Revista Pijao
Luca D’Andrea: «La narrativa tiene el propósito de explorar el alma humana»
Luca D’Andrea: «La narrativa tiene el propósito de explorar el alma humana»

Por Raquel Jiménez Jiménez

Especial para zendalibros.com

Hay tragedias que se quedan marcadas para siempre —como una cicatriz indeleble— sobre la piel. Hay tragedias que te descomponen y pudren, pero cuya obsesión permite que te reconstruyas una y otra vez. Hay heridas que se cierran y se olvidan y otras que permanecen entreabiertas bajo capas de rutina, esperando el detonante que las haga sangrar nuevamente.

Con el escalpelo de un cirujano llega de Italia un escritor que reabre estas heridas a su antojo, al servicio de un thriller inolvidable. Un hombre que soñaba con dedicarse a la literatura pero por el camino trabajó como profesor y que, desde hace un año, enseña —ante los asombrados ojos del mundo editorial— la lección más importante: debemos perseguir nuestros sueños.

El escritor que vino de Italia para sacudirnos con su novela se llama Luca D’Andrea. Es joven y permanece en él intacta la ilusión de la primera vez, aunque no sea éste su primer texto publicado. Aún no peina canas pero exuda madurez y contención en sus respuestas. Es un escritor profesional, aunque se considere un recién llegado y aún esté asimilando el éxito internacional que le sobreviene.

Su novela, La sustancia del mal (Alfaguara, 2017), ha sido traducida a 31 idiomas y de ella se prepara una adaptación televisiva. En ella la naturaleza tiene un papel muy importante y las Dolomitas, la cadena montañosa que lleva recorriendo desde su adolescencia, se convierten en protagonistas de un homicidio sin resolver.

Un extranjero, Salinger, llega para desvelar un misterio que parece esconderse en las profundidades de estas cimas montañosas, entre glaciares milenarios y aludes inesperados. Un misterio que permanece oculto entre los habitantes de Siebenhoch, un pequeño pueblo del Alto Adigio, y cuya resolución podría cambiar sus vidas para siempre.

Aún a  riesgo de generar una tormenta de consecuencias imprevisibles, Salinger se embarca en una investigación que podría sacudir los cimientos de Siebenhoch.

— Ha ganado el premio Giorgio Faletti con esta novela, ¡felicidades!

— Muchas gracias.

— Esta novela es su primera obra y ya ha sido traducida a 31 idiomas. ¿Qué piensa?

— Este es mi primer thriller. Ya había publicado libros para niños.

— ¿Cuál es el origen de La sustancia del mal?

— Hay dos factores concatenados que me han impulsado a escribir este tipo de thriller. En primer lugar la experiencia en documentales: Mountain hero que escribí (fui autor de esta experiencia) me ha hecho ver mi territorio con otros ojos, de una manera diferente, la zona en que yo he nacido y por la que me movía.

Por otro lado, el segundo factor es haber puesto en cuestión el bien y el mal, la vida y la muerte, porque la montaña es un lugar extremo. Ahí ha sido donde me he dado cuenta de que existe el destino realmente. La escritura solo es un modo de materializar, de plasmar el hecho de que en un momento determinado, y ejerciendo una presión determinada sobre una persona, esa persona entra en crisis y empieza a romperse su código moral. Entonces eso es lo que ocurre.

El thriller es un género que realmente…, es una narrativa que extrae muy bien todo este tipo de razonamiento. A esto hay que añadir la creatividad, que ya es la magia de la escritura que es lo que hace que todo el conjunto tenga sentido.

A todo esto se añade una escena, que yo de repente veo, un hombre con una niña a la que lleva de la mano, agarrada, y yo digo: «Bueno, esta niña aquí parece ella la adulta, parece la más consciente de los dos, parece que ella está impidiendo que el adulto vuele y le está sujetando ella y le está anclando a tierra». Y a partir de ahí empieza la historia, ahí es donde empieza la cosa interesante.

— Su estilo de escritura ha sido comparado con el de Stephen King y Jo Nesbø. Asimismo esta novela se asemeja mucho a los libros de Joel Dicker, es un giallo ambientado en un sitio un poco diferente, las Dolomitas. Pero la historia —como la de estos otros autores— está llena de giros argumentales, que son la razón de la fascinación que provoca La sustancia del mal. ¡No se puede abandonar su lectura! ¿Cómo ha conseguido escribir una historia semejante?

— Gracias por esta comparación. Creo que los tres autores que has citado…, los tres son mejores y más guapos que yo, así que ponme en cuarto lugar, después de ellos, por favor.

En cualquier caso, fuera bromas, yo trabajo mucho, trabajo mucho antes de escribir. Soy casi un obseso en este sentido. Esta obsesión me lleva a que cuando estoy escribiendo me interesa solamente la voz del personaje, y en eso me concentro.

Me gustan mucho las historias que enganchan. Mi máxima aspiración sería hacer una historia, narrar algo que enganche al lector. Realmente este era el propósito. Pero lo que estoy escribiendo en esta historia: estoy describiendo una obsesión que hace que el personaje ponga en riesgo una serie de cosas y que llegue incluso, por la obsesión, a no distinguir la realidad de lo que no es real. Entonces, digamos, este sería el núcleo de todo esto.

— ¿Quiénes son sus maestros literarios? ¿Quiénes le inspiran al escribir?

— Para hablarte de mis influencias tendría que decirte que todo me influye en realidad. Es difícil decir qué es lo que le influye a uno. Es como mirarse en un espejo, la imagen que recibes está distorsionada, entonces yo te diría que todo. Pero efectivamente Stephen King, sí, porque es uno de mis autores preferidos. Me parece que es un Dickens moderno. Es uno de los máximos exponentes de la literatura del siglo XX y es muy profundo, lo que pasa que no se ve en una primera lectura, hay que leerlo más en profundidad. Es un autor de una hondura inmensa.

También me gusta mucho la literatura clásica. Mis autores preferidos son autores americanos del siglo XIX. Me gusta mucho, por ejemplo, Moby Dick. Tal vez porque habla de una obsesión. Yo mismo soy obsesivo y tal vez por eso me gusta… pero, en cualquier caso, creo que aparte de la literatura me influye mucho la televisión, el cine, las series,… Ese tipo de influencias también entran mucho en mi literatura.

— En esta novela la verdad se desvela poco a poco, la tensión crece en cada página, incluso entre las líneas de la obra se nota que hay algo más… El lector llega a sentir también el mismo miedo que nace en el corazón del propio Salinger. ¿Cómo ha conseguido entrar así en sus lectores?

— Muchas gracias por el cumplido. Creo que lo más difícil a la hora de escribir son los personajes: lograr que no sean maniquíes, que no estén acartonados, que sean reales, que sean como la gente que te encuentras por la calle y de la que te puedes hacer amigo.

He querido que el personaje [Salinger] fuera una buena persona, un buen padre, o por lo menos intente serlo. Creo que por esto el lector se pone en sintonía con el personaje, porque lo describo así.

— La geología, la investigación…, tienen un papel fundamental en la novela. ¿Qué relación mantiene con estas disciplinas?

— Efectivamente, antes de escribir la novela tenía muy poca relación. No es que fuera mi tema, pero yo estudio, intento aprender lo máximo posible porque hago un trabajo de investigación muy exhaustivo a la hora de escribir. Luego el 99% de lo que investigo no termina dentro de la novela, lo descarto porque soy un escritor de novelas y no de guías turísticas. Pero bueno, ahí se queda la investigación, como poso. Hablé también con un policía, amigo mío, pero debo decir que no me ayudó demasiado porque el trabajo policial no es lo que realmente hace el personaje [Salinger], que es una persona común, no trabaja como lo haría un policía, trabaja como lo haría yo. Intento por tanto ponerme en su lugar y preguntarme qué haría yo para investigar esto. Intento identificarme con el personaje en este sentido. Por eso sale este personaje. Si yo hubiera estado en su situación, me habría llevado todas las tortas que se lleva él (y más) porque yo soy mucho como él.

— Salinger ha grabado un documental sobre los trabajadores del Rescate en las Dolomitas, justo como usted. ¿Qué más tienen en común?

— Dos cosas: los documentales y que los dos somos muy obsesivos. Pero nuestros gustos musicales son totalmente diferentes. Su mujer es rubia, la mía no. Yo no tengo hijos y seguramente no me habría metido en los líos en los que se mete él.

— ¿Está ya todo inventado en el giallo? ¿Hay una fórmula que lleve al éxito literario dentro del género?

— Lo único que te puedo decir es: trabajar. Trabajar y hacer las cosas de la manera más personal posible, no hay otro sistema. Y también un poquito de suerte. Puedo decir que he sido muy afortunado.

— Todos los personajes están hechos pedazos. Incluso los niños, los más inocentes, tienen dentro de sí la tristeza del ambiente. ¿Piensa que el pasado de un lugar se puede transferir de alguna manera al estado de ánimo de las personas?

— Sí, porque creo que las personas somos fruto de nuestro entorno y de las tradiciones de nuestro entorno. Y también el lenguaje, porque el lenguaje puede cambiar el concepto al que se refiere, a la cosa a la que hace referencia. El lenguaje es la raíz de todo, hasta tal punto, que, por ejemplo, el italiano está a medio camino entre el melodrama y la épica, por lo tanto el escritor debe estar en equilibrio entre estos dos aspectos, en esa fina línea que separa el drama de la épica.

— En esta novela hay personajes —casi todos— que están condenados a mantener cerradas las heridas del pasado. ¿Cómo consigue abrir estas heridas de tanto en tanto, apenas un poco, con el fin de poder contar su historia?

— Tendríamos que hacer como hace Sergio Leone en sus películas, en los spaghetti western: hay un pueblo pequeño al que llega un extranjero vestido de negro, se empieza a alterar el orden establecido y al final todo eso se rompe.

Si hubiera escrito —o si escribiese en un momento dado, cosa que no tengo intención de hacer— una secuela de la historia, creo que Siebenhoch, que es el pequeño pueblo en el que está ambientada la historia, después del paso de Salinger por el pueblo, posiblemente cambiaría a mejor porque estos secretos que se quedan ahí como unas heridas internas que no terminan de cicatrizar son muy peligrosas porque siguen sangrando por debajo de la piel y corren el riesgo de gangrenar el miembro en cuestión. Y eso es muy peligroso.

— La naturaleza se convierte en un personaje importante de la novela. No es tanto el lugar donde suceden las cosas sino sobre todo el ente que mueve la acción, que conduce un poco la trama, la historia. ¿Lo había considerado así antes de comenzar a escribir?

— Sí. La naturaleza es un personaje de la novela. Yo quería poner la naturaleza como un personaje. Normalmente en los libros sucede que cuando un personaje está triste, llueve. Es como que la naturaleza reacciona a la tristeza del personaje.

Pero no, yo quería que la naturaleza fuera un auténtico personaje, porque el hombre es el único animal que es consciente de la naturaleza y de su estado en la naturaleza y justamente esa crueldad que caracteriza al hombre y que el hombre quiere limitar, esa conciencia que tiene de la naturaleza es lo que llamamos civilización.

Cuando hay una presión que se acumula y que empieza a crecer en torno a ese tema y a esas cuestiones, al final termina por estallar y eso es lo que sucede.

— ¿Cómo ha hecho para escribir una novela como ésta? ¿Es usted un escritor mapa o un escritor brújula?

— Hay algunos escritores que no saben, tal vez, dónde están yendo con sus obras. Yo creo que estos son los que tienen más talento. Yo no tengo ese talento y por eso hago un montón de esquemas antes de empezar a escribir. Cuando describo un personaje o le hago actuar, sé exactamente quién es, qué sentimientos tiene, etc.

Pero luego resulta que a lo mejor ese personaje se mueve dentro de ese esquema que yo he preparado y hace las cosas de una manera mejor de lo que yo había pensado que las haría. Adquiere vida propia, se mueve por sí mismo. Es como un Frankenstein que está dentro del libro y viene y empieza a vivir. Yo le digo al personaje: « ¡Vale! Sé mi Frankenstein».

— ¿Quién es Jeremiah Salinger y por qué hace un viaje tan peligroso que le hace perder la cabeza y casi su familia?

— Es un personaje curioso. Es una buena persona. Es una persona que tiene un camino moral, una moralidad que intenta seguir… Sabe lo que es el bien y lo que es el mal. Pero de repente se enfrenta a un accidente, tiene un accidente y eso le trastorna. Necesita algo a lo que aferrarse. Como su identidad es la de contar historias —ya lo ha hecho antes con los documentales— se agarra a ello en un momento determinado. Ha perdido el norte y encuentra este misterio que él quiere descubrir y del que quiere llegar hasta el final. Porque si no llega hasta el final…, bueno, si llega hasta el final puede perder a su familia pero es que si no llega al final de este misterio no va a poder vivir porque no va a poder ser él y porque él necesita descubrir su propia identidad, definir su identidad.

— Todos los personajes, incluso los secundarios, tienen un rol importante. Se podría decir que la novela se ha construido sobre la base de las relaciones entre todos ellos. Crear estas conexiones entre todos los personajes, ¿le ha resultado difícil?

— Eso es la realidad. En la realidad no existen personajes secundarios. Si por ejemplo nos encontramos con una persona en el autobús y de repente nos dice algo, que parece una tontería ya que es algo muy breve, pues a lo mejor de repente nos ha cambiado la manera de pensar y ha hecho que nuestro día, nuestra jornada, se transforme totalmente por ese encuentro tan breve y tan banal.

Soy un gran defensor de la amabilidad. Defiendo que hay que ser amables y por ejemplo, las descripciones que hago de los camareros que sirven las cervezas en el libro no duran 50 páginas porque no puede ser…, pero ahí están, son personajes que tienen su descripción, su peso. No me gustan los personajes bidimensionales.

El motor de las historias son los personajes, si no fueran interesantes no habría historia.

— Un homicidio en la montaña. Me recuerda un poco a la novela Picnic en Hanging Rock que narra la historia pasada de un homicidio sin resolver. ¿Ha leído otros libros con tramas semejantes antes de profundizar en su historia?

— El libro que mencionas es un libro estupendo, una película estupenda. Esta es la pregunta del millón de dólares. Es inquietante.

Diría que las historias clásicas son las mejores, lo que pasa es que cada autor las cuenta a su manera. Por ejemplo, Moby Dick es un tío que quiere capturar una ballena; o un rey que quiere volver a casa, La Odisea, ¿no? Pero esos autores cuentan la historia de la manera en que la cuentan… Si tienes alguna otra sugerencia de libros que pueda leer, házmela para leer estos días (Risas).

— ¿Cuáles son las bestias que no le dejan dormir? ¿Tiene también usted un monstruo bajo la cama?

— No tengo un monstruo debajo de la cama pero en la cabeza tengo bastantes. (Risas). De todos modos hay pocas cosas que me den miedo. Lo que sí me da miedo es la masa, la masa humana: cuando hay gente que se junta con la que uno no puede razonar, sólo puede uno hacer que vaya por donde uno quiere pero sin razonar con ella. Esto es algo que me da mucho miedo.

Creo en el ser humano, en las personas. No creo que yo pueda enseñar nada a nadie, por eso mi libro no pretende ser una enseñanza de nada. Siento mucho respeto por las personas y creo que la narrativa no tiene este propósito de enseñar nada, sino de explorar el alma humana. Y el hecho de que el libro haya ido tan bien en diferentes idiomas, en diferentes países, con culturas diferentes es una prueba de que todos somos seres humanos y tenemos esto en común y…, como te habrás dado cuenta: es una manera muy enrevesada de no responder a tu pregunta.

— ¿Hay algún proyecto de rodar un film o serie sobre La sustancia del mal?

— Sí. Hay una serie prevista de la productora Cattleya, que es la productora de la serie Gomorra. Quieren hacer algo internacional porque los personajes son internacionales y el libro lo es también.

No voy a intervenir, no tengo intención de intervenir en ninguna medida en esta serie. Lo único que quiero hacer es sentarme en el sillón y ver lo que sale de ahí, y disfrutarlo.

Hay mucho material en el libro para hacer una serie como se quiera.

— La sustancia del mal se publicó en Italia en el año 2016. ¿Qué dicen sus alumnos de su éxito con la novela? ¿Le hacen muchas bromas o están orgullosos de su trabajo?

— Sí, mis alumnos han sido los primeros fans del libro. Este curso tuve que decidir abandonar la escuela porque era difícil compaginar ambas cosas. Creo que el oficio de maestro es un oficio que se encuentra entre los más nobles. Es muy hermoso y muy importante. Igual que mis alumnos tenían derecho al 100% de mi esfuerzo, mis lectores tienen derecho al 100% de mi esfuerzo literario y por lo tanto he tenido que tomar esta decisión. Por otra parte, a mis alumnos les he enseñado que tienen que perseguir sus sueños. Realmente ahora estoy aplicando esa enseñanza en mí mismo.

— ¿Había imaginado alguna vez un éxito como éste?

— No, no me había imaginado nunca que pudiera llegar este éxito. Creo que nadie se lo imagina. Ninguno de los que escriben, de los que toman una pluma para escribir, se lo imaginan. Todos los escritores sueñan con ello, yo también. Mi sueño se ha hecho realidad, pero también he tenido mucha suerte.

Termina la entrevista y Luca D’Andrea permanece concentrado. Es cortés, destila amabilidad con quienes le rodean pero su cabeza está ya en otra parte. Quizá esté alejando los monstruos que le acechan —esa masa acrítica de gente a la que rehúye— o quizá se esté zambullendo en una nueva historia que le bulle por las entrañas esperando una oportunidad sobre el papel.

D’Andrea es un escritor profesional, de los que arañan espacio en las escaletas y corrigen una y otra vez estructuras de capítulos. Es un escritor de los que suben al andamio de las letras de cuando en cuando con la intención de no dejar un cabo suelto. Hace un año daba clase en un instituto de Bolzano, un pueblo muy cercano a Siebenhoch, y hoy su nombre aparece en prensa junto al de escritores que admira como Faletti, King, Dicker o Nesbø.

Tras leer La sustancia del mal no podemos evitar preguntarnos si hay alguna cima que se le resista al escritor que vino de Italia, que tomó la difícil decisión de abandonar las pizarras, y que escala —sin que le falte el oxígeno en ningún momento— las listas de éxitos literarios de todo el mundo.

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Autor: Luca D’Andrea. Título: La sustancia del mal. Editorial: Alfaguara. Venta: Amazon y Fnac


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