Revista Pijao
Carlos Orlando Pardo, hacia una biografía intelectual
Carlos Orlando Pardo, hacia una biografía intelectual

Carlos Orlando Pardo hace parte de una generación de escritores que como él mismo los define “nunca se van a quitar la camiseta de la literatura”. Y es que ese grupo de jóvenes en los años 70, buscaban por encima de la fama y la fortuna que se pretende ahora, encontrar espacios para compartir su obra, y tener contacto con otros autores del medio nacional, e incluso internacional.

Varios de estos muchachos que se maravillaban con las historias de Julio Verne y Edgar Allan Poe, construyero una gran trayectoria literaria reconocida por sus obras, premios y demás galardones que han recibido y que reciben actualmente en la cosecha de largos años de trabajo.

Carlos Orlando tuvo la fortuna de contar en su casa con el mejor compañero de aventuras para esta historia, ya que su hermano menor, Jorge Eliécer, también hace parte del mundo de las letras, y también ha alcanzado un gran reconocimiento internacional por su obra.

Gracias a esto, han sido invitados a contar su obra y su experiencia en distintos lugares del mundo, donde han destacado sus intervenciones. La última hace apenas unas semanas, cuando Jorge Eliécer fue parte del Encuentro de Escritores Luis Vidales, en Calarcá, y Carlos Orlando en el Encuentro de Escritores del Caribe, en Montería.

Durante el evento en Montería, el mayor de los Pardo fue invitado a dar una conferencia denominada ‘hacia una autobiografía intelectual’, tema al que se refirió en esta entrevista.

¿Que fue lo primero que pensó cuando le dijeron que hiciera una autobiografía intelectual?

C.O.P: Entender que eso es una disculpa para que el escritor hable en relación a una experiencia sobre el proceso creativo, que de pronto puede llegar a servirle a otros, para encontrar identidades, o encontrar ejemplos que pudieran llegar a servirles. Bajo esa circunstancia lo asumí y desde luego el enfoque no fue tanto relacionado con mi vida y con mi obra, sino con algunas anécdotas que tenían que ver con ese proceso creativo, en relación al lenguaje. Podría hacer algo más especializado, pero por la diversidad del público, en mi condición de educador antiguo, debía acomodarme a los intereses de todos. Sin embargo, hubiera querido hablar de los libros que me han servido para la formación: ‘Las 100 lecciones de historia sagrada’, que veía como capítulos maravillosos llenos de fantasía, y que tenían que ver más con historias fantásticas que con la religión, los libros de Julio Verne, para una época que el hombre no había llegado a la luna, y este ya iba hasta el centro de la tierra, iba y volvía de una manera que nos dejaba a nosotros recorrer el mundo y el universo desde el lugar en el que estábamos, para encontrar la magia de los libros y la magia de la aventura, las historias de ‘La Iliada’ y ‘La odisea’, y no menos las aventuras que uno encontraba divertidas en ‘El Quijote’.

¿Qué libros marcaron el camino de su carrera?

C.O.P: ‘El mundo pintoresco’, ‘La enciclopedia de Jackson’ nos sirvió mucho a mi hermano y a mí, por cuanto se tocaban todos los temas y a nosotros nos parecía siempre fascinante la lectura, fuera de la biblioteca que teníamos en el (Colegio) Isidro Parra, donde podíamos gozar, sentir, saborear, los libros que estaban ahí y que correspondían al curso nuestro en la iniciación del bachillerato. Nos llamaban particularmente la atención los libros de historia y los libros fantásticos, incluso los cuentos de misterio de Edgar Allan Poe. Todo eso fue parte de la formación que tiene un futuro escritor, y que le va alimentando su mundo, además de todas las historias de las que nosotros gozamos en el
Líbano (Tolima): Fantasmas, apariciones, espiritistas, sustos, y de lo que tenía que ver con ese mundo no de la realidad real, sino de la realidad ficticia que llama Vargas Llosa, y que se entiende también, es parte de la realidad como que a los niños los traía la cigüeña o que el niño Dios era el que traía los regalos. Muchos años después fue que conocimos la aparición de santa claus, que fue divertido. Todo eso generó un mundo interior del cual íbamos a necesitar en el futuro de manera inconsciente para desarrollar nuestra carrera de escritores, pero de manera esencial, fue la búsqueda del lenguaje apropiado, desde las primeras cartas que escribía uno a la novia, copiar canciones de los cancioneros que vendían en la plaza de mercado, y el tratar de decir cosas bonitas, cosas diferentes al lenguaje común y corriente, porque eran los tiempos de tratar de adornar las palabras, y de decir lo mismo de manera metafórica, todo esto de comparar la naturaleza con el estado de ánimo, generaba una manera de ver el mundo, que fue la que nos concedió la oportunidad para lograr definirnos, al final, por la vocación y por el ejercicio propiamente en la literatura.

Usted hace parte de una generación, que vivió momentos difíciles de violencia, historias que ahora podrían resultar fantásticas…

C.O.P: La violencia nos robó la infancia, porque tuvimos que afrontar desde niños ese temor de perder la vida, una bala perdida, buscar lo que no se nos ha perdido, como decían antiguamente, ver huír al padre porque lo iban a matar por cuestiones políticas, los cadáveres flotando en el río, generaron un amor a la paz, porque nosotros queriamos que regresara ese momento en que nos bañábamos en las quebradas sin ningun temor, y no cuando dejamos de mirar hacia el cielo, sino hacia los lados para evitar que pasara algo sorpresivo, porque no se respetaba a los niños, esa violencia de mitad de siglo que nos tocó a nosotros, que no le tocó por ejemplo a la costa, aunque después sufrieron con el tema del narcotráfico, las matanzas, crímenes sistemáticos con sicarios, similar a nuestro caso con los pájaros, pero en otro momento de la historia.

A pesar de todo lo que les tocó vivir, a nivel de literatura son muy románticos. Convierten esas historias recordando la tradición oral de padres, abuelos, tíos. ¿Esa situación que vivieron de violencia, hacía que la literatura fuera ese refugio que a la postre se vio luego en sus letras, adornar palabras, hacer cosas bonitas en medio de lo que pasaba?

Uno es producto de la formación de su casa, de la escuela y el colegio y el medio en que se levante. A pesar de la violencia, nosotros nos levantamos en un pueblo romántico, un pueblo que creía en los ideales, un pueblo que soñaba la paz viviendo la guerra, y todo esto nos formó una manera de concebir el mundo y de no perder la fe en que las cosas pudieran mejorarse. Ese romanticismo nunca se ha perdido porque nos ofrece la posibilidad de un mundo con esperanza, y seguramente cuando se está muy bien informado, no se tiene fé en nada y se queda inviable todo, la misma vida.

¿Qué momentos recuerda que hayan marcado su vida como escritor?

C.O.P: Era una época en la que no era permitido hablar, y crecí en un un pueblo de habladores, así que lo que no podíamos hablar, lo hacíamos escribiendo y por eso en el fondo se dieron tantos escritores, porque era una manera de reemplazar el silencio que nos imponían. Después era una manera de testimoniar lo que se vivía como generación, la memoria de las aventuras de los seres humanos tratando de sobrevivir frente a tanta tragedia, pero era el aire puro, los árboles frutales a la orilla del camino, la amabilidad de la gente, encontrar un plato servido en cualquier casa, los ríos transparentes, las pescas, tardes de cometas, todo eso se perdió por cuenta de otros que nos enseñaron a odiarnos por diferencias políticas. Lo aprendimos en una época, pero ahora estamos convencidos de la maldad de la clase política que solo obedece sus ambiciones, deseo de poder y conservarse en él bajo el dominio económico, que es lo que distorsiona a los seres humanos, porque quieren el poder por narcotráfico, por oligopolios, bendiciones de los gobiernos, eso genera que uno esté en un estado de alerta y mantiene cabreado, pero no amargado, porque en Colombia se ama la fiesta, el baile, las cosas bonitas. Incluso tanto el folclor del Tolima como los carnavales del Líbano se hicieron para tratar de calmar a la gente luego del Frente Nacional. Todo eso era una manera de evitar que nos siguiéramos matando entre nosotros.

¿Cuándo descubrió esa capacidad de contar historias?

C.O.P: La gente del Líbano sabe contar historias, el del tinto, el chofer, el matarife, todo el mundo es un contador de historias, así que la gente del Líbano es como Dios, que está en todas partes, y se conocen por la forma en que cuentan las historias. Desde luego hay quienes hablan más o hablan menos, quienes ahondan en descripción. En esa época todos teníamos carencias económicas, nos reuníamos los del grupo para comprar una boleta para el cine, mientras los demás esperábamos afuera, en el frío del parque que ese saliera y nos contara la película para poder presumir con las novias, era una manera de maquillar la falta de recursos, entonces jugábamos al azar quién entraba, muchos lo hacían y no sabían contar la película. El día que a mí me tocó, los amigos se entusiasmaron porque si la película duraba hora y media yo contaba tres horas, y eso me valió para que luego siempre reunieramos para comprar la boleta y fuera yo quien entraba al cine, claro que a galería, y para que las muchachas no me vieran saliendo en galería, me salía antes de finalizar y le preguntaba a alguien el final. De todos modos ahí es que descubro mi condición de narrador, y mi encanto por todos los elementos de las escenas. Ahí empezó mi vocación de contador de historias.

¿Qué tan importante era el amor en la literatura de una época tan difícil?

C.O.P: Un amor a la antigua, donde uno para dormir con la novia tenía que casarse con ella, no existía en nuestro medio nada más, venía la palabra, uno se declaraba a la novia y ella le contestaba que en tres días le decía, cuando recibía el sí ya se sentía con novia, y empezaban las cartas, las serenatas, encontrarse en el parque del pueblo, los bailes con Orquesta, y era necesario el lenguaje todo el tiempo, llevar la mejor pinta, la dominguera, pero esencialmente la carreta, el órgano débil de ellas es el oído y ahí empieza uno a iniciar todos los elementos de una conquista, y cuando se domina el lenguaje está salvado. El amor siempre está por encima de todas las cosas.

Usted hace parte de una generación que es de las últimas que viven la literatura…

C.O.P: Este ya es un oficio anacrónico, porque el mundo y la tecnologìa han reducido todo de una manera vertiginosa, los medios hacen que los libros sean objetos extraños en la vida de las personas, porque los libros son costosos, existe pereza, no hay disciplina y a la gente le gusta más lo visual, el resumen, twitter, instagram, netflix, todo ha sido reducido a tecnología, todo está tecnificado y el humano se ha robotizado, somos esclavos de las redes sociales y se empieza a pensar que leer es un desperdicio, pero hay una generación que es la que piensa, y otros que piensan que todo lo encuentran en google, tienen información superficial sobre las cosas, pero también existe esa generación de jóvenes, como mis hijos, que son lectores, hasta enfermizos, que la lectura les hace falta como el aire.

¿Qué fue lo primero que escribió?

‘Destinados a amarse’, un cuento miserable, con el que gané un concurso en el colegio. El día que me tocó leerlo tenía gripa y fue un desastre, ¡lo encontré! mirando cosas del colegio. También los primeros versos a la novia o al pueblo. Más en serio, inicié en mi primer trabajo como maestro en Ambalema, donde escribí versos al río y a la pesca y a la novia lejana. Empecé ahí y continué con los cuentos, que después me dieron estímulo al ganar concursos, ser finalista. Entonces ya eso da una medida de saber que se están haciendo más o menos bien las cosas.

La responsabilidad de ser escritor…

C.O.P: La palabra siempre ha representado prestigio y cuidado. En mi pueblo, el cura siempre amenazaba que si uno no confesaba todos los pecados, podía irse al infierno. Entonces una vez escribí todos mis “pecados mortales y veniales” para que no se me olvidaran, desde luego eran tonterías, y dejé ese cuaderno en el pupitre, y sufrí toda la noche pensando que todo el mundo los iba a leer en voz alta, y era un desastre, y ahí me di cuenta de la gran responsabilidad que hay que tener con el lenguaje, así que traté de dominarlo y ser responsable.

¿Qué le diría a su yo de otras etapas de la vida?

C.O.P: Toda etapa tiene su encanto, la vida es aprendizaje, todos los días se aprende, lo que se lee, lo que se escucha, y como eso me seduce, hay sed y hambre de conocimiento, cada momento tiene su historia. Le diría al del noviazgo de época que era muy pendejo, pero no, eso es de cada época, todo tiene su tiempo. Cuando hablo con esos diversos seres que he sido a lo largo de la historia, veo que esencialmente no fui un adelantado de nada, sino un ansioso de todo, desde el pensamiento y el espíritu, por el hambre de aprender y no desbocarse.

 

Juan Pablo Gálvez Beayne

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