Por Édgar Bastidas Urresty Foto AFP
El Tiempo
En 'Los caminos del laberinto' (Les chemins du labyrinthe), el filósofo francés Jean Lacoste reúne algunos textos escogidos en torno a los viajes, escritos autobiográficos y correspondencia del filósofo Walter Benjamin, en la colección 'Viajar con...', que publican La Quinzaine Littéraire, de París, y la Fundación Louis Vuitton.
La vida de Benjamin (Berlín, 1892-Portbou, 1940) fue errante, de huida, de exilio, y no encontró reposo sino en Portbou (España) cuando decidió suicidarse, a los 48 años. Sin embargo, Lacoste no cree que haya alcanzado la dimensión de trotamundos, como otros grandes autores: Alexander von Humboldt, Heinrich Heine, Goethe o Nietzsche.
Lacoste dice que no es fácil imaginar a un Benjamin viajero, un hombre de biblioteca, pequeñas gafas, mirada intensa, grave, misterioso, según las fotos de Gisele Frèund, de los años 30. En carta a Hannah Arendt, en 1940, le confiesa que su “vida es errante y escondida”, y que es el secreto de su existencia. Así explica Benjamin la vocación viajera: “La mayor parte buscan en un amor una patria eterna. Pero otros, poco numerosos, buscan el viaje eterno. Estos últimos son melancólicos que deben temer el contacto con la tierra natal. Es a ella a quien ellos son fieles. Los libros de medicina de la Edad Media conocen la melancolía de esta suerte de hombres después de grandes viajes”.
Según Lacoste, Benjamin conoció todas las formas de viaje: fue caminante en los Alpes; en Italia, durante su formación estudiantil, turista en la Riviera, en Génova; anduvo en París, visitó las islas del Mediterráneo, hizo largas travesías en navíos de carga.
Presa de melancolía, se desplazó por Alemania en plena crisis; buscaba sexo en las calles de un puerto; hizo viajes bajo el efecto del hachís, sobre el que escribió un trabajo, y años después probó el opio, quizás para calmar sus angustias. Recurrió a los alucinógenos como Antonin Arthaud, en México, y el poeta Henri Michaux, en Colombia y Ecuador.
Viajaba con los libros de su biblioteca, formada por manuscritos y libros raros, que empacaba y desempacaba en el lugar donde se quedara, y con los cuales tenía un inmenso cuidado.
En los escritos de viaje más que en sus trabajos teóricos, Lacoste ve al escritor que describe “las cosas más modestas, los paisajes, las ciudades, los seres, una mirada de una intensidad sin paralelo, capaz siempre de extraer parecidos, correspondencias, afinidades inéditas, anidadas en las cosas mismas: las imágenes”.
Ensayos poéticos
Desde los 10 años, Walter Benjamin, reveló su vocación cuando redactó un diario de viaje a los montes de los Gigantes, en Bohemia. A los 18, bajo el seudónimo de Ardor, publicó sus primeros ensayos poéticos en una revista de su liceo. Cuando viajó por Alemania, escribió un 'Diario de Pentecostés', que hará parte de sus Escritos autobiográficos, así como el de su viaje a Suiza.
En 1912, el filósofo inició una época de intensísima actividad de aprendizaje que comienza con estudios de filosofía y de historia en la universidad Albert-Ludwig, en Friburgo de Brisgovia.
Al cumplir 20 años se inscribió en la Universidad de Berlín, y tomó cursos con Georg Simmel, Ernst Cassirer y Kurt Breysig. En 1913 volvió a Friburgo, para asistir a un curso sobre Bergson y la lógica. De nuevo en Berlín, siguió los cursos del poeta Fritz Heinle. En el invierno de 1914 asistió a un seminario del americanista Walter Lehmann sobre el antiguo México, conoció a Rainer María Rilke y, a solicitud de este, terminó de traducir Anábasis de Saint-John Perse.
Suiza
Cuando cumplió 23 años conoció a Gershom Scholem, también judío, con quien tuvo grandes afinidades y también desacuerdos en materia política e ideológica, sobre todo a causa de la “conversión” de Benjamin al marxismo. Scholem lo visitó cerca de Berna, en 1918, y con él discutió sobre Karl Krauss, y con él leyó 'La teoría kantiana de la experiencia', de Hermann Cohen.
Benjamin había comenzado a trabajar en su tesis sobre el ‘Concepto de crítica estética’, cuando las circunstancias se lo permitían, hasta que finalmente presentó y aprobó con la calificación cum summa laude. En 1919 conoció al filósofo Ernst Bloch, quien lo introdujo al marxismo.
En medio de estas preocupaciones intelectuales, a fines del 22, su padre lo instó a que trabajara en un banco, pero Walter se opuso rotundamente. Fue entonces cuando pidió puesto para enseñar en la Universidad de Fráncfort.
Multifacético
Benjamin no solo se interesaba por la filosofía, la historia, la sociología y la literatura, sino por la política, por la situación de crisis que vivía Alemania, sobre la que escribió un ensayo para explicar el declive de su país, y participó, en Gotinga, en una reunión del círculo de Fráncfort, sobre el mismo tema.
En mayo de 1922 sostuvo largas conversaciones con Theodor Adorno en Fráncfort, y con Siegfried Kracauer. Al año siguiente, en Berna, un incendio en la casa editorial A. Francke destruyó la mayor parte de los ejemplares de la disertación de Benjamin sobre estética.
A fines de 1924, en una carta a Scholem, Benjamin le anunció la terminación del borrador de ‘El origen del drama barroco’, tesis que luego le fue encomendada a Hans Cornelius para su valoración, pero Cornelius presentó un informe crítico y le negó la habilitación para ser profesor universitario. Otros intentos en ese sentido, en busca de una estabilidad económica, también fracasaron.
La lectura de 'El proceso, de Kafka', le produjo una impresión de “misterio”, y retornó a Kafka a través de una conferencia que dio en Fráncfort. Benjamin dijo que encontraba en Kafka “la experiencia mística de la tradición judía y la experiencia del habitante de las grandes ciudades”.
A fines de la década, mayo de 1929, Benjamin se reunió con Bertolt Brecht, exiliado en Oslo, y se alojó en su casa, circunstancia que influyó en su formación marxista.
Al exilio
Su situación comenzó a tomar un rumbo oscuro en 1932. En un viaje a Niza escribió su testamento, que Lacoste llama una “tentación de suicidio”, porque se despidió mediante cartas de Jula Cohn, Ernst Schön, Franz Hessel y de los Wissing. En ellas confesaba que se encontraba en “una crisis brusca, superada... de manera repentina”.
Al año siguiente, en marzo, viajó al exilio en París, tras el nombramiento de Hitler como canciller, lo cual modificó radicalmente su vida de lector, de escritor y viajero. Scholem, el depositario de gran parte de sus escritos, viajó a tiempo a Palestina para ponerse a salvo del nazismo, donde se refugió e intentó, inútilmente, convencer a Walter de que siguiera sus pasos.
Benjamin había pasado varias temporadas en París, a partir de 1913. París lo atraía poderosamente, y allí aprovechó la Biblioteca Nacional para hacer consultas bibliográficas y, sobre todo, para escribir 'Pasajes'. Allí delineó el proyecto de un libro inacabado sobre los pasajes parisinos. Y se interesó por la literatura francesa, el surrealismo, Baudelaire, Rimbaud, Péguy, André Gide, Aragon y Proust, a quien tradujo.
En junio de 1934, Benjamin dio una conferencia en París sobre “el autor como productor”, a pesar de que su estrechez económica no le permitía pagar ni siquiera el hotel, y participó en el Congreso de Escritores Antifascistas.
El traslado del Instituto de Investigación Social, de Ginebra a Nueva York, representó para Benjamin un golpe, pues de esa entidad recibiría un apoyo económico.
En la segunda mitad de 1936 empezó a escribir su ensayo sobre 'La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica', que, con modificaciones sugeridas por Horkheimer, se publicó en la revista del instituto, luego de lo cual fue objeto de duras críticas de Theodor Adorno.
Al año siguiente, en abril, Benjamin trabajó en 'El París del segundo imperio', ensayo relativo a Baudelaire, que se convertirá posteriormente en el libro sobre los pasajes parisienses. Su situación era tan crítica que perdió la habitación que le fue subarrendada y debió alojarse en el cuarto de la criada de Else Herzberger.
Cuando quiso solicitar la nacionalización francesa recibió el apoyo de Valéry, André Gide y Jules Romains. Las pausas en su trabajo le permitían encontrarse con Georges Bataille y Pierre Klossowski.
En febrero de 1938 se reencontró en París con Scholem, después de once años de su despedida, y en mayo asistió al estreno de 'Esplendor y miseria' del Tercer Reich.
Las cosas empeoraban: en febrero de 1939, Benjamin fue despojado de la ciudadanía alemana, un hecho que lo alertó sobre los riesgos que le esperaban, luego de la firma del pacto germano-soviético y el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial.
La caída
En septiembre, Benjamin fue internado con otros seis mil alemanes en un estadio, y luego en un campo de trabajadores voluntarios en la Nièvre, que aprovechó para leer 'Las confesiones de Rousseau' y compararlas con el 'Diario de Gide'.
Benjamin fue liberado en noviembre gracias a la intervención de la librera Adrienne Monnier, y al año siguiente, en febrero, presentó una solicitud de visa de inmigración a Estados Unidos. Fue entonces cuando escribió su libro 'El concepto de historia'.
Ante la inminente toma de París por los alemanes, Benjamin tomó el último tren y llegó a Lourdes, luego de dejar sus manuscritos en la Biblioteca Nacional de París. Se trasladó a Marsella, donde consiguió visas de tránsito para España y Portugal, pero se le negó la salida de Francia.
Con un pequeño grupo de alemanes, intentó pasar la frontera ilegalmente, y llegó en tren a Perpignan. El 25 de septiembre arribaron al pueblo catalán de Portbou, donde la policía les negó el paso por carecer de autorización de salida de Francia, pero les permitió pasar la noche en el hotel Francia, habitación n.° 4, segundo piso.
“Por temor, sin duda, de verse rechazado y ser conducido por la Gestapo a un campo de concentración, Benjamin se suicidó en la noche tomando una fuerte dosis de morfina, después de haber escrito una última carta a Henny Gurland; murió al día siguiente, jueves 26 de septiembre, hacia las 22 horas, de “una hemorragia cerebral”.
Fue sepultado en la parte católica del cementerio de Portbou el 28 de septiembre. Tenía 48 años. Sus restos fueron depositados en una fosa común.