Revista Pijao
Rodrigo Parra vuelve a las librerías con la novela ‘Voto de tinieblas’
Rodrigo Parra vuelve a las librerías con la novela ‘Voto de tinieblas’

Por Fabio Jurado Valencia   Foto Abel Cárdenas

El Tiempo

‘Voto de tinieblas’, del ganador del Premio Vida y Obra 2016, es una novela sobre la escritura literaria y su relación con el cuerpo y el espíritu femenino; pensamiento y cuerpo constituyen una conjunción en el proceso de registro escrito de la memoria y de las fantasías que el aislamiento propicia en las personas. El cuerpo es escritura y, por lo tanto, es leído.

En una celda en tinieblas, una monja resignifica en su cuerpo el pasado, el presente y lo por venir, luego de la decisión de abandonar el mundo profano del matrimonio y optar por el mundo sagrado de la unión con Cristo; sin embargo, ese pasado profano ya está inscrito en el cuerpo y permanecerá en el estadio de las pruebas de la iniciación religiosa hasta los límites de la ascensión espiritual. Entonces, el erotismo se vive también con Cristo en esa elevación propia del misticismo.

Santa Teresa, sor Juana y Francisca Josefa son figuras evocadoras de los desajustes con el mundo del caos, que da lugar a la necesidad moral de la escritura; tras 30 años de reclusión y de voto de tinieblas, al ser recuperada por la antropóloga forense, la monja transcribirá en la máquina de escribir la historia graficada en el propio cuerpo.

La historia está también distribuida en los miles de huesos que se guardan en baúles y que nos narran, cada uno, su devenir en las geografías de las violencias, desde la colonia, las luchas de independencia hasta los albores del siglo XX; uno de los valores de la novela es precisamente hacernos sentir la contemporaneidad del mundo narrado.

Los huesos simbolizan la muerte en la historia de una isla, cuyo mapa de diversidad territorial es semejante al de Colombia; los huesos revelan el pasado, pero también el presente cuando se actualizan sus vidas con el análisis genético y antropológico. Los muertos, entonces, permanecen entre los vivos a través de la memoria; por eso, los huesos son desenterrados, limpiados, guardados y hasta usados para elaborar instrumentos musicales.

Con un lenguaje diáfano, de efusiones líricas y ritmos aliterados, es decir, desde los tonos naturales de la poesía, la escritura de la monja –narradora protagonista– nos introduce en el paso de la vida medieval a la moderna.

La vida medieval se representa en el emparedamiento, el enclaustramiento y las tinieblas, pero paradójicamente es desde este espacio de la oscuridad que se reconstruyen los tiempos y se comprende el inicio de la modernidad. Son signos de esta el telégrafo, el fonógrafo, el teléfono, la máquina de escribir, la mecánica del vapor, las vacunas y, sobre todo, el razonamiento, aunque resulte también paradójico que pervivan esas expresiones de la premodernidad: las guerras.

La novela es una autobiografía apócrifa de una monja hospitalaria que al lado de científicos como Humboldt, el sabio Mutis y el inventor de la vacuna de la viruela, contribuye a la comprensión de las complejidades de un país.


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