Revista Pijao
Nuestra violencia cinco veces contada
Nuestra violencia cinco veces contada

Por Sergio Alzate. Foto Alexis Múnera

El Tiempo

Hay un pueblo y hay gente. Hay, además, una carretera “plana, amarilla, polvorienta, paralela al río” por la que cruzan dos camionetas. El polvo se levanta, y vuelve a caer al paso de los dos vehículos que llevan hombres encapuchados y aferrados a sus armas. Van al pueblo, el mismo que celebra en su parque un reinado popular. Los asistentes, prendados de la picaresca del jolgorio, ignoran que morirán pronto. Porque van a morir cuando los hombres armados lleguen al pueblo y disparen contra todo lo que se mueva, y luego contra lo que no se mueva para evitar que queden sobrevivientes. La sangre resbala y salpica con una profusión digna de una película de Tarantino.

Los tiros desgarran las carnes de forma cinematográfica. Las balas trituran huesos en primer plano. Los órganos quedan agujereados dentro de los cadáveres que derrumbó la violencia taquigráfica de los fusiles. Todo termina en más o menos media hora. Cuando ya el sol “hunde en el vientre de la llanura su antorcha sangrienta”.

Con esa masacre paramilitar se inicia ‘Viaje al interior de una gota de sangre’, segunda novela de Daniel Ferreira y que en el 2011 ganó en Cuba el Premio Alba Narrativa. Ahora, seis años después de su publicación original, la novela llega a Colombia, el país del que habla y del que recoge el desgarro del conflicto que ondea en sus páginas. Acá la violencia escapa de la habitual explicación que la considera un producto de la sociedad. Al igual que el tiempo cronológico de los hechos, esta lógica se invierte: la sociedad es el producto de la violencia. Y no únicamente de aquellas que se generan verticalmente, sino de todas esas otras que conviven y hierven en la sociedad.

“Cuando se escribe sobre estos temas, algunas personas creen que uno tiene cierta mentalidad perversa por imaginar escenas dantescas”, dice Ferreira. Sin embargo, como él plantea, la historia del siglo XX de Colombia no es más que una espiral de violencias que frenaba y aceleraba su potencia destructiva. Cada generación sufrió un tipo especial de conflicto, sin tener conciencia real de todos los anteriores que los precedieron. ‘Viaje al interior de una gota de sangre’ no es la invención pervertida de un hombre sádico. Es el espejo de la forma de terror utilizada por los grupos paramilitares durante el hiato sangriento entre la década de los ochenta y la de los noventa. Aguacaliente, el pueblo del libro, y que no corresponde a ningún lugar real, es la representación de las poblaciones que fueron pulverizadas por la guerra entre guerrillas y paramilitares.

¿Qué queda para un pueblo después de un hecho así? Esa cuestión interesó a Ferreira y lo llevó a escribir la novela. Para ciertos discursos, lo que quedan son víctimas y victimarios. Unos que sobreviven, otros que mueren y unos más que cargan el estigma del culpable. “Pero esto es propio de los discursos académicos y la literatura no usa ese tipo de categorías”, cuenta el autor santandereano que vive en Armenia. No se sentó un día y se dijo ‘voy a hacer un libro sobre las víctimas’. Lo que buscaba era el grano de sal entre los granos de arena. Caras individuales que un día fueron arrojadas a la masa de los que tuvieron una tragedia en común. “Quería romper con ese sujeto colectivo que se crea porque es fácil de agrupar para las cifras oficiales… también, para el periodismo”.

Un hombre, incluso uno muerto, tiene una historia de vida. Una mujer destripada por el sablazo de las balas vivió días buenos y malos. Aunque suene obvio, la gente ríe y llora. Puede odiar o amar. Tiene sueños y momentos oscuros. Lo mismo los personajes de ‘Viaje al interior de una gota de sangre’. Sus muertes se ven o se presienten en el primer capítulo, pero en los siguientes se desarrollan sus pasados, sus vidas, sus contextos.

“Cuando pienso en personajes, pienso en arquetipos porque me permiten filtrar grandes cantidades de información”, dice para describir su proceso creativo. El asunto era sobre la repetición de la violencia que ha repercutido en el tímpano de la sociedad. Repeticiones que en su crueldad iluminan no solamente el verbo de la muerte, sino también el algoritmo de la vida. Cada uno de los caídos tiene un papel que representar. Delfina es la joven para la que no hay ningún futuro fuera de la pobreza o la prostitución. Urbano Frías, el rico del pueblo que por medio del contrabando llega a la cúspide social. El profesor Arquímedes, que por sus posiciones políticas y orientación sexual no pasa de ser un relegado dentro del tejido social.

Estos son algunos de los personajes que mueren y luego viven, para luego volver a morir dentro del argumento narrativo que salta en el tiempo, avanza, retrocede, se retuerce como una serpiente arbórea. Aunque más allá del rol dramático que cumplen, tienen también la función de condensar en sus figuras moles de datos historiográficos. “Pero mis novelas no son históricas. Trabajar con la historia no me interesa porque me parece que crea muchos grilletes para los narradores literarios”, aclara.

Su interés se centra en los fogonazos olvidados dentro de la memoria nacional. ‘Viaje al centro de una gota de sangre’ forma parte de un proyecto más ambicioso. Daniel Ferreira proyecta una pentalogía sobre la violencia nacional y a la que ha dado el adjetivo de infame. De las cinco novelas, otras dos han sido publicadas también: ‘La balada de los bandoleros baladíes’, Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo 2010, aún no publicada en el país, y ‘Rebelión de los oficios inútiles’, Premio Clarín 2014.

Lo que une a cada uno de estos tres libros, y a los que se ensamblarán los dos por venir, es que su autor es un buscador de grietas que, a pesar de su aparente pequeñez, vinculan la historia de todo un siglo en Colombia. “Quiero explorar los momentos de ruptura. Por ejemplo, el robo de Misael Pastrana a Gustavo Rojas Pinilla en las elecciones de 1970, un momento del que vinieron oleadas de barbaries y represiones que afectaron a grandes sectores de la población”, explica.

‘Viaje al interior de una gota de sangre’, entonces, no es una novela sobre el paramilitarismo en el país ni sobre su historia o conformación. Los paramilitares no se ven más que en el momento de la masacre. Son personajes secundarios dentro de su propia sinfonía de balas. El viaje es al núcleo de una violencia hecha de capas. “Las personas nacen en contextos violentos y no saben por qué, pero los aceptan”, dice el escritor. Hay actos violentos que son más “sutiles”. Dentro del panorama de un conflicto se van desarrollando en simultáneo agresiones horizontales.

“Hay sistemas de delaciones, rencillas por deudas viejas, peleas por los límites de una cerca, o si una mujer no se quiso acostar con alguien, ese alguien va y la acusa de paramilitar o guerrillera”, ejemplifica Ferreira. En esa atmósfera de opresión viven los habitantes de Aguacaliente, condicionados por el devenir militar de las diferentes facciones armadas que cercan la cotidianidad de la vida. Los alimentos se queman en los camiones porque son tildados de subversivos (así no sean más que legumbres y hortalizas). La preparación de las comidas, en consecuencia, cambia. En un momento dado, se plantan todo tipo de cosas. Pero únicamente crecen pimentones para sazonar las sopas. Pimentón a toda hora, todos los días. “Entonces, los aborrecí, para siempre”, dice uno de los personajes al recordar su niñez saboteada por un condimento.

Las salidas son pocas. Aguacaliente vive bajo el yugo de cientos de paredes invisibles que limitan a los lugareños. El sueño máximo es irse. Llegar a la ciudad, estudiar, olvidarse del pueblo y de sus contrabandistas, y de sus guerrilleros y paramilitares. Es el sueño de Delfina, que, aunque su cuerpo presenta ya la rotundidad de la carne adulta, sigue vistiendo con pobreza las ropas de cuando era niña. Pero como en ‘El ángel exterminador’, de Luis Buñuel, ella y el resto de los habitantes no pueden salir. Están allí repitiendo sus destinos. Y repetirán en sus geografías humanas la concatenación de una violencia, distinta y, sin embargo, similar a las pasadas.

Daniel Ferreira nació en un pueblo llamado San Vicente de Chucurí, ubicado en el departamento de Santander. Allí, el código moral lo imponían los paramilitares. No estaban permitidos los hombres con el pelo largo. Por sospecha de cargar propaganda subversiva o armas, los canguros estaban prohibidos. Había toque de queda y zonas por las que no se podía transitar. La gente cedía su individualidad para someterse a esos dictámenes con la esperanza de sobrevivir.

“Pero, no se puede decir que por ese contexto que viví yo escriba lo que escribo”, aclara. “No funciona eso de decir esto es verdad y esto es mentiras en un libro. No funciona y no me interesa”. Piensa que más importante que su historia particular, una más entre las otras, es la violencia ejercida contra los territorios con el fin de explotar rutas y recursos naturales. “Yo creo que la novela refleja esas reglas en las que la vida se daba en los territorios tomados, cuando una fuerza militar sentenciaba qué era vida y qué no”.

Hay una frase que ha sido atribuida a Daniel Ferreira y que dice más o menos así, dependiendo de la fuente: “La violencia en Colombia debe narrarse de forma respetuosa con las víctimas”. Él no recuerda haberla dicho. Ríe y no sabe muy bien de dónde salió ni por qué justamente a él se lo ha elegido como el autor. Pero no le molesta porque cree que sus novelas son un ejercicio respetuoso para comprender las aristas diminutas en el espinazo del conflicto. Como ‘Viaje al interior de una gota de sangre’, que más allá de un viaje a los mecanismos de la muerte, es una indagación sobre lo que la violencia, sin importar la bondad o crueldad de la vida, puede llegar a destruir.

Entre la crónica y la literatura

Daniel Ferreira nació en San Vicente de Chucurí, Santander, en 1981. Desde hace algunos años viene adelantando el proyecto de la ‘Pentalogía de Colombia’, en el que examina momentos relevantes de la violencia del siglo XX.

Los dos primeros libros de este trabajo narrativo se titulan ‘La balada de los bandoleros baladíes’ (Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo 2010) y ‘Rebelión de los oficios inútiles’ (Premio Clarín 2014, Alfaguara 2015). Ahora presenta la tercera novela, ‘Viaje al interior de una gota de sangre’ (Premio Alba Narrativa).

Su trabajo narrativo también le permitió ser escogido para la ‘Antología de la novísima narrativa breve hispanoamericana’ (Grijalbo, 2009). Ferreira combina su trabajo solitario de escritor literario con el de crónicas y ensayos, que ha publicado en revistas como ‘Casa de las Américas’, ‘Letras Libres’, ‘El Malpensante’ y ‘Hermano Cerdo’. Además es un activo bloguero.

Sergio Alzate

Escuela de periodismo multimedia de EL TIEMPO


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