Revista Pijao
“Mientras haya sueños, habrá vida”, Pedro Ortiz
“Mientras haya sueños, habrá vida”, Pedro Ortiz

Por Juan Alejandro Echeverri

El Espectador

“La soledad no ha soplado la candela”, decía la abuela de Pedro Ortiz (Valle de Sibundoy, Putumayo 1988) cuando regresaban del campo y a lo lejos veían que no había humo en la casa, que no había nadie. Ortiz nació entre poetas capaces de transformar la realidad en mito. Sus abuelos, por ejemplo, contaban que las estrellas eran ojos de indígenas que, al ser invadido el Valle de Sibundoy, subieron al cielo por las espirales de luna.

Del niño que mamó la tradición oral del pueblo Inga, Pedro Ortiz conserva la mirada noble y dubitativa, la nariz carnosa, y una voz frágil como hecha de algodón. Su libro Samai es un canto al amor por la tierra y la mujer. Este devoto de la palabra, invitado al 27° Festival de Poesía de Medellín, conversó con el Espectador sobre el rol de la poesía y los aires de esperanza que soplan en el país:

¿Ustedes sienten que son una minoría en el país?

Creo que no. No hay porque sentir nunca una minoría. Uno es cuán grande es su familia. Cuán grande es su corazón así de grande es uno. Somos universales.

El país tiene una deuda histórica con su departamento…

Hay una deuda histórica con respecto al abandono estatal de los pueblos originarios de Colombia. Se han hecho algunas reivindicaciones importantes, pero se siguen vulnerando sus derechos. Por ejemplo no se toman en cuenta las consultas previas. Se vulnera el derecho al territorio por parte del estado y de los diferentes grupos armados. Estuvimos en la Sierra Nevada, en Pueblo Bello, y lo primero que uno encuentra es una riqueza cultural muy importante a la que se le debería poner más de atención. Al mismo tiempo, nos damos cuenta de la marginalidad y la pobreza en la que viven las comunidades indígenas.

¿Han sido efectivos esos procesos de reivindicación… o cómo cree que deberían hacerse?

Las reivindicaciones por lo general las hacen los pueblos mismos, y me parece positivo porque se está luchando por la vida, por el territorio, por mantener sus propias costumbres. La situación de los pueblos originarios es muy difícil y creo que el debate está abierto. Ojala con el Proceso de Paz se logre avanzar un poquito. Este tipo de espacios donde los pueblos originarios pueden contar su historia, pueden compartir sus pensamientos, son muy importantes. Otro paso importante es reconocernos todos como hermanos, sin que haya tanta discriminación hacia lo indígena.

¿Podríamos decir que el Proceso de Paz ya llegó al Putumayo?

Se está empezando a implementar. Hay algunos programas del Gobierno Nacional como la sustitución de cultivos ilícitos, también hay algunos programas para los diferentes sectores de la población. Por otro lado, hay que colocarle atención a los territorios que deja la guerrilla, para que se brinde seguridad a las comunidades y no sean retomados por otros grupos armados. Las comunidades necesitan un entorno en el que se sientan seguras. Las comunidades han sido las más afectadas por el conflicto armado en Colombia. Se deben garantizar sus derechos a la tierra, a la salud, a la educación, a mantener sus costumbres y su propia autonomía.

En la tradición Inga hay un principio que hace referencia a “hablar bonito…”

Es el suma rimai, el hablar bonito. Desde pequeño se lo enseñan a uno, pero para uno hablar bonito primero tiene que pensar bonito, el suma iuiai, de esta manera uno logra vivir bonito también, suma kaugsai.

¿Qué es hablar bonito?

Hablar con el corazón. Hablar bonito es contar e interpretar la vida de una manera que nos permita compartirle al otro la energía bonita que nosotros tenemos.

¿Es posible qué Colombia pueda volver a hablar bonito y pensar bonito?

Claro, siempre. Somos muy optimistas por los nuevos vientos que soplan para el país, vientos de esperanza, vientos de paz. Solo hace falta mirarnos un poquito con el corazón. Esa es nuestra esperanza, creo que es una deuda que tenemos pendiente con nosotros mismos: habitar bonito este país tan hermoso.

¿Cómo es posible hablar bonito y pensar bonito en tiempos violentos y adversos? 

Porque es el único camino. Ante la violencia, el amor. Y ante la desesperanza, la resistencia. Y ante el olvido, la memoria. Y ante la indiferencia, el compartir, el alzar la voz, ser solidario siempre. No hay otra forma.

¿Cuál es su palabra favorita… la más bonita?

Samai. Es una palabra que significa aliento, respiración. Dicen, los que saben en el Valle del Sibundoy, que a través del samai se puede aprender de las personas, de los animales y de cada ser que habita el universo. Cuando logramos esa conexión universal, que es el samai, quedamos precisamente con esa energía bonita del otro en el corazón y viceversa. Samai es ese vínculo universal que une a las personas de la mejor manera.

El arte, y la poesía, es samai

El arte es una forma de transformación social y humana. Nosotros estuvimos trabajando en la zona rural del departamento del Putumayo. Regiones que habían sufrido directamente el conflicto armado. Trabajamos la escritura creativa de cuentos. El recurso con el que los niños solucionaban un cuento era la violencia. Les empezamos a decir que la forma de resolver un cuento, y la forma de resolver los problemas, nunca es a través de la violencia, sino que tenemos que utilizar nuestra imaginación. Y nos dimos cuenta que si funciona… el arte y la poesía pueden transformar la sociedad y llevar esperanza a las comunidades.

El poder de la palabra…

Claro, las palabras son poderosas. Quizás es el arma más poderosa que tiene la humanidad; es el poder del cambio, la transformación, de despertar, es el poder de tocar.

Todavía tiene mucho por cantar, por transformar…

Si… mientras haya sueños, habrá vida dicen en el sur.


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