Revista Pijao
Carlos Vásquez-Zawadzki: pasión por escribir, más allá de la peste
Carlos Vásquez-Zawadzki: pasión por escribir, más allá de la peste

Altivo, elegante, sensible, con una memoria que cruza el Caribe y el Pacífico, el escritor Carlos Vásquez-Zawadzki, quien preside PEN Escritores de Colombia, está sentado frente a su computador y el viento del mar de Cartagena entra por su ventana a silabear una vieja canción de infancia.

Esas voces que arrastra el viento salen de los labios de las mujeres que recorren las arenas o quizás sean improbables sirenas que van tras él para encarnarse en un poema. O tal vez sea la fina música de Clara, su mujer, su más alta sombra que irradia luz y está junto a él, en el nacimiento de sus libros.

Vásquez-Zawadzki nos recibió en su estudio para conversar sobre estas coyunturas y estos desafíos en este 2021.

Hemos vivido un año dramático, ¿cuáles cree que son los mayores dilemas que enfrentan los escritores de Colombia luego de esta pandemia?

-Los dilemas son quizás los mismos: antes, durante y posteriormente a la pandemia. Colombia no es precisamente una república de las letras, no es una democracia de la lectura: se lee todavía un promedio de 2, y un poco más, libros al año (excepción hecha de Medellín, con un alto promedio de lectura). Por ejemplo, el escritor no posee un estatus y reconocimiento y no vive de su pluma; así no hay ni dignidad ni libertad de expresión. Por ejemplo, los maestros - lectores - educadores son tradicionales, poseedores de un supuesto sentido de las obras (siguiendo al Ministerio y los Programas) y agónicamente aburridos. No hay escuelas y espacios de escritores (poco que ver con las inútiles escuelas de creación literaria), para el diálogo, el intercambio, la formación permanente. Hay carencia de críticos literarios; así poco se conoce de los aportes significativos al campo literario en lengua castellana. Así, por ejemplo, el imperio de la novela (y muy poco del cuento) frente al campo poético, este último como procesos de busca de creación de lenguaje y también de escritura reflexionada.

¿Cómo es la situación de los escritores y su relación con los editores en otros países? ¿Qué experiencias podríamos replicar?

-Allende los dos mares, el escritor es reconocido (narrando, poetizando, historizando... es memoria escrita de los países), y vive de su pluma (Europa, U.S.A.), firma contrato por sus obras, y se respetan sus derechos de autor. Es reconocido y promocionado. En Europa hay democracias de la lectura, desde hace tres siglos. Nuestros escritores, si no están vinculados laboralmente a la academia o bien a los medios de comunicación, tienen una vida paupérrima. Pagarles -reconociendo esa exigua suma- el 10% del precio de venta de un libro (digamos $4 mil de un libro cuyo precio es $40 mil) es una iniquidad, porque los intermediarios (en sociedades del capital), distribuidores y libreros, se quedan con el 60 o el 70% de su valor. ¿Qué experiencias tomar y domeñar? Cambiar las reglas del mercado cultural. Pagar a los escritores no solamente sus derechos de autor, cuanto lo que produzcan significativamente y salgan de sus plumas: artículos, entrevistas, reseñas, letras de canciones, guiones, poemas, relatos, obras dramatúrgicas, guiones audiovisuales... ¿Dónde están los beneficios de la economía naranja para los escritores colombianos, primeros y más importantes productores de contenidos?

En medio del año feroz y trágico de 2020, usted no ha dejado de escribir de manera fecunda. Ha publicado Liberaciones, poesía erótica y Canciones para coros y café suave. ¿Cómo es la experiencia de escribir sobre el amor y erotismo en tiempos de peste?

-Escribo desde los 8 años, todos los días, porque es una pasión (más que un oficio). El Eros, reprimido durante milenios en las culturas occidentales, es escritura liberadora, transformadora. Eros y música -ritmos del cuerpo, del encuentro con la Otredad- son constituyentes. En tiempos de pandemias (ver El Decamerón), se erotiza el lenguaje, frente a la muerte. Las sociedades occidentales (Nietzsche dixit) son de pulsiones de muerte. Y circulares. Son necesarias las pulsiones de vida, el humor, la risa (que sacude el orden de lo establecido), la alegría. Formarse en la imaginación y la creatividad desde la primera infancia -juegos, ritmos, sin-sentidos--, y permanecer en ellas, sería fundamental para acceder a otros tipos de sociedad. Y si “el Otro soy yo”, como planteaba el joven A. Rimbaud, hagamos de las pulsiones de vida, en cada encuentro vital, una celebración de luz, amistad, solidaridad. “Hermano lobo”, decía en sus Cánticos el de Asís. Todo ello, construyendo, escribiendo y leyendo, metáforas nuevas y símbolos irradiantes (aquello que reúne y forma tejido social).

Cuéntenos, ¿cuántos escritores integran el PEN en Colombia, qué propuestas de políticas públicas tienen para fortalecer el sector literario y a sus escritores?

-Tenemos dos categorías de asociados. Los activos, que aportan una cuota anual de membresía; y los nominales. Son alrededor de 200 escritores, de todas las regiones del país. ¿Propuestas de políticas públicas? El establecimiento deseado de una Ley del escritor colombiano, decíamos, dignificaría y posibilitaría que el escritor viva de su pluma, siendo autónomo. Así mismo un importante proyecto de Ciudades literarias en contextos latinoamericanos, con los Centros PEN del Continente. La creación, por parte del Ministerio de Cultura, de un fondo permanente de traducciones del escritor colombiano (en Argentina, p. e., se han traducido, pese a la crisis económica actual, 1.500 autores en diez años).

Cómo es la realización de su organización con PEN de Europa y Estados Unidos, y qué alianzas han surgido a nivel mundial?

-Las relaciones con PEN International, con sede en Londres, son permanentes y enriquecedoras. En este 2021 se celebrarán los 100 años de creación de esta asociación mundial que, hoy por hoy, tiene sedes o Centros PEN en 150 países y agrupa más de 30 mil escritores en tres lenguas: inglés, español y francés. Se dispone de varios comités internacionales (Libertad de expresión, Escritores en prisión, Mujeres escritoras, Derechos de traducción...), con programas transversales que benefician a todos los Centros. La filosofía del PEN International y de cada uno de los Centros, apunta a la libertad de expresión, los Derechos Humanos y los desarrollos literarios nacionales e internacionales. Las alianzas se hacen entre Centros PEN, bien latinoamericanos entre ellos, o bien de estos con Centros PEN de Europa y otros Continentes.

¿Cómo ve el futuro cercano y lejano del libro impreso y digital, y qué nuevas realidades cree que surgirán después de esta pandemia?

-Me preguntaría más que sobre el libro impreso y el libro digital, por el sujeto lector, cazador de sentidos, como propondría el gran ensayista colombiano Rodrigo Argüello. Cézanne, el pintor impresionista, y padre estético de Picasso, pero, antes, Baudelaire, formulaban que los “lectores” perdían capacidades de ver o percibir y nombrar, es decir, simbolizar. El lector de periódicos, señalaba Baudelaire, no podría acceder a los sentidos producidos significantemente en Las flores del mal; el espectador se perdía (y pierde en la llamada Modernidad) en el decir cotidiano y colectivo, en el lenguaje de todos, pretendía Cézanne. Sujetos a-simbólicos. Ello, frente al libro impreso o digital; o bien, frente a la pintura irruptora del Impresionismo. Entonces, requeriríamos de nuevas preguntas, formar juventudes interrogadoras, cuyos procesos gnoseológicos -como sujetos psicológicos y ciudadanos-inquieran y produzcan nuevos/ desconocidos conocimientos sobre sí mismos y los demás (además del Libro de la Naturaleza). Nuestras sociedades resultantes de la anormalidad -o bien el caos o el nihilismo presente--, necesitan lectores de la intuición (más que de la deducción y los modelos racionales), lectores dionisíacos de la vida colectiva, impensada, la de la solidaridad y la equidad y la justicia social.

Epílogo

El escritor se asoma a su ventana a contemplar las últimas luces del atardecer cartagenero. Durante más de un año ha estado al pie de sus palabras, sin renunciar a su más grande pasión: acariciar el cuerpo y el espíritu de las palabras, como un buzo insomne e insaciable.

Tomado de El Universal


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