Revista Pijao
Las mujeres y la crisis Siria
Las mujeres y la crisis Siria

Por Clara Aguirre

Especial para Anfibia

Hala tiene 23 años y nació en Aleppo. Como más de 5 millones de sirios, tuvo que escapar de su país, que ya lleva 6 años de conflicto y guerra civil y que ha provocado la mayor crisis de refugiados desde la segunda guerra mundial. De una población nacional de 22 millones, más de la mitad requiere asistencia humanitaria. La mayoría escapa a países de la región como Egipto, Irak, Jordania, Líbano y Turquía, donde muchas veces la infraestructura no alcanza para recibirlos.

 

Alrededor del 10% toma el camino más difícil pero el más seductor: entrar a Europa. Todos los días, arriesgan la vida en el Mar Mediterráneo para llegar a un lugar, donde su presencia convulsiona discusiones políticas y es tema central en campañas electorales y referéndums. Y una vez en destino, les toca sobrevivir en los campos de refugiados, donde las mujeres son las más vulnerables. Muchas veces, las cosas van mal desde el inicio: las intentan acosar cuando tratan de huir a otro país.

 

“Una amiga que vino conmigo desde Siria se quedó sin dinero en Turquía y el ayudante del traficante le ofreció que se acostara con él (a cambio de una plaza en la embarcación). Ella se negó y no pudo salir de Turquía”, le contó Hala a Amnistía Internacional.

 

Hace dos meses, en una mesa sobre mujeres y Siria, en el marco de la 61° Comisión sobre el Estado de las Mujeres en la ONU, diferentes ONGs y activistas que trabajan en las zonas de conflicto se juntaron para debatir la problemática. Para empezar, la organización internacional Islamic Relief denunció la sub-financiación de los programas de acción humanitaria: de los 4,54 billones de dólares prometidos por la ONU, llegaron 2,2 billones.

 

De acuerdo a UN Women, el 50% del total de los refugiados a causa del conflicto en Siria son mujeres y niñas. Hazna Muhhammed tiene 34 años y está refugiada en Dara Shakran, Kurdistán. Su principal temor es que los  hijos salgan del campo: “Tenemos miedo de que no puedan volver a entrar”. La falta de libertad es una realidad: los refugiados no pueden entrar y salir. “En Siria éramos libres (…) Ahora, en los tres años que llevo viviendo acá, no salí del campo ni siquiera una vez para algo que no fuera buscar los remedios que necesito”, dice Noor Hussain, de 33 años, refugiada en el campo de Qushtapa, Irak.  

 

En contextos de crisis, a los problemas estructurales se les suman los emergentes como la violencia de género y la violencia machista, que son consecuencias de una sociedad históricamente patriarcal y un sistema político opresivo para las mujeres.

 

Inseguridad en los campos  

 

Los campos de refugiados tienen serios problemas de seguridad. Una investigación liderada por Women y ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), muestra que los principales miedos y problemas de las mujeres en los campos de refugiados son a agresiones sexuales, violaciones, y violencia sexual por parte de sus parejas, familiares, vecinos, colegas, empleados de ONGs y del gobierno y fuerzas de seguridad. “Las mujeres no podemos salir solas. La policía lo prohibió el año pasado. Por seguridad. Quiero salir al mercado, o al hospital, y siento que estoy en prisión”, cuenta Hannan Abdullah Arab, refugiada en el campo de Basirma, Irak. En los asentamientos de Kurdistán, el 82% de las mujeres sirias dijo haber sufrido violencia verbal y faltas de respeto, mayormente en lugares públicos. Algunas de las soluciones que proponen organizaciones como Islamic Relief incluyen mejorar los sistemas de luz, establecer baños separados para hombres y mujeres y favorecer la participación y el liderazgo femenino para reducir las zonas peligrosas dentro de los campos.

 

La sensación de encierro es una constante. “Hay una frontera que no podemos cruzar solas (…) Una vez que vamos del otro lado, volvemos a respirar. Estoy siempre estresada. Estamos bajo presión y sufrimos este estrés todo el tiempo”, cuenta Roksan Suleiman, desde Basirma, Irak.  

 

En los campos de refugiados, como explica Anne Willson de la Lutheran Immigration and Refugee Service, niñas y mujeres enfrentan situaciones de aislamiento y tienen mucho tiempo de ociosidad que no se ocupa con otras tareas. Cualquier aspiración o sueño en Siria queda trunca dentro de las paredes de los campos. Batoul Nejim, 19 años, estaba cursando el bachillerato en Siria. Quería ir a la universidad, ser periodista, viajar y conocer gente, conocer sus historias. “Pero nada de eso ocurrió. Lo que único en que piensa es en sobrevivir.

 

Otras problemáticas  

 

Frente a este vacío aparecen otras actividades. Los matrimonios a tempranísima edad surgen en muchos casos como una solución o una alternativa de supervivencia. Henia Dakkak, especialista de larga data del Fondo de Población de las Naciones Unidas, describe los matrimonios tempranos directamente como una epidemia en este contexto. Muchas mujeres menores de 18 ven casarse como una opción para alcanzar una vida de mayor agencia e independencia. Y a la familia, como una salida que mejorará la vida de sus hijas, o incluso, como una medida de protección contra situaciones de abusos sexuales. Otras ven al casamiento como una manera de escapar de una realidad violenta: sus propios hogares familiares.  

 

La actividad sexual también se vuelve un mecanismo de supervivencia y una fuente de autofinanciación. Entre los refugiados en Jordania, de acuerdo a cifras de una encuesta de UN Women de 2013, el 51,3% de las mujeres se habían casado antes de los 18 años, en gran parte antes de llegar a Jordania. El 44% de los participantes de la encuesta identificaba como edad promedio de matrimonio en su comunidad el rango de 15 a 17 años.

 

En este contexto, a muchas mujeres no las dejan trabajar para independizarse y construir su propio presente y futuro. Están fuera del mercado laboral, tanto formal como informal. En Jordania, por ejemplo, apenas el 7% de las mujeres sirias trabaja. Una razón frecuente es el miedo a ser explotadas y abusadas. Las organizaciones exigen la necesidad de proveer a las mujeres cursos de capacitación y especialización de oficios. Las afectadas por el conflicto llevan demasiados años en los campos de refugiados, sin una estrategia efectiva de resiliencia. El sistema de acción humanitaria parece estar agotado y se impone la necesidad de afrontarlo con una nueva visión: un modelo que ponga la mirada en formas de prevención y desarrollo de empleo para las afectadas, y no simplemente en tareas de asistencia y supervivencia.

 

El vacío legal respecto a sirios mayores de quince años favorece el creciente trabajo infantil, que junto a la deserción escolar, es otro tema central que afecta a chicos y chicas. En el Líbano, donde viven más de un millón y medio de refugiados más del 52% de los chicos no va al colegio. Un hecho que tendrá consecuencias irreparables. Se está gestando una crisis intergeneracional de difícil reparación: las chicas sirias de hoy se verán excluidas del sistema aún más que sus madres.  

 

Desde los campos, los especialistas aseguran que nunca han visto a una población tan traumatizada como los refugiados sirios. Traumas, estrés, jóvenes que por la noche se hacen pis encima, exposición a abusos y a situaciones de violencia. Souad, refugiada en Bulgaria, cuenta cómo su hija se solía despertar recurrentemente con pesadillas: “Incluso aquí en el campamento, a veces salta de la cama gritando ‘¡una bomba!’”.

 

Posibles soluciones

 

Parte de la solución a la exclusión de las refugiadas parece encontrarse en el empoderamiento económico de las mujeres y en la búsqueda de soluciones alternativas para una posible inserción laboral. UN Women está trabajando en India con especialistas del mundo tech para desarrollar tecnología blockchain – una especie de base de datos compartida para registrar operaciones y transacciones – que les permitirá a las mujeres registrar su actividad y no perder información y contactos incluso si se mueven de un país a otro. Se están realizando pruebas para que esta tecnología sea compatible con todos los dispositivos posibles, sobre todo los más accesibles que existan, como algunos que valen poco más de 5 dólares. En los últimos días en Oslo se llevó a cabo un Hackaton organizado por la red Techfugees, con el objetivo movilizar a la comunidad techie internacional para buscar respuestas a las necesidades de los refugiados.

 

“Nuestra esperanza es volver a Siria”, dicen algunas mujeres. Un objetivo, que según las organizaciones, está muy lejos de concretarse. Un especialista en cooperación internacional, con amplia experiencia de campo reciente en Irak, calificó el Proceso de Paz de Ginebra, “Amigos de Siria”, como un punto muerto.


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