Por Salym Fayad
Revista Arcadia
Narrar el conflicto desde la infancia. Echar atrás, mirar con el espejo retrovisor de la memoria y reinterpretar el asombro, y el miedo, con que vivió sus primeros encuentros con las huellas de la violencia. Eso hace Ngugi wa Thiong’o en sus memorias Sueños en tiempos de guerra. Y a medida que teje la imagen de su niñez, va dejando entrever cómo los síntomas de una guerra sucia se colaban por entre las rendijas de la cotidianidad de la Kenia rural, de las anécdotas escolares y de las historias de familia.
Ngugi creció a la sombra de la Segunda Guerra Mundial, un evento lejano y ajeno que sin embargo marcaría el destino de su país y de su familia, y de otro más cercano e inmediato: el estado de emergencia que entre 1952 y 1960 rigió en Kenia tras el levantamiento de la milicia Mau Mau contra el gobierno colonial británico.
Esta guerra sí era suya. Los Mau Mau buscaban recuperar la tierra que los kenianos habían perdido cuando Gran Bretaña decidió recompensar a sus soldados con parcelas arrebatadas a los africanos, que también habían peleado en las filas de sus opresores. “Las ironías del destino”, como las llama, eran evidentes aun desde la ingenuidad de su juventud. “El mundo nunca sabrá cuánto hemos aportado los africanos a esta guerra”, dice Ngugi.
A esa edad, la impresión que causaban los mitos y los descubrimientos personales se amplificaba. A medida que encuentra su sensibilidad por oír y contar historias, y su obsesión por subirse alguna vez a un tren, Ngugi despierta también al encanto de los mitos revolucionarios, de las leyendas sobrenaturales que rodeaban el heroísmo de la resistencia política liderada por Jomo Kenyatta.
Su paso a la mayoría de edad, marcado por el tradicional rito iniciático de la circuncisión, coincide con otro descubrimiento, perturbador pero fascinante: su hermano mayor, “el Buen Wallace”, se había hecho guerrillero Mau Mau. En ese momento las leyendas se hacen cercanas. Pero también se fortalece la angustia, así como la violenta represión colonial que liquidó a la insurgencia, en una guerra brutal con la que Kenia aún no ha terminado de saldar sus cuentas históricas.
Enfocándose en las batallas que salpican la vida familiar, Ngugi nos recuerda que “quizá sean los mitos, en la misma medida que los hechos, los que mantienen los sueños vivos incluso en tiempos de guerra”.