Revista Pijao
Leonardo Padura: 'A veces, en Cuba soy invisible'
Leonardo Padura: 'A veces, en Cuba soy invisible'

Por Enrique Planas

El Comercio (Pe)

Hace dos años, en la ceremonia del Premio Princesa de Asturias, el escritor Leonardo Padura levantaba frente al público que lo ovaciona una pelota de béisbol. Minutos después, al leer su discurso de aceptación, recuerda a los amigos y cita una frase de Carlos Gardel en el día de su debut parisino en el Olimpia: “¡Si estuvieran aquí los muchachos del barrio!”. Porque son tres las naciones de Padura, uno de los invitados de lujo de la presente Feria Internacional del Libro de Lima (FIL Lima): Cuba, el béisbol y su barrio, Mantilla, al sur de La Habana.

Esta vez el escritor no trae consigo la pelota, pero admite que el vecindario, el ‘rioba’, nuestro 'barrunto', nos marca la sensibilidad. Y si bien en el mundo actual el sentimiento de pertenencia se dispersa y los arraigos se vuelven menos importantes, en su caso ocurre lo contrario. “Sea por decisión o por fatalidad, para mí es importante estar cerca de lo que yo siempre he sido”, afirma. Como a todos los escritores de su generación, le hubiera gustado irse a París a los 20 años para vivir la experiencia de Hemingway. Pero la cercanía con la realidad, explica, la consigue al haber nacido y vivido toda la vida en el mismo barrio, con sus vecinos tan normales: dos obreros, un electricista, algunos médicos y un par sin oficio conocido.

— Un escritor sin barrio, ¿tiene que inventárselo simbólicamente?

No creo que ninguna regla valga. Hay escritores de todas las formaciones posibles. Yo soy un escritor con formación académica, pero hay otros que no la tienen y son excelentes. En un primer momento, lo importante es la sensibilidad. Y después, tu capacidad de trabajo. Pegar el culo en la silla. Investigar. Sufrir con lo que escribes.

— 'Horas culo', le decimos aquí…

'Horas culo', sí. Así lo decimos en la academia universal de la escritura.

— ¿Qué representa el béisbol para usted? ¿Por qué mostrar una pelota al recibir el Premio Princesa de Asturias?

Todos los deportes con pelota, excepto el béisbol, son un combate entre dos ejércitos, donde uno tiene que conquistar el territorio del otro. El castillo feudal es la portería, y cuando se logra derribar la portería, se ha vencido al contrario. En el béisbol, hay un principio filosófico que lo invierte todo: el equipo que está a la defensiva es el que tiene la pelota. Es un deporte muy decimonónico, muy racionalista. Su libro de reglas es especialmente grueso y nadie las conoce todas. Lo importante ha sido cómo el béisbol se ha integrado a la cultura cubana y su espiritualidad. En el siglo XIX, fue seña de identificación nacional, de confluencia social, racial y cultural. Se jugaba béisbol y se oía danzón en el mismo lugar. Cuando fui a recoger el premio, al querer recibirlo en nombre de Cuba, pensé que una bandera sería algo excesivo. Por eso llevé una pelota de béisbol.

— ¿Qué tal lo juega?

Lo jugaba aceptablemente bien. Pero no tenía las condiciones físicas para ser un buen jugador. Sobre todo porque soy zurdo, y los zurdos podemos jugar solamente en determinadas posiciones en el terreno.

— ¿Qué tan cierta es la leyenda que dice que usted no sabe bailar?

Es totalmente cierta. Me encanta la música y he escrito sobre los músicos populares de los años 40 y 50, músicos de la bohemia, de la noche, con vidas difíciles, siempre al borde de la miseria. Hicieron cosas maravillosas.

— ¿Ser cubano y no saber bailar es una forma de romper con el estereotipo?

Es una desgracia. En Cuba hay solo dos maneras de bailar: bien o mal. Y cuando bailas mal, lo mejor es no bailar. Porque el resto de los bailaores se burla de ti. En tu cara. Los que bailan bien, lo hacen muy bien. Eso fue una limitación en mi juventud.

—Honoris causa—

Además de sus presentaciones en la FIL Lima, donde desarrolló especialmente el tema de la novela policiaca, el creador del entrañable detective Mario Conde fue invitado por la Universidad Católica para recibir el doctorado honoris causa, mientras que también recibirá un reconocimiento similar por parte de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Por supuesto, Padura se siente honrado. Especialmente porque es un fervoroso admirador de los fundamentos de la literatura peruana, aquellas primeras líneas escritas por el Inca Garcilaso. No por nada él se considera el único garcilasiano cubano. “No ha habido otro estudiante universitario en Cuba, además de mí, que se haya metido con la obra del Inca Garcilaso. Por dos razones: porque es difícil y porque no está de moda. Pienso que es necesaria una promoción y difusión de sus obras, sobre todo 'La Florida del Inca'. Pocos saben de esa verdadera novela de caballería que escribió Garcilaso a partir del intento de la conquista de La Florida por Hernando de Soto. Es uno de los libros más fabulosos y permanentes de la narrativa hispanoamericana".

—Increíblemente, en el primer coloquio que se desarrolló en Cuba sobre el Inca Garcilaso no lo invitaron.

Ya en Cuba nada me resulta increíble. Se hizo ese coloquio el año pasado y no me invitaron. Y nadie sabe por qué. Eso me pasa a cada rato. A veces, en Cuba soy invisible.

—El padre del detective—

Mario Conde es el protagonista de las novelas policiales de Leonardo Padura. Es toda una leyenda de la novela negra latinoamericana. Por ello, no sorprende que Netflix transmita la miniserie “Cuatro estaciones en La Habana”, inspirada en cuatro novelas protagonizadas por este policía devenido en vendedor de libros usados: “Vientos de cuaresma”, “Pasado perfecto”, “Máscaras” y “Paisaje de otoño”.

— Mario Conde entiende clarísimo que, sea en Santiago de Cuba o en cualquier lugar de América Latina, el sistema no funciona...

El policía literario es un instrumento, una forma de mirar una realidad desde un ángulo deformado: la del delito, la violencia, la ilegalidad, el abuso. Conde es un personaje totalmente cubano, caribeño y subdesarrollado, y por eso está más cercano a los detectives de los escritores mediterráneos como Vásquez Montalbán, Petros Márkaris, Andrea Camilleri, que son más vitales y menos intelectuales. Hay un elemento indispensable: son personajes con una rectitud ética. Conde vive al límite de todo. Se muere de hambre, puede caérsele la casa encima, no tener dinero, pero no traspasa ese límite. Eso le permite juzgar a la sociedad y a sus ciudadanos desde el plano ético.

— Algo que salva a Conde en su crítica es la nostalgia. Sin embargo, se dice que la nostalgia es un mal recuerdo, una mala compañera…

Depende de cada circunstancia. Vivir mirando al pasado no es la mejor forma de vivir. En un tipo como Conde, la relación con el pasado tiene que ver con los sueños frustrados. Una actitud que padecemos mucha gente de nuestra generación en Cuba. No sé si los más jóvenes tengan esa misma sensación, pues miran un pasado tal vez no tan amable para ellos. El nuestro fue complicado, pero tuvimos sueños. Y eso nos reencuentra con lo mejor que fuimos.

— ¿Jorge Perugorría, el protagonista de la serie basada en sus novelas, es la encarnación ideal del personaje?

Cualquier actor que hubiera encarnado a Conde me hubiera provocado extrañamiento. Los lectores van creándole un físico al personaje literario, y esa imagen contrasta siempre con la que se puede ofrecer visualmente. En mi caso, por supuesto que fue extraño, a pesar de que sabía desde hace mucho tiempo que Jorge Perugorría era el aspirante más probable para encarnarlo. Creo que captó la esencia de Conde. Lo estudió, conoce sus experiencias, sus lugares. Al igual que yo, es también una persona que nació y creció en un barrio de la periferia de La Habana y supo decantar lo esencial de la humanidad del personaje. De allí el éxito de la serie.

— Con su esposa se embarcó en la adaptación del guion. ¿Satisfecho con el resultado final?

Mucho. Acaba de ganar el Premio Platino a la Mejor Serie de Televisión Iberoamericana y eso es un reconocimiento muy grande para todo el equipo.

— Leí que le dejó a ella el trabajo sucio...

Sí, el trabajo de carnicería lo hizo ella. Yo me encargué luego de pulir los diálogos y discutir con ella determinadas escenas. Hizo un gran trabajo.

— Como cinéfilo, ¿qué influencias admite en la serie?

Muchas referencias. “The Wire”, la serie de culto, era un poco nuestro modelo. Queríamos contar, más que una historia policial, la historia de un policía. Por supuesto, vimos muchas películas. Hay guiones policiales que son perfectos, como el de “Chinatown”. Mi mujer y yo somos devotos de esa película y en general del cine de Polanski.


Más notas de Actualidad