Revista Pijao
El hermano Brontë y los otros olvidados
El hermano Brontë y los otros olvidados

Por Alba Lara

El País (Es)

Una columna de color ocre aparece pintada en el centro del retrato de las hermanas Brontë, realizado por el único hermano de la familia de escritoras, Patrick Branwell, en 1834. A simple vista parece solo un elemento de la composición, pero según reveló un estudio de la National Portrait Gallery de Londres, donde se aloja el cuadro, Patrick bosquejó su retrato, cambió de idea y se escondió tras el pilar. Este año el oculto Branwell parece que se asoma aunque sea brevemente: el Brontë Parsonage, museo en Yorkshire dedicado a la familia, celebra en el marco de su programa Brontë 200 el bicentenario del nacimiento del único hermano varón de las novelistas Emily, Charlotte y Anne con una exposición que recupera parte de su obra y de su biografía.

Lo cierto es que en el talento del joven Patrick estaban puestas las esperanzas de la familia. Colaboró con sus hermanas en la escritura infantil de libros fantásticos. Alentado por el poeta romántico Coleridge, tradujo las Odas de Horacio y publicó algunos poemas en revistas. A los 26 años consiguió trabajo como tutor del hijo del reverendo Edmund Robinson y se enamoró de su esposa. Los amores fueron inicialmente correspondidos, pero a la muerte del reverendo, la señora Robinson se alejó de Patrick, y el joven desarrolló una dañina adicción a los opiáceos y al alcohol. Murió de tuberculosis a los 31 años en 1848. Poco después, Charlotte escribía: “Mi infeliz hermano nunca supo lo que sus hermanas habían hecho en la literatura, no se enteró de que hubieran publicado ni una línea. No le podíamos hablar de nuestros afanes por miedo a causarle una profunda punzada de remordimiento, por el tiempo que él había perdido y el talento que había malgastado”.

El caso de Branwell Brontë es paradigmático de los muchos escritores que crecieron a la sombra de sus exitosos y bien recordados hermanos. El reconocimiento de un hermano puede desatar inseguridades y envidias, temores y admiraciones, oportunismos y silencios en el ámbito familiar y también fuera de él. Existen, por supuesto, unos cuantos casos de fraternales colaboraciones literarias: hermanos que han trabajado al alimón y cuya identidad individual se desvanece. Muy pocos pueden recordar los nombres propios de los hermanos Grimm o, por poner ejemplos peninsulares, de los Quintero o de los Argensola. Pero si se mira detrás de las columnas, hallaremos un buen número de escritores olvidados “hermanos de”.

Los apellidos Mann, Singer, Yeats o Naipaul, por ejemplo, nos remiten a los premios Nobel Thomas, Isaac Bashevis, William Butler y Vidiadhar Surajprasad. No fueron los únicos escritores en sus familias. Heinrich Mann gozó originalmente de una fama superior a la de Thomas. Escritor comprometido, terminó enfrentándose a su hermano con su ensayo sobre Zola.

Israel Jeshoua Singer, primogénito del rabino jasídico Pinchas Mendl Zinger, escribió desde los 18 años y siguió los pasos de su hermano menor hasta Nueva York, donde ambos se refugiaron de la persecución de los judíos en Europa. Más dramático y desconocido es el caso de la hermana mayor de ambos, Esther Kreitman, pionera de la literatura femenina yidis, en cuya obra se refleja la preocupación por las limitaciones impuestas a la mujer intelectual. Esther nunca firmó sus obras con el apellido Singer y, aunque comenzó a escribir antes que Israel e Isaac, publicó mucho después. En 1947, el pequeño Bashevis, que obtendría el Nobel en 1978, la visitó en su exilio londinense, pero se negó a aliviar las cargas económicas y familiares que abrumaban a Esther y a ayudarla a emprender una posible mudanza a Nueva York. Los libros de la única Singer no han sido publicados en español. Tampoco los de Jack Yeats, más conocido como pintor a pesar de que su The Amaranthers fue alabado por Samuel Beckett.

El novelista Shiva Naipaul, último escritor de este grupo, da nombre a un premio literario de la revista The Spectator, pero su apellido sigue destacando principalmente por Vidiadhar.

Sin alejarnos aún de la academia sueca, encontramos al hermano menor de William Faulkner, John, quien escribió un considerable número de novelas y la remembranza Mi hermano Bill. También Stanislaus Joyce y Mijaíl Chéjov dedicaron libros a sus famosos hermanos. Y el cuentista y dramaturgo Anton atribuyó al mayor de los Chéjov, Alexander, que sufría de un grave alcoholismo, una inteligencia superior, aunque los escritos del primogénito no cumplieron con las expectativas.

Una obra más breve, y que en cambio ha sido recuperada para los lectores en español, son los diarios de Alice James, quien se presentaba a sí misma como la inválida hermana del psicólogo William y del escritor Henry. En sus cuadernos, Alice registra los pormenores de su vida diaria y su enfermedad mental, que, en concordancia con la moda decimonónica, había sido catalogada como histeria.

Hay, por otro lado, parejas de escritores hermanos en los que la fama está repartida de manera más equilibrada. Lawrence Durrell, por ejemplo, no es ningún desconocido en el mundo literario y, sin embargo, para muchos lectores ese apellido sigue asociado en exclusiva a Gerald, el divertido autor de Mi familia y otros animales. También la escritora inglesa Margaret Drabble ha ganado terreno a su hermana A. S. Byatt, con quien mantiene una relación puramente cordial, producto de una vida de competencia fraternal.

Las letras hispánicas también tienen unos cuantos ejemplos bien conocidos. La argentina Silvina Ocampo es presentada como la hermana de Victoria Ocampo, aunque su figura ha ganado peso en los últimos años, como demuestra Mariana Enríquez en la biografía que le dedica. La individualidad de los tres hermanos Goytisolo, José Agustín, Juan y Luis, nunca estuvo en entredicho y quedó definida por Miguel Dalmau en el ensayo Los Goytisolo. Pero quizá uno de los casos más comentados sea el de los Panero, que sigue fascinando desde el estreno de la película de Jaime Chávarri El desencanto (1976). El brillante documental presentó a Juan Luis y Michi Panero, hermanos a la sombra del poeta Leopoldo María Panero.

Otros hermanos olvidados se reivindican mediante exposiciones y reediciones de sus obras, como ocurrió con Manuel Machado en los noventa. A estas alturas, no cabe hablar de Manuel como poeta olvidado, pero sí de Francisco Machado. Funcionario de prisiones, Francisco, como Antonio, se exilió en Francia huyendo de la Guerra Civil, pero volvió después a España ayudado por Manuel. Sus obras fueron recogidas por su hija Leonor en 2011.

Si los Panero ponían sus trapos sucios al descubierto en la película de Chávarri, también lo hacen, aunque de una manera menos seductora, las hermanas de Nora Ephron en el documental realizado en 2015 sobre la escritora neoyorquina: Everything is Copy. Las Ephron son ejemplo de la ambivalente relación de rencor-aprecio hacia el hermano más famoso.

Todos ellos forman parte de la legión de los “otros” hermanos escritores. Algunos no pasan de diletantes, bastantes se retiran con humildad, la mayoría compite toda su vida y unos pocos viven en una aparente e inverosímil armonía.

La imagen que complementa el artículo corresponde al retrato de las hermanas Brontë realizado por Patrick Branwell Brontë en 1834. NATIONAL PORTRAIT GALLERY

Alba Lara Granero, Máster en escritura creativa por la Universidad de Iowa (EE UU), es crítica literaria.


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