espejeaban mi propia experiencia etaria. Hasta que empecé a escribir Informe del interior, un proyecto de no ficción en el que intenté recordar lo más que podía sobre mi propia niñez. Creo que a medida que envejecemos, empezamos a pensar en el pasado distante de una forma más fuerte. Ahora, con más de setenta años, tengo mucho que rememorar y quizá ya no tanto para vivir. Así que esos primeros días se vuelven mucho más interesantes. Tras esa experiencia con Informe del interior, quería seguir explorando más y más esas primeras etapas. 4321 en realidad es un libro sobre crecer. Porque para mí el momento más fascinante de cualquier ser humano son sus primeros veinte años. Piensa en todos los cambios que pasan en esas dos décadas. Naces, llegas a la niñez y luego eres un adolescente, que es una época tumultuosa. Esto es una revolución interna, como cuando lees una historia de ciencia ficción sobre una criatura que cambia de forma. Nosotros somos esa criatura en los primeros veinte años de vida.

En sus libros hay un gran interés por los espacios, casas y habitaciones. Sus descripciones transforman los lugares casi en personajes secundarios...
Hace unos diez años me invitaron a dar una lectura en el City College de Nueva York, como parte del simposio sobre el sociólogo y escritor estadounidense Lewis Mumford. Él fue un gran pensador que basó su trabajo sobre todo en la arquitectura y en los orígenes de las ciudades. Así que pensé “si el tema es arquitectura, no sé qué decir”. Lo que hice fue ir a mis obras y elegir diferentes pasajes que tenían que ver con espacios. Hablé sobre cuartos y casas, pero también sobre calles y ciudades. Me sorprendí de la gran cantidad de páginas que escribí sobre los espacios que habitamos y construimos como humanos. Es algo que me ha preocupado mucho sin pensar en ello de forma consciente. Una pulsión que me sale de forma muy natural.

Para muchos escritores jóvenes usted es un modelo, alguien a quien admirar. ¿Usted aprende algo de los escritores jóvenes que publican hoy en día?
Siempre me interesa leer nuevos escritores, en especial jóvenes. Pero creo que llegué a un punto en mi vida en el que nadie cambiará lo que hago. Ya no soy influenciable. Cuando tenía alrededor de veinte años, conocí a muchos buenos autores. Con alguien como Samuel Beckett, a quien admiro mucho, compartí varias veces. Y como él, más escritores que tenían sesenta o setenta años entonces. Yo les quería hablar de lecturas y les preguntaba si habían leído algo que me había emocionado. Todos me respondían que no, casi con desdén. Me preguntaba por qué tenían esa falta de curiosidad hacia lo nuevo. Ahora lo sé: yo era curioso porque era joven y todavía estaba formándome. Todo lo que leía cambiaba mi literatura. Algo que me emocionaba y decía “por supuesto, así es como se hacen las cosas, así es como uno debería escribir, todo el tiempo lo he hecho mal”. Luego llegaba otra cosa que me emocionaba y decía “no, no, así es como es la literatura de verdad”. Es un proceso normal. Sin embargo, en la vida de todo artista llega un momento en que es muy tarde. Estás en tu camino y nadie te sacará de él. Sí, me interesan los nuevos escritores, pero nada de lo que lea hoy en día cambiará mi forma de escribir. 

Paul Auster dará una charla virtual en el Hay Festival de Cartagena el domingo 31 de enero, a las 3 p. m. Inscripción en www.hayfestival.com

 

Tomado de El Tiempo


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