Por John Saldarriaga
El Colombiano
Uno de los autores más reconocidos en el género negro es William Gordon. De origen irlandés, se crió en Los Ángeles. Estudió literatura en la Universidad de California, en Berkeley, y después Leyes. El español lo aprendió de niño y le sirvió en su práctica de abogado, ya que la mayoría de sus clientes eran trabajadores hispanos. El autor es un invitado a Medellín Negro.
Antes de la escritura, ejerció de abogado y guerrero del ejército de Estados Unidos. ¿Estas actividades le sirven en la literatura? ¿Cómo?
“La verdad es que con el ejército no pasé mucho tiempo. Las cosas que me ayudaron con la escritura eran las de mi vida con mi familia cuando era muy joven. Mi padre inventó una religión e íbamos con él al suroeste de Estados Unidos, cuando predicaba. Él era muy aventurero y me enseñó que yo podía hacer lo que quería en el mundo sin o con dinero. Se murió cuando tenía 6 años y su asistente, un mexicano, nos puso en una de sus casas que tenia en el barrio mexicano en Los Ángeles. En ese lugar tuve que sobrevivir aprendiendo spanglish y absorbí mucho de a cultura de los mexicanos pobres. Cuando me hice abogado representé a muchos mexicanos ilegales que no hablaban inglés. Me contaron muchas historias de sus vidas. También tuve un bar por 25 años con Melba, la mujer, que es un personaje en todas de mis novelas.
Otra cosa que me ayudó mucho fue un viaje que hice de un año por el mundo echando auto stop después de salir de ejército. Me costó solamente $1,400 dólares. Dormí en cementerios para guardar plata”.
¿Cuáles son las características y los elementos infaltables en una novela negra?
“Primero, suspenso. Pero también desarrollo de los personajes de la novela y dar voz a algunas diferentes para no aburrir al lector. Y, naturalmente, tener una historia que vale la pena. Leyendo mucho ayuda. Yo aprendí a leer muy temprano y cuando trabajaba limpiando botas en Los Ángeles iba en el tranvía al centro y siempre descubría libros baratos de las novelas negras de 10 centavos que la gente botaba y las recogía y las leía gratis porque yo era muy pobre. Iba mucho a la biblioteca y empecé a leer a William Somerset Maughman, quien me enseñó a tener una sorpresa al fin de cada historia. Pero también leía a muchos otros grandes de la novela negra como Erle Stanley Gardner y el famoso Dashiell Hammett. Pero no te olvides de las grandes obras de la literatura, que también dan base de la literatura que cuentas”.