Por La Hora (Ec)
Radicado en las afueras de Barcelona, ¿se siente un exiliado, un migrante o un refugiado?
En el ser humano hay siempre algo de migrante. Las migraciones nos han hecho lo que somos, a todos. Por activa o por pasiva. Yo me siento un hombre en viaje perpetuo, dentro y fuera de mí mismo. Yo no fui un emigrante económico, pues no salí de ecuador a trabajar sino a estudiar y a cambiar de vida, de oficio, de horizontes, de esperanzas.
¿Por qué refugiarse en el verso, en la palabra?
El verso y la palabra no son un refugio para mí, y dudo que lo sean para ningún escritor. Tampoco son propiamente herramientas, aunque a veces uno esté tentado a creerlo. La práctica de la poesía es la mejor manera que tengo de ejercer mi capacidad de vivir, que es el primer deber de todo ser vivo. Vivir tratando de estudiar y encarnar dinámicamente en el lenguaje ese vivir, o al menos el mero existir, individual y social, es lo mejor que he podido encontrar como empleo de mi tiempo.
¿Qué representa en su vida Jorge Carrera Andrade: como poeta y como premio?
Me parece que el poeta Jorge Carrera Andrade personifica un momento, concentrado, fecundo, de la espiritualidad ecuatoriana, si acaso se puede hablar así. Admiro su obra de poeta y traductor. Sus reflexiones poéticas sobre Ecuador me parece uno de sus principales legados para nosotros. En cuanto al premio, me reconforta y lo agradezco profundamente. Sobre todo por los editores de Candaya, cuyo compromiso con la poesía es admirable y merece todo apoyo.
Y por todas las personas no nombradas pero cuya energía, talento, amor y percepciones compartidas del mundo confluyen en una voz poética, en un autor, en este caso, en mí. Por lo demás, si yo hubiera sido miembro del jurado de este premio creo que habría votado a favor del libro ‘Emboscada’, de César Eduardo Carrión: un notable ejercicio de elocuencia en intensa pugna con la destrucción.
‘Pájaro de nunca volver’, ¿cómo entender el vuelo en un mundo con fronteras?
Se puede decir que en cierto sentido mi libro habla de ese mundo con fronteras que usted menciona, aunque no solo de fronteras específicas de un tiempo o un lugar, sino de espacios transhistóricos o metahistóricos. Incluso de fronteras no geográficas. Porque el libro termina con una alusión a las fronteras de lo humano, y al tiempo y los seres futuros poshumanos que se avizoran desde el presente.
Tras los ‘Cuadernos de Godric’ (1988), ‘Aires de Ellicott City’ (2006) y ‘En el próximo mundo’ (2011), ¿por qué culminar el ciclo del vuelo con ‘Pájaro de nunca volver’?
Se trata de un ciclo sobre el viaje humano: de los individuos y de la humanidad. Y si bien Gódric, el personaje poético de mi primer libro era un viajero, lo que pájaro de nunca volver poetiza es la imposibilidad del viaje. Esa es la conclusión a la que yo he llegado al cabo de todos estos años: que ya no es posible el viaje. Para nadie. Hablo de viaje humano. Pues tal vez ahora estemos iniciando un viaje poshumano, o quizá ya estemos todos en el curso de ese viaje. Y de ese viaje poshumano nadie podrá volver, eso seguro. Por eso se puede decir que ahora todos somos pájaros de nunca volver. En realidad, el libro deja abierta la pregunta si no hemos sido eso siempre.