La primera vez que Álvaro Mutis publicó un libro tenía 24 años y lo hizo en coautoría con Carlos Patiño Rosselli. Era el mes de febrero de 1948, y de las tipografías de los Talleres Prag salieron 200 ejemplares de un poemario titulado 'La balanza', ilustrado por el pintor Hernando Tejada. Algunos ejemplares se repartieron entre amigos, otros se enviaron a emisoras y diarios capitalinos, y los demás se distribuyeron en librerías del centro de Bogotá.
En cada página había un poema de Mutis a un lado y uno de Patiño Rosselli al otro, ‘equilibrio’ literario del que surgió el título 'La balanza', en el que, al final, los autores incluyeron un poema escrito a cuatro manos llamado Biografía.
Con su formato de 23 x 16 centímetros, el libro no solo representó un giro inesperado en la poesía colombiana, sino que fue la partida de bautismo de la generación de los Cuadernícolas, como se conoció al grupo de jóvenes que empezaron a publicar sus poemas en pequeños cuadernos cosidos al lomo. El de Mutis y Patiño fue el primero. Luego, otros escritores como Rogelio Echavarría, Andrés Holguín y Carlos Medellín, entre otros, publicaron los suyos.
La aparición de 'La balanza' coincidió con la violencia de mediados del siglo XX, cuyo momento más álgido fue el Bogotazo. Mutis diría más tarde con ironía: “El éxito de 'La balanza' no tiene precedentes en la literatura colombiana. El 8 de abril repartimos la edición en las principales librerías del centro y al día siguiente no quedó un solo libro. Se agotó en cuestión de horas... Por incineración”.
Pese a ello, y a uno que otro comentario poco favorable, el poemario fue bien recibido por la crítica, que celebró la poesía naciente con influencias del surrealismo, el simbolismo francés y las corrientes de la poesía moderna.
La balanza surgió en medio del agotamiento del grupo Piedra y Cielo, al que pertenecía Eduardo Carranza, quien en el colegio fuera profesor de literatura de Mutis; de ahí que su alumno deseara ‘refrescar’ la lírica colombiana. Mérito que logró muy pronto, pues sus escritos empezaron a ser acogidos en las revistas y publicaciones latinoamericanas –como Vida, que publicó su poema La creciente en 1941– dirigidas por Alberto Zalamea, Octavio Paz, Carlos Fuentes o Salvador Elizondo, entre otros.
Años dorados
Los años cuarenta y cincuenta fueron los del esplendor de Mutis en Colombia. Ahí dejó una huella imborrable como escritor erudito, amigo generoso, fanático del mar y los viajes, dandi de gran refinamiento en asuntos musicales y gastronómicos, y enemigo acérrimo de la política. Eran famosas sus carcajadas, su voz nasal inconfundible, su pasión por la historia y la literatura, y su capacidad casi sobrehumana de lectura.
Tenía además un agudo sentido del humor, debilidad por los barcos, fascinación por los textos de aventuras, gusto por el whisky y la ginebra, terror por las mariposas negras, afición por el billar y un capricho casi infantil por los pandeyucas. Amaba la estética y el arte de la tertulia, que desplegaba cada domingo en su casa con artistas e intelectuales. Y, pese a ser voraz lector, jamás subrayaba ni hacía apuntes sobre los libros.
Coello, su paraíso
Álvaro Mutis Jaramillo había nacido en Bogotá el 25 de agosto de 1923. Era hijo de la manizaleña Carolina Jaramillo Ángel y del abogado bogotano Santiago Mutis Dávila, descendiente directo de un hermano de José Celestino Mutis. Cuando tenía dos años, su padre fue nombrado diplomático en Bruselas y la familia partió a Europa, donde nació su único hermano y donde Mutis pasó su infancia hasta los 9 años, cuando su padre murió a los 33 años de edad.
Esa trágica pérdida obligó a la familia a regresar a Colombia, en 1934, e instalarse en Coello, la finca que su madre heredó de su padre, cerca de Ibagué.
Coello constituye uno de los cuatro ámbitos esenciales de Mutis, con la Europa de su niñez, el mar de sus viajes intercontinentales en barco, y Colombia, de la que se exilió voluntariamente en 1956 por un error laboral que, tres años después, le costó dieciséis meses en la cárcel mexicana de Lecumberri, experiencia que enriqueció su vida y su creación: escribió su famoso Diario de Lecumberri, publicado en 1960. Desde entonces se radicó en la capital mexicana, en la que vivió 58 años hasta su muerte el 22 de septiembre de 2013.
“Hay un hecho que desde niño me ha llamado la atención –me dijo en su última entrevista oficial–, y es que al nacer comenzamos a morir. Entonces no hay que hacer tanto misterio con la muerte. La muerte la llevamos adentro, y cuando llegue, ¡pues llegó!”.
De Coello surge el universo mutisiano y el motivo permanente de su inspiración. Escribir fue para él la mejor forma de inmortalizar su paraíso de cafetales, cañaduzales, trapiches y ríos agitados que, muy pronto, tendría que abandonar por culpa de la violencia, para radicarse en la capital.
Trayectoria laboral
En Bogotá, Mutis aumentó su afición por la lectura y los billares, que terminaron por hacerle abandonar los estudios sin graduarse, en 1940, año en el que –gracias a su voz– entró a trabajar como locutor de noticias y actor de radionovelas en la Radiodifusora Nacional.
Su trayectoria en los medios, sumada a una cantidad de experiencias inverosímiles, constituyó buena parte de su materia prima literaria. Un recorrido en el que fue locutor de noticias, gerente de ventas para América Latina de la Twentieth Century Fox y de la Columbia Pictures, director de la Radio Nacional y de la emisora Nuevo Mundo, presentador en Televisa, relacionista público de Bavaria, la Colombiana de Seguros, la aerolínea Lansa y la petrolera Esso, y hasta narrador de doblajes televisivos donde su voz identificó la serie Los intocables.
Fueron cincuenta años de viajes y correrías, de los que salieron muchos de los paisajes, mares, escenarios, temas y cuestionamientos de sus libros. “La importancia de viajar no está en el turismo ni en conocer lugares, sino en vivir atmósferas, en desplazarse para ir viendo qué sucede dentro de uno mismo. En ese proceso interior es donde transcurre lo verdaderamente valioso y trascendente. No en lo que pasa por fuera, sino en lo que pasa por dentro”.
Mutis se había casado muy joven, a los dieciocho años de edad, con Mireya Durán, con quien tuvo a sus hijos María Cristina, Santiago y Jorge Manuel. Y luego, en 1954 tuvo un segundo matrimonio, con María Luz Montané, del que nació su hija María Teresa. Un entorno familiar al que, con su precipitada partida a México en 1956, dejó dolorosas rupturas por la distancia.
Y aparece Maqroll
Después de La balanza, Mutis publicaría en Buenos Aires, en 1953, el poemario 'Los elementos del desastre', donde apareció por primera vez la figura mítica de Maqroll el Gaviero, que habría de permanecer en el resto de su obra y se consagraría como hito de la literatura mundial.
“Tenía 16 años cuando dije: este marinero con el que sueño y que se me presenta cuando voy a Cartagena o a Buenaventura lo voy a llamar Maqroll. Nunca he sabido de dónde salió ese nombre. No tiene ninguna raíz lingüística porque me lo inventé yo”.
Maqroll cumple entonces 65 años de su primera aparición pública (y pronto 80 de creado) en el poema Oración de Maqroll, que fue una antioración escrita con mucho sarcasmo y erudición.
Durante las siguientes tres décadas, el Gaviero aparecería furtivamente hasta que, a mediados de los ochenta, y ya retirado del mundo laboral, Mutis emprendió una etapa de creación vertiginosa que lo llevó a publicar, entre 1986 y 1993, una novela por año hasta culminar los siete libros de la saga que luego se agruparían en un volumen único con el título de 'Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero'. En las siete novelas de factura magistral, que iniciaron con 'La nieve del almirante' y culminaron con 'Tríptico de mar y tierra', Mutis jugó a ser el biógrafo de Maqroll.
Al contrario del aventurero y triunfador, Maqroll es el antihéroe. Un héroe más humano, del que se desconoce su pasado y para quien lo esencial del viaje es el trayecto mismo, pues tampoco tiene un lugar al cual regresar. El encargado de la gavia –lugar más alto de las embarcaciones–, desde donde puede ver el punto más lejano del horizonte, vive asaltado por enfermedades, angustias y males tropicales, sueños reveladores y evocaciones de amores tan fugaces como decisivos, así como por circunstancias llevadas al límite, salvándose siempre de milagro un segundo antes de todo naufragio.
Elevado a la esfera de los arquetipos universales de la literatura, Maqroll simboliza los cuestionamientos más profundos del ser humano, los puertos y orillas del alma. Es un hombre de mar, pero de un mar que para Mutis es la antítesis de su visión apocalíptica del ser humano “que con sus tecnologías y progresos ha acabado con la relación persona a persona”.
¿Quién es Maqroll? –le pregunté en su casa en México–. “Pues no soy yo, no tiene nada que ver con mi destino. Me hubiera gustado a mí, eso sí, ser un Maqroll. Pero no pude, no se me dio”.
¿Desde el principio tuvo la idea de que fueran siete novelas? “No, la primera la comencé como un cuento y después me quedé pensando que ese cuento necesitaba un futuro, que había que seguir contando lo que iba a pasar. Así se fueron dando las siete. La última escala del Tramp Steamer es la que más quiero. No porque la considere mejor, sino porque fue en la que más sangre mía metí”.
“Maqroll morirá conmigo”, me dijo ese mismo día el creador del Gaviero. Pero, al igual que los grandes autores universales y atemporales, tanto él como Maqroll son desde el 22 de septiembre de 2013 dos seres inmortales que acompañarán a la humanidad hasta el último de sus días.
Notoriedad
Mutis es considerado el poeta y novelista colombiano más universal y reconocido en el mundo, después de García Márquez. Su obra ha sido traducida a más de 20 idiomas. Con ella se consagró como el primer autor en recibir los premios más importantes de las letras hispanas: el Príncipe de Asturias, el Reina Sofía y el Cervantes de Literatura –considerado el Nobel de la hispanidad–, destacándolo como el máximo exponente de su generación. “Libertad y magnanimidad presiden la obra marítima, oceánica, de Álvaro Mutis… Se ha ganado con creces un lugar junto a su maestro Cervantes, del mismo modo que Maqroll ocupa otro al lado del Ingenioso Hidalgo”, expresó durante la ceremonia la entonces ministra española de Cultura, Pilar del Castillo.
Su obra abarca más de treinta libros, entre poesía, narrativa y antologías, varias de las cuales editó su hijo Santiago Mutis Durán –escritor, editor y mayor conocedor de su obra–, de quien Mutis solía decir “es el que más ha hecho por mi obra”.
El mejor homenaje
Como explica Santiago, Maqroll sintetiza el mensaje de Mutis, que, más que de tierras y mares, es del ser humano en su complejidad: “Lo interesante es que ocupa la gavia, es el que ve más lejos, como un campanero que da la alerta. Y la alerta en la obra es la erosión del alma humana”.
En su libro 'Sindéresis', Santiago explica cómo toda esa geografía tropical de la obra debe ser leída como paisaje moral. “El mejor homenaje es volver a leerla, pero con ojos nuevos, porque por décadas se han repetido análisis y reinterpretaciones erradas”.
“La voluntad de mi papá era que se trajeran sus cenizas a Colombia para esparcirlas en el río Coello. Está pendiente eso, y traer su biblioteca a la Biblioteca Nacional para que reposen en su país, que se fomenten publicaciones, fondos para un gran seminario o una beca de utilidad en su nombre, publicar las traducciones que hizo de grandes autores”.
Y concluye: “Sería una lástima que esta generación se perdiera de leer y saborear a Mutis, de leerlo y entenderlo”.
Tomado de El Tiempo