Por Laura Isabel Rivera
Revista Arcadia
Hace 75 años se fundó el Instituto Caro y Cuervo, con el propósito de terminar la obra maestra del filólogo bogotano Rufino José Cuervo. Desde entonces, y por medio de dos líneas de investigación, se especializan en entender de qué forma se usa la palabra en el diario vivir de los colombianos y los cambios que ha tenido la lengua que hablan a través de los años. Su trabajo incluye el estudio de las lenguas indígenas del país y la divulgación del patrimonio bibliográfico de Colombia.
En el marco de la celebración de tres cuartos de siglo de la entidad tendrá lugar el VI Festival de la Palabra del instituto, del 24 al 27 de agosto 2017. Durante esos cuatro días exploraran el papel del lenguaje en la sociedad y la historia cultural y académica del país, además de premiar al ganador del III Concurso de Cuento Caro y Cuervo.
Hablamos con Carmen Millán, directora del instituto, sobre el pasado y el futuro de la lengua en Colombia.
¿Cómo se creó el Instituto Caro y Cuervo?
Nace como una división del Ateneo Nacional de Altos Estudios que fue una idea de Jorge Eliécer Gaitán, cuando era ministro del presidente Eduardo Santos en 1942. El objetivo era terminar el Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, que había iniciado Rufino Cuervo; concluir los trabajos de la expedición de Agustín Codazzi y darle forma a lo que estaba pendiente de la Expedición Botánica. Era una empresa intelectual de una dimensión tremenda. Por eso comenzó a funcionar la división filológica, que es lo que hoy en día es el Instituto Caro y Cuervo, aunque en ese momento se llamaba Instituto Rufino Cuervo. En los centenarios de Rufino José Cuervo y Miguel Antonio Caro, se crea el Instituto Caro y Cuervo que precisamente está cumpliendo 75 años con ese nombre.
¿Qué líneas de investigación existen en el Instituto?
El instituto es una institución de Educación Superior. Es pequeña porque es de altos estudios, no de pregrado. Tenemos permisos para funcionar con el Ministerio de Educación y estamos adscritos al de Cultura porque la misión del instituto es velar por las lenguas del país. Por ello, tenemos una Maestría en Lingüística, otra en Enseñanza de español como lengua extranjera y segunda lengua, en Literatura y Cultura, Estudios Editoriales y Escritura Creativa. Estos cinco programas están atados a líneas de investigación pertenecientes a dos grandes grupos: el que se dedica a la lingüística y el que está enfocado a la literatura y cultura. De ahí se desprenden más y pertenecen a Colciencias.
¿Al enfocarse en material impreso, cómo manejan el desarrollo de la tecnología?
El instituto se ocupa del español pero no de manera prescriptiva como si fuera la academia, en donde enfatizan en respetar reglas de la lengua, sino, del español hablado en Colombia. Existe un gran proyecto que se hizo entre 1950 y 1975 que era el Atlas lingüístico etnográfico de Colombia, en donde se muestran veinte maneras de decir niño en nuestro país. Por ello, y para unir este acervo que se recogió en forma oral en unos cuestionarios, se están transformando esos volúmenes enormes en digital, con georeferenciación, documentación de voz y fotografías.
¿De qué forma comparten estos contenidos con niños?
Hay una página muy bonita que se llama El portal de lenguas colombianas. Ahí los niños encuentran una serie de personajes que encarnan algunas de las etnias que existen en el país. Esos personajes enseñan a los niños cuentos, palabras. Además, hay un arcoiris de lenguas que pueden trabajar los profesores en aula. También tenemos un diccionario con una cartilla que se llama ¡De ramandaca!, con una colección de juegos con colombianismos. Hay sopas de letras, crucigramas y adivinanzas.
¿Los colombianismos alimentan o dañan a la lengua?
Yo he enseñado la literatura de Cervantes y en esa época de hecho él tuvo conversaciones poco amistosas con algunos de sus colegas. Se intercambiaban unas notas en poemas. En ese periodo hubo una forma de hacer poesía que hoy en día se llama conceptismo. Consistía en una forma de metáfora, sobre metáfora, sobre metáfora. Para entender el significado, se necesitaba un registro de la imaginación grande para poder desdoblar lo que se quería decir. Hoy en día, por ejemplo, los que hablan ‘parlache’ la lengua de las comunas de Medellín, usan la expresión: "Fulanito de tal está fumando gladiolo". Para entenderlo, toca desdoblarlo. Es una metáfora de muerte. Encima del ataúd de una persona hay un florero lleno de gladiolos (flores baratas). Este desdoblar requiere de la kinesis. Eso es conceptismo. Los colombianismos no empobrecen la lengua, exige saber qué está pasando con ella.
¿Qué eventos se destacan en la celebración de los 75 años del Instituto?
Vamos a tener una charla para entender cómo se articula la violencia, centrándose en las barras bravas; así mismo, la conferencia llamada La literatura perseguida, por el autor Santiago Posteguillo, quien hablará sobre cómo la inquisición, los nazis, el fascismo y el comunismo han aplicado lo temido en periodismo: la censura; también, la inauguración de una exposición que es hermosa, donde vamos a presentar obras que fueron propiedad de comunidades religiosas y tendremos un espacio museográfico, muy vivo, que es el Jardín de la Hacienda Marroquín, que estará señalizado con las historias de las plantas que existían ahí.